miércoles, 28 de octubre de 2009
JUGUEMOS A QUE EL VIROLO NO ESTÁ
El Tribuno - 28-Oct-09 - Opinión
Juguemos a que Néstor no está
por Hugo Martini
Director de la Fundación Carta Política
¿Qué puede pasar en la Argentina si Kirchner dejara de controlar el poder? Desde hace seis años, agudizado en los últimos seis meses, solo él provoca el interés de políticos, intelectuales, analistas y editoriales gráficos, radiales, televisivos o de Internet. Hagamos un ejercicio dividiendo una hoja de papel por la mitad. Nombre del juego: "¿Néstor está?". De un lado, escribamos los nombres de los que tienen ideas y propuestas para solucionar los problemas reales de una sociedad escéptica. Del otro, los que en su ausencia se quedarían sin tema. El resultado no lo mide ninguna encuesta pero puede mostrar una sorpresa: la primera columna estaría casi vacía.
El matrimonio presidencial tiene un proyecto en ejecución: es una de las más formidables concentraciones de poder personal de la que tengamos memoria. En eso consiste todo el modelo. Una de las formas de la ingenuidad es suponer que este modelo tiene ideología. Moviliza a gente que se autotitula de izquierda, como podría hacerlo con otros de signo contrario. La realidad es que se trata, puro y simple, del poder absoluto en una sola mano. La utilización de palabras como izquierda, derecha, socialismo, liberalismo, fascismo, capitalismo o comunismo deberían merecer más respeto.
¿Quiénes son los dirigentes de la oposición que entienden este proceso? ¿Quiénes tienen una propuesta? Porque quien quiera ser la alternativa a Kirchner no debería competir con él por ver quién es más astuto, mejor orador o tener un mejor manejo de la ironía.
De los principales candidatos presidenciales opositores sólo Macri y Binner se levantan todas las mañanas y tienen que resolver problemas reales que afectan a la gente. Por ejemplo, administran servicios públicos, inician y terminan obras, controlan gastos e ingresos, pagan salarios y contratos, mantienen escuelas y hospitales y, principalmente, tienen que hacerse cargo de las decisiones que toman. Curiosamente, ninguno de los dos es un gran orador, ni un formidable polemista, ni pretende ser simpático. El resto, con matices diferentes, formula declaraciones maravillosas, alcanza acuerdos o quiebra alianzas, elige amigos o enemigos, declara quién es bueno y quién es malo. Viven en un mundo mágico en el que pueden cambiar sin riesgo de ideas o de amigos. Mientras tanto Kirchner inicia, todos los días, un nuevo curso de acción concreto.
El problema no es Kirchner, quien gobierna como si los resultados de las elecciones no existieran. El problema es que los que ganaron el 28 de junio pueden perder el 10 diciembre. Perder significa que Néstor Kirchner siga gobernando como hasta hoy.
La realidad dice que en la oposición hay más líderes que ideas o, peor aún, estas ideas contribuyen muchas veces a fortalecer el poder de Néstor Kirchner. Durante los primeros cuatro años de su presidencia consiguió que se aprobaran en el Congreso todos los proyectos que mandó. Excepto en los casos del Consejo de la Magistratura, superpoderes, decretos de necesidad y urgencia o facultades delegadas, en los que ganó pero se consiguió una importante minoría de entre 70 u 80 votos, en todos los otros proyectos solo sobrevivían apenas 20 diputados votando en contra. ¿Por qué suponer que ahora será distinto?
¿Qué piensan los opositores traumatizados con Kirchner -y no sólo los políticos- de los siguientes temas: jubilaciones privadas, inversiones extranjeras, inseguridad, caos para desplazarse en las grandes ciudades, FMI, cadena agroindustrial, servicios públicos, energía, medios de comunicación, financiamiento internacional, representación gremial única o plural, Fuerzas Armadas, pobreza e indigencia, escuela pública, hospitales, etc.
Kirchner tiene el poder y tiene un plan: conservar e incrementar ese poder. La oposición, que ganó las elecciones, no tiene el poder y 50 días antes del 10 de diciembre no ha dado señales de qué hará diferente para justificar la victoria, suponiendo que sea una sola y establezca el control del Congreso.
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