jueves, 25 de abril de 2013
PODER DE MIERDA
CFK o la disolución del poder (2013 = 2010, antes de la muerte de Néstor)
Hay señales muy evidentes de licuación del poder del Frente para la Victoria, demostraciones tangibles de pérdida de espacios en la opinión pública, alejamiento evidente de los formadores de opinión y de los líderes socioeconómicos. Y sorprende lo vertiginoso de algunas erosiones, pese a la reciente victoria legislativa con la reforma judicial (que se descuenta será derrota parcial en la Corte Suprema). Cristina Fernández de Kirchner (CFK) batallando con un grupo de medios de comunicación, o peor aún, con un periodista que difunde una investigación, es la demostración más expresiva de una debilidad que obliga a dudar de casi todo, comenzando por sus posibilidades ciertas de rectificar alguno de los errores muy graves que está cometiendo.
Néstor vs. Lanata: Así planteado por los K, un grave error porque es un reconocimiento de su debilidad.
por ALPHONSE DE LUXEMBURGO
Dos preguntas desembocan, hoy, en dos escenarios que convergen en la misma certeza: la experiencia CFK ya no puede encubrir su rumbo de colapso, dado que se profundizan sus contradicciones, sus revelaciones semiocultas detrás de la liturgia autoritaria, y la convicción intestina del propio Gobierno de la desarticulación del poder alguna vez construido –síntoma de una fragilidad política en vertiginoso crecimiento-, que se encamina hacia el descalabro y, acaso, el indeseado estallido de algo aún impreciso.
1ra. pregunta
¿Por qué CFK apuró obsesivamente el trámite de una fraudulenta ley para “democratizar” (en el diccionario K eso significa lo contrario) la justicia justo en este momento, a sabiendas de que, aunque el paquete de leyes atraviese un vendaval político en el Congreso, las cámaras de apelaciones, y probablemente la Corte Suprema degollarán la asonada con una declaración de indudable inconstitucionalidad?
En una primera impresión, la movilización y el festival de confrontaciones por el paquete para reformar la justicia tendió a quitar, parcialmente al menos, de la agenda pública el enorme fiasco que desencadenó Jorge Lanata al colgarle al kirchnerismo el mismo mote de corrupción que en los ’90 coronó al menemismo, instancia en la que la administración de CFK se hunde en el descrédito (por sus torpezas y desprolijidades, expuestas por la justicia de otros países), harto peligroso en un año electoral.
También emboza las deletéreas consecuencias del vacío de poder dejado por el 18A, con sus multitudes denunciando la corrupción que perciben en el Gobierno con la pérdida de votos asegurada para el próximo octubre;
> la corrosiva inflación que ostensiblemente ha traspasado los niveles de tolerancia según evidenciaron asimismo el 18A y las encuestas en las que la Presidente continúa su caída rumbo a la indiferencia con que el peronismo pronto comenzará a galvanizarla;
> la debacle económica acelerada, que se manifiesta en un amplio abanico de crisis en rápido descalabro desde el incremento exponencial de la brecha cambiaria;
> la declinación crucial en la inversión directa extranjera (el FMI estableció que en 2012 fue del 1,4 % siendo superada la Argentina por Perú, Colombia, Chile y naturalmente México y Brasil, país éste que capturó el 37,8%) que asegura mayor inflación,
> mayor salida de divisas por importación de combustibles; y
> pérdida de empleos en forma acelerada (se calcula que la construcción perdió 140 mil puestos registrados y no registrados en el último año),
lo que contribuye a la licuación de cualquier expectativa favorable de una buena performance política para las elecciones parlamentarias dentro de seis meses, solamente.
El foco de CFK en la justicia también parece obedecer al intento por borrar el fiasco incurrido por la inconstitucional Ley de Medios (y así tratar de neutralizar a Clarín y La Nación, demostrando que el temor a la crítica es extremo en el Gobierno), y eventualmente evitar que las investigaciones por corrupción terminen haciendo estallar la fiabilidad perdida.
2da. pregunta
¿Por qué CFK, al ser designado Jorge Bergoglio como nuevo Papa, mutó su discurso de intolerancia y autoritarismo por uno de concordia y comprensión, en línea con el mismo cambio que asumió antes de las elecciones en que fue reelecta en 2011, marketing del luto con el que embaucó a la clase media, para luego del triunfo retornar a su ejercicio del poder con rasgos típicos de las dictaduras que la Presidenta vitupera?
Una vez más, la disolución del poder del esquema k, curiosamente por su ejercicio desproporcionado y faccioso, lo obliga, desesperadamente, a intentar rescatar la credibilidad que pierde a diario, asociándose al nuevo Sumo Pontífice católico, quien sí tiene una altísima credibilidad justamente por encarnar un enfoque de tolerancia y respeto a los demás (a diario realiza gestos. El más reciente fue hacer sentar a un guardia suizo para descansar de una larga guardia. Nunca se le ocurrió a Cristina hacer descansar un granadero a caballo).
Las contradicciones corroboran el desgajamiento de aquel poder casi omnímodo que creyó eterno cuando era condicional, obtenido en las elecciones de 2011. Así, la stalinista Diana Conti se regodeó, tras el 18A, de que esa demostración exhibía la fortaleza de la democracia defendida por el gobierno mientras que ayer (miércoles 24/04) le gritó destemplada a Elisa Carrió que una cuestión de privilegio que presentó la fundadora de la Coalición Cívica y del ARI, sería cajoneada, o Agustín Rossi, en la mañana de hoy (jueves 25/04) cuestionó a la oposición y la acusó de lo mismo que le falta al gobierno al que adhiere “amor y dejar de criticar” (para unos minutos después, en la sesión por la reforma de la justicia, perder la cordura, insultando y casi a los golpes con otros legisladores).
Conclusión (provisoria)
La frenética búsqueda por intentar retener votos para la elección de octubre refleja, patéticamente, la pérdida de apoyo, a la luz del descalabro en el que diariamente se hunde un gobierno, confrontado por sus propios errores y desconcertado ante la imposibilidad de sucederse a sí mismo, imposibilitado en definitiva de extender en el tiempo una experiencia que se encamina a su colapso, como en el exterior ya vaticinan.
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