domingo, 25 de octubre de 2009

VIROLO DE LA GAMBETA



-Kirchner busca gambetear el bajo consenso popular
Por Eugenio Paillet

El proyecto de ley de reforma política que el gobierno enviará esta semana al Congreso es el siguiente paso de Néstor Kirchner en su estrategia destinada a esquivar el bajísimo nivel de consenso popular que hoy muestran hasta las encuestas propias, y constituirse en candidato presidencial de su corriente, cuando llegue el momento de armar la grilla para 2011.

En efecto, el texto que, por estas horas, termina de pulir el ministro del Interior, Florencio Randazzo, acomoda los tantos en esa dirección: Kirchner gozará, al momento de realizarse las internas obligatorias, abiertas y simultáneas que marcará la ley, con las mismas herramientas, y las mismas trampas, que le han permitido doblegar voluntades durante todo estos años, y hasta erigirse en falso vencedor y poseedor de nuevas cuotas de poder, tras unos comicios que en verdad perdió, como lo fueron los que tuvieron lugar el 28 de junio último.

Por empezar, el sistema en sí mismo atará a gobernadores y caciques territoriales a la voluntad del santacruceño y de la caja, menguada, pero caja al fin, que le permitirá cosechar los votos necesarios para quedarse con la candidatura del Frente Para la Victoria, o del peronismo oficialista, como quiera llamársele.

La ley que Randazzo enviará al Congreso tiene dos claves contundentes que refuerzan los deseos del ex presidente de postularse, aun cuando hasta sus propios números le marcan que hoy retiene uno de los más altos, sino el mayor, porcentaje de rechazos de la sociedad, en cualquier sondeo de imagen. Kirchner y su mujer, Cristina Fernández, no levantan por encima del 20 por ciento de adhesiones, según le han marcado hasta, al menos, dos encuestas que Olivos ha mandado confeccionar y que aterrizaron, la semana anterior, en las alcobas de la residencia.

Primera clave: el sistema de votación por regiones le asegura, justamente, el control de gobernadores, intendentes y punteros zonales, mediante el simple, pero contundente, mensaje de tantos éxitos probados en estos seis años de gestión: el que no se disciplina a la voluntad oficial no verá un peso de los fondos nacionales para obras públicas, saldar deudas o pagar sueldos. Así de claro.

La otra clave establece que ninguno de los candidatos que se presente a las elecciones internas, y pierda en esos comicios, podrá luego presentarse por afuera de la estructura partidaria. Ejemplo: si el propio Kirchner perdiera en esas primarias, un supuesto para nada descabellado, si se toman en cuenta los bajísimos niveles de adhesión popular que hoy le marcan aquellos muestreos, deberá irse directamente a su casa.

En verdad, los cálculos del ex presidente, contra toda lógica y hasta a contrapelo de la opinión de algunos operadores oficiales que conservan un gramo de racionalidad, han sido elaborados, justamente, para cerrar ese camino a algunos de los rivales internos que tendrá cuando llegue el momento de jugar las candidaturas. Kirchner quiere evitar que Carlos Reutemann, Felipe Solá, Mario das Neves, y hasta el mismísimo Eduardo Duhalde, por citar el lote que ha expresado deseos o ha hecho amagues de querer prenderse en esa batalla, tengan a mano esa herramienta, para el caso de que el santacruceño logre vencerlos, dentro del marco de la ley que moldeó Randazzo.

Kirchner jamás lo reconocerá en público, pero, en verdad, ha comenzado a temer a Duhalde, el hombre que se ha juramentado, delante de sus íntimos y hasta de su familia, terminar con los días de la criatura que él mismo creó, allá por mediados de 2003. Quienes han seguido de cerca los últimos movimientos del caudillo de Lomas de Zamora conceden que tiene razón K en fruncir el ceño. Veamos:

El ex presidente de la transición se reunió en secreto, el pasado fin de semana, con Roberto Lavagna; probablemente, en la casa de descanso que el ex ministro tiene en la costa atlántica. Al día siguiente, Lavagna saltó a los diarios y habló a favor de las posibilidades de Duhalde de convertirse en candidato presidencial para 2011. Lo consideró, y, de algún modo, el elogio es extendido hacia su propia persona, como el padre de la recuperación social, tras la tragedia política de 2001.

El caudillo se entusiasma con esas alabanzas y hasta con la posibilidad de repetir el binomio que sacó el país de las brasas e inauguró un largo ciclo de crecimiento económico que después continuaron los Kirchner, ayudados por el viento de cola mundial que se acabó el año pasado, durante la crisis financiera global.

La semana última, estuvo en Chubut, donde se reunió con Mario das Neves, quien insiste en plantear su candidatura presidencial, pese a niveles de desconocimiento muy altos de su figura y de su obra entre el gran público a nivel nacional y más allá de las fronteras provinciales. "A Kirchner no lo conocía el portero de la Casa Rosada, cuando era candidato, y mirá lo que pasó después", chicanea un ladero del gobernador. Volvamos al dato. Das Neves se presentó, veinticuatro horas después, en el Congreso, para anunciar la ruptura con el kirchnerismo y el armado de un bloque propio.

La jugada, si algo tiene para escarbarle, además del gesto de alineamiento con Duhalde, viene a despejar dudas sobre el errático comportamiento que tuvieron, hasta ahora, los diputados y senadores que le responden. "Se acaba eso de despotricar por izquierda y votar por el oficialismo", prometió, en la intimidad, Das Neves.

No son espasmos. Se sabe que Duhalde habla, en su casa de Lomas de Zamora, con dirigentes del peronismo disidente, con gobernadores y ex gobernadores, y hasta con representantes de la oposición. Su tejido es amplio, con base en el peronismo que hoy, claramente, está en las antípodas de los métodos y los modos de hacer política de Kirchner y su mujer, sostienen en oficinas del Movimiento Productivo Argentino, que es el tanque de ideas del ex presidente.

Duhalde se ha propuesto armar un gran movimiento peronista no kirchnerista para enfrentar al ex presidente o a su esposa, en las elecciones de 2011. En verdad, su plan, cuentan a su alrededor, era arrancar allá por marzo del año que viene, cuando las nuevas mayorías en el Congreso se encuentren en pleno funcionamiento, con las consecuencias por todos imaginadas de pérdida de poder de decisión del matrimonio en ambas cámaras.

En ese momento, el caudillo pensaba salir con la ambulancia a recoger los heridos que vaya dejando el kirchnerismo, pero la decisión de su rival de anticiparse en los hechos y dejar correr ahora mismo la idea de su candidatura para regresar a la Casa Rosada dentro de dos años, aceleró los tiempos, explican esos portavoces.

Promete, a quienes lo visitan en su casona del sur del Conurbano, que trabajará con alma y vida para destronar a Kirchner y poner en 2011 en el sillón de Rivadavia a un presidente peronista que no sea el santacruceño o su mujer. Sueña, aunque no lo desvela, con la candidatura de Carlos Reutemann. No lo advierte todavía a Felipe Solá como un muletto de fuste, pero fantasea con una fórmula Lole-Felipe, llegado el caso.

Ha dicho que esperará al ex gobernador santafesino hasta marzo o abril del año que viene. No es un ultimátum: tiene información, como la tienen los laderos del ex piloto, de que Reutemann, a su vez, considera ese mismo plazo como el que deberá aguardar antes de dar alguna pista sobre si se postulará o no. Duhalde habría dicho a sus íntimos que, si Reutemann declina, entonces será el momento de pensar en su propia candidatura presidencial para 2011.

Claro que, para esa hipótesis, hoy todavía lejana y sujeta a imponderables que no pasan apenas por si Lole corre o se queda definitivamente en boxes, sino por la reconstrucción de un vínculo con la sociedad que hoy también muestras signos de anemia, Duhalde debería enfrentarse con Kirchner (o con Cristina, si el matrimonio juega otra vez al intríngulis "pingüino-pingüina") en una interna.

De ahí los acomodos y arreglos del proyecto armado en Olivos y pulido por Randazzo, para enarbolar otra vez el sistema del palo y la zanahoria, o el de la billetera mata galanes, como requisito para garantizar la candidatura de su jefe. Las recientes muestras de pases escandalosos en el Congreso, durante el tratamiento de la ley de Medios, a cambio de favores económicos para sus gobernadores, son un dato para comprender la magnitud de la maniobra que ahora se trasladará a la ley de Reforma Política.

Kirchner quiere, por cuerda separada, acomodar, a través de la ley que irá esta semana al Congreso, y de aquellos requisitos que encierra, su vieja concepción de un bipartidismo nacional en el que claramente queden en pie dos grandes fuerzas, las tradicionales derechas e izquierdas, para disputar las presidenciales de 2011. Obviamente, se ve a sí mismo como el gran concentrador de los favores de la corriente progresista que alumbraría tras aquellas internas.

Reserva al radicalismo el otro gran papel, desde la centroderecha. De hecho, si a algo apunta el proyecto oficial es a la desaparición de los partidos chicos y la consiguiente dispersión de candidaturas variopintas. Lo primero que ha imaginado como estrategia es enviar señales a los partidarios de Alem en el Congreso, aunque en la Casa Rosada insistan hasta el cansancio que, para Kirchner, el límite de cualquier entendimiento, o de cualquier trapisonda que se ensaye para embretar a la UCR, es Julio Cobos. Ha habido dos datos, en los últimos días, que van en esa dirección.

El primero fue aquella para nada casual ausencia de los miembros oficialistas del Consejo de la Magistratura que, con su faltazo, permitieron abrir la instancia de juicio político contra el juez Faggionato Márquez, un amigo de la casa hasta que se entendió que entregar su cabeza convenía a los fines políticos perseguidos.

Hasta un ducho como el senador radical mendocino Ernesto Sanz se sorprendió por la jugada. Más tarde, un insólitamente concesivo Miguel Pichetto dio vía libre en el Senado para que el plenario reclame al Poder Ejecutivo que informe sobre la veracidad de las denuncias en cuanto a la existencia de piquetes armados en las calles de la República, para generar un clima de violencia, de aprietes políticos y otras bajezas, con la presunta intención de provocar una "hondurización" de la escena nacional, como denunció Elisa Carrió.

Kirchner, se sabe, juega esta parada a todo o nada. O será uno de los dos integrantes del matrimonio el candidato presidencial del kirchnerismo en 2011, o es muy probable que pateen el tablero de la peor manera. Hay un clima enrarecido en el país y no ha sido provocado por las denuncias al voleo de la oposición, sino por la presencia misma de grupos dispuestos a todo y en todos los casos con vínculos económicos o políticos con la Casa Rosada.

Los violentos escraches contra Gerardo Morales, en Jujuy; contra la embajadora norteamericana Vilma Martínez, en Mendoza, o la toma de oficinas públicas en el norte argentino y en la ciudad de Mar del Plata, son datos palpables y registrados por las cámaras, mal que le pese a Aníbal Fernández.

El jefe de Gabinete, con total desparpajo, sigue preguntándose de qué clima enrarecido se habla, por estas horas. Debería preguntarle a uno de su propia tropa, como es el legislador porteño Juan Cabandié, niño mimado de la Casa Rosada, quien denunció que, detrás de las declaraciones de Carrió o de Morales, hay un intento de golpe de Estado contra Cristina Fernández. Y todo para justificar su presencia en el escandaloso vuelo de Aerolíneas Argentinas que llevó a un grupo de amigos del poder, liderados por el propio presidente de la empresa, a ver un partido de fútbol en Montevideo.

La denuncia de un clima "destituyente" figura, otra vez, como hace un año, entre los planes del gobierno, si la carrera de Kirchner hacia su candidatura para 2011 empieza a sufrir tropiezos, arrancando con la, por ahora, insalvable valla del enorme descontento social que generan su figura, la de su esposa y la de todo el gobierno.

El último informe de Transparencia Internacional acaba de dar otro empujón hacia el fondo del tacho a esa percepción ciudadana: la Argentina ha descendido, por primera vez, en el ranking de las naciones más corruptas del mundo, a niveles peores que los que existían en la década del noventa.

Fuente: La Nueva Provincia (Bahía Blanca)

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