jueves, 25 de abril de 2013

ESPARTA O ATENAS

por Elena Valero Narváez * En su libro La Política Aristóteles aconseja a quién busca el mejor régimen político que defina, ante todo, qué tipo de vida es la más deseable, pues si esto se ignora se va a ignorar, también, el régimen más perfecto. Considera a la Monarquía, a la Aristocracia, y a la República como regímenes correctos. Juzgó como sus desviaciones, la tiranía, la oligarquía y la democracia. Basa la tiranía en tres supuestos básicos: que los súbditos piensen poco, que desconfíen unos de otros y la imposibilidad de acción. Observa que la fuerza es su elemento fundamental porque es necesaria para gobernar a los que lo desean y sobre todo a los que no lo desean. Sin ella no hay tiranía que valga. La opone a la democracia, sistema cuyo basamento básico es la libertad y la alternancia en el poder. Ello, permite, que el buen gobernante aprenda estando bajo el gobierno de otro. No puede gobernar bien, quien no ha obedecido. La Autoridad -definida por él como aquello en lo que está de acuerdo la mayoría y no la fuerza- la convierten en un sistema más sólido que la oligarquía y más duradera, porque promueve sectores medios y un acceso mayor a los puestos de honor. Alerta sobre políticas que desarrollen la pobreza. Según Aristóteles, donde unos pocos tienen en exceso y muchos nada, sobreviene una democracia radical, una oligarquía pura o una tiranía ocasionada por ambos excesos. Defiende la soberanía de las leyes. Es preferible - apunta- que mande la ley en vez de un ciudadano cualquiera. Si bien la ley es lo equilibrado más soberanas que las leyes escritas, sobre temas importantes, son las leyes fundadas en las costumbres. Lo funda en que si un hombre resultara un gobernante más firme que las leyes escritas, no lo sería respecto a las leyes consuetudinarias. Asienta el buen gobierno, por un lado, en la obediencia a las leyes existentes y, por el otro, en que sean buenas las leyes de quienes perseveran en ellas. Veamos, ahora, algunas de las propuestas de Aristóteles para lograr la estabilidad de un sistema político: -Vigilar para que no se infrinjan las leyes y sobre todo cuidar las de poca importancia porque - afirma- la ilegalidad se introduce subrepticiamente, de igual forma que el gasto pequeño, si tiene lugar a menudo acaba con las fortunas. - Gobernar por poco tiempo porque es más fácil obrar mal si se gobierna por mucho. - El conocimiento de un mal incipiente no debe ser tarea de cualquier hombre sino del político. -Que haya una ley que suba o baje las rentas, si hay superávit subiéndolas en proporción al aumento y si hay déficit bajándolas y reduciendo también la tasa. -Las políticas deben estar dirigidas a crear condiciones para que todos los sectores progresen y que aumente la clase media. -Las magistraturas no debieran proporcionar dinero. -Los que ocupen cargos de mayor responsabilidad tendrían que contar con tres virtudes: amor hacia el sistema establecido, mayor competencia en los asuntos de su cargo, virtud y justicia. -La educación debe ser acorde con el sistema político para que todos estén habituados y formados en el sistema que se elija. Viene bien, en éste período preelectoral, recordar que desde hace siglos, hombres ilustrados, en este caso Aristóteles, vieron como solución a los conflictos que puede acarrear la democracia, más democracia. Rechazó -aunque se equivocaba cuando aceptaba la esclavitud- las ideas de Platón quien ante los problemas de la democracia ateniense propuso un régimen utópico donde la justicia significara el gobierno absoluto de una sola clase. Y, exigía un gobierno de clase totalitario y la decisión de ponerlo en práctica. El programa político de Platón es totalitario y antihumanitario como lo demuestra Karl Popper en su excelente obra "la Sociedad Abierta y sus enemigos", libro que deberíamos haber leído la mayoría de los argentinos antes de votar. El domingo 23 decidiremos cual sistema consideramos mejor: la tiranía o la democracia, si aceptamos la sociedad abierta que representa la libertad del hombre a la búsqueda de su propio destino o la cerrada que defiende la omnipotencia del estado por sobre la sociedad civil: Esparta o Atenas. * Autora de El crepúsculo Argentino. Lumiere. 2006.

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