viernes, 17 de junio de 2016
EFECTO DOMINÓ
"Efecto López": un dominó que afectará a De Vido y obligará a Cristina Kirchner a contraatacar al sector empresario
Por Fernando Gutierrez
El argumento de que López, quien se mantuvo en su cargo 12 años y manejó un presupuesto millonario, actuaba solo será difícil de defender. El desafío para la ex presidenta es dar un mensaje que contenga a la militancia y que, al mismo tiempo, haga compartir culpas con la clase empresaria
Las pantallas de TV siguen mostrando imágenes de soldados excavando en el ya célebre monasterio de General Rodríguez mientras los perros con el chalequito de la AFIP buscan dólares entre las propiedades de José López.
El sueño dorado de cualquier productor televisivo: show en estado puro. Nada de analistas alrededor de una mesa reflexionando sobre qué grave es la corrupción.
Todos los días, movileros apostados en las sedes judiciales dan cuenta de si el ex funcionario está alterado, si le hicieron pericias psiquiátricas, mientras entrevistan a la abogada/bailantera que representa al poderoso caído en desgracia.
Si hubiera que hacer un diagnóstico del momento político argentino, podría decirse que es la hora del regodeo en los detalles: el país entero entregado al comentario, entre indignado y divertido, sobre la dificultad de las máquinas contadoras de billetes cuando el papel está húmedo; sobre la sugestiva aparición de divisas de moneda quatarí.
Es el momento de las especulaciones sobre qué es lo que lleva a un ex funcionario a salir en plena madrugada de su casa, con el baúl del auto lleno de bolsos con billetes. Que si le avisaron que lo iban a allanar, que si fue una trampa, que si fue la Agencia de Inteligencia, que si fue Stiusso y sus espías...
Pero, como siempre sucede, con el correr de los días, el impacto de los detalles empezarán a perder intensidad por más atractivos y cinematográficos que sean.
Y entonces quedará en pie lo realmente importante detrás del nuevo escándalo: cómo queda al desnudo un entramado de corrupción que excede las conductas individuales y que afecta a todo un sistema.
En palabras del jefe de Gabinete, Marcos Peña, "termina una discusión en Argentina, respecto de si había o no corrupción en la obra pública, independientemente de cómo avanza el proceso judicial".
López, sacrificado en el altar del "proyecto"
La conclusión, entonces, es que ya nadie, ni el kirchnerismo, ni el Gobierno, ni la Justicia pueden encapsular este caso como la mera expresión de una situación individual.
Aun cuando se quiera acotar el tema en López y evitar que salpique hacia arriba y hacia los costados, incluyendo a Julio De Vido, a Cristina Kirchner y a empresarios contratistas, la sensación que está empezando a asentarse es que el caso puede tomar una dinámica indetenible.
A fin de cuentas, como se han encargado de difundir los propios medios kirchneristas, el ex funcionario estuvo encargado de supervisar la construcción de 2.000 kilómetros de autopistas, las obras viales de la represa Yacyretá, de la central nuclear Atucha y la construcción de colegios y viviendas en todo el territorio nacional.
A lo largo de sus 12 años como secretario de Obras Públicas y "mano derecha" del ministro De Vido, el funcionario manejó un presupuesto estimado en u$s107.000 millones.
Tuvo poder para tomar decisiones en un ministerio que, además, se ocupó temas sensibles, como la importación de combustibles una vez que el país perdiera el autoabastecimiento petrolero.
Todo esto define el problema más grande que tiene Cristina Kirchner y su plana mayor: ¿cómo argumentar, en un gobierno en el cual el verticalismo era la norma y donde nada se escapaba del control de los jefes, que un funcionario pueda haber "engañado" durante 12 años a sus superiores y, actuando de manera solitaria, montar un esquema corrupto?
Es un argumento difícil de plantear, sobre todo porque hasta a la hora del descargo y del "sálvese quien pueda", el kirchnerismo sigue mostrando disciplina: los comunicados del bloque de diputados, de la agrupación La Cámpora y las declaraciones y cartas de los ex funcionarios, apuntaron todos a seguir un mismo guión.
Es decir, que López es merecedor de repudio por cómo había traicionado la confianza y por manchar el prestigio del "proyecto nacional y popular".
Como explicó Héctor Recalde, uno de los líderes parlamentarios del kirchnerismo, "el saldo del gobierno de Néstor y Cristina va a ser positivo pero estos son manchones va a costar erradicar".
La primera reacción del kircherismo pareció transmitir un mensaje claro hacia la interna: aquel que caiga en desgracia, será sacrificado en el altar de la opinión pública.
Nadie saldrá en defensa de López, como nadie lo hizo por Ricardo Jaime ni por Lázaro Báez, ni por Felisa Micheli, ni por Juan Pablo Schiavi.
Distinto es el caso de los funcionarios que todavía están en "zona de pelea", donde sobresale la figura de Julio De Vido.
Y ahí surge la gran pregunta: ¿hasta qué momento continuará habiendo una defensa en bloque del ex ministro?
Por ahora, de Vido sigue con protección política: el comunicado de los diputados K lo incluyó entre los firmantes que se manifestaban sorprendidos y decepcionados por la conducta de López.
Oficialmente, se lo considera como "una víctima", a punto tal que le dieron su apoyo para mantener los fueros y así evitar un allanamiento.
Pero, aunque se evitó caer en la acusación "preventiva", pero nadie se anima a una defensa total.
A fin de cuentas, como dijo el diputado Fernando "Chino" Navarro, "es muy difícil que un funcionario como López pueda actuar en soledad".
Cristina, obligada a ajustar el discurso
La expectativa mayor, naturalmente, está centrada en Cristina Kirchner.
La ex mandataria, que ante cada hecho relevante de la actualidad nacional ha volcado sus opiniones en las redes sociales, mantiene un sugestivo silencio.
Aunque no es difícil imaginarla en plena preparación de su respuesta. Para empezar, debe hacerlo como forma de satisfacer una demanda de la propia tropa militante.
En las últimas horas, connotados adherentes al proyecto K -incluyendo legisladores, artistas, comunicadores y tuiteros varios- se han mostrado abatidos como nunca y en abierto reclamo de una autocrítica y una "operación limpieza".
Parece claro que Cristina reforzará la línea argumental según la cual López era un corrupto en solitario y que no puede caerse en la injusticia de acusar a todo un Gobierno.
Pero a la ex presidenta le resultará complicado repetir la estrategia del pasado 13 de abril, cuando tuvo la habilidad para transformar su citación judicial por la venta de dólar futuro, en un acto masivo partidario frente a los tribunales de Comodoro Py.
En aquella ocasión, su argumento estaba servido en bandeja: se pretendía "enjuiciar" no a un grupo de funcionarios sino a todo un proyecto de país.
Una de sus frases preferidas a lo largo de sus ocho años de presidencia es que al kirchnerismo se lo criticaba no por lo que hizo mal, sino por lo que hizo bien.
Desde ese punto de vista, vender dólar a futuro a $10 cuando en Wall Street cotizaba a $16 era una forma de defender el poder adquisitivo y la producción nacional.
En consecuencia, no sólo negó responsabilidad por el perjuicio de $77.000 millones que había sufrido el Banco Central, sino que ejerció en plenitud la táctica de defenderse por la vía del contraataque.
Haciendo gala de otro de sus gustos -el uso de la historia para debatir la política actual-, equiparó lo que ocurre con el kirchnerismo fuera del poder con las represalias que sufrieron gobiernos derrocados por golpes militares, como el de Hipólito Yrigoyen en 1930 y el de Juan Domingo Perón en 1955.
"Me pueden citar veinte veces. Me pueden meter presa, pero no van a hacer que deje de decir lo que pienso", desafió Cristina.
Este lo dijo en un discurso en el que daba claramente a entender que la persecución política y la distracción mediática -que supone citarla a declarar- era para distraer la atención de una sociedad que viene padeciendo un programa económico de ajuste como el que impulsa Macri.
En esos días, recién había estallado el escándalo de los Panamá Papers, por lo que hasta se dio el gusto de "chicanear" al Presidente con ese tema.
Pero ahora, en comparación con aquella ocasión, el argumento defensivo parece mucho más complicado.
La situación "in fraganti" que vivió López hace que sea imposible hablar de persecución, ni de una causa judicial "armada" ni de una cortina de humo destinada a sacar al tarifazo de la agenda pública.
Cristina no tendrá otra alternativa que empezar su mensaje con la admisión de que uno de sus funcionarios de confianza, el que manejó durante 12 años esa obra pública que la enorgullecía en cada discurso, robaba plata del Estado.
Las impredecibles consecuencias de un "mani pulite"
De manera que la defensa de CFK dependerá de dos argumentos, uno de defensa y uno de contraataque.
El defensivo implica persuadir a la opinión pública -o al menos a la militancia K- de que López tenía una habilidad superlativa para pasar todos los controles y que guardaba todo el dinero mal habido para sí sin compartirlo con nadie.
No será fácil. Sobre todo cuando la diputada Mariana Zuvic, con el apoyo de su líder Elisa Carrió, anunció que se propone demostrar que la plata de López era la de Julio De Vido.
En su condición de santacruceña y enemiga acérrima de los Kirchner, Zuvic aportó datos sobre denuncias contra López por irregularidades en el manejo de fondos provinciales, en la época en que Kirchner gobernaba Santa Cruz.
En ese marco complicado, a Cristina le queda el argumento del ataque: el de recordar que siempre que hay un funcionario corrupto que recibe una coima, es porque del otro lado del mostrador hay empresarios que la dan.
Un adelanto de esa estrategia ya fue insinuado por dirigentes K: "A mí me interesa que vaya preso no solo José López sino también los empresarios que le dieron la plata", sostuvo la diputada Juliana Di Tullio.
Y ahí es donde el temor deja de ser patrimonio exclusivo del kirchnerismo para afectar a gran parte de los contratistas del Estado que, durante 12 años, han aprendido a convivir con este esquema de obras públicas.
Entre los ejecutivos más activos en ese rubro figura Angelo Calcaterra, primo hermano de Macri, a quien le compró en cuotas la constructora IECSA.
Con semejante marco, es apresurado decir que el Gobierno está contento por esta desgracia kirchnerista.
Está claro que en el corto plazo lo beneficia, porque recupera apoyo social en un momento en el que la economía no ayuda.
Pero también tiene en claro que los procesos de "mani pulite" no siempre salen como se espera.
Lo que empieza como la condena a un funcionario puede rápidamente expandirse a todo un Gobierno. Luego a toda la clase política y posteriormente a todo un sistema.
No está tan lejano el eco del "que se vayan todos" y, por cierto, ahí está el ejemplo cercano de Brasil para entender que la furia de la ciudadanía, una vez que se hartó del "roban pero hacen", ya no se satisface con un castigo ejemplar, sino que pide más.
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