martes, 7 de octubre de 2014
DOBLE COMANDO
Del doble comando a la obediencia debida
http://www.rionegro.com.ar/diario/del-doble-comando-a-la-obediencia-debida-4720473-9536-nota.aspx
por Néstor Scibona
Nadie viajaría tranquilo en un avión donde piloto y copiloto no se ponen de acuerdo por el rumbo a seguir y deben recurrir continuamente al presidente de la compañía para zanjar diferencias. Con sordina, el manejo de la política cambiaria y monetaria estuvo sujeto a este "doble comando" durante los últimos once meses. Hasta que ahora quedó unificado en Axel Kicillof, tras el relevo de Juan Carlos Fábrega y su reemplazo por Alejandro Vanoli al frente del Banco Central.
Para que no quedaran dudas, apenas el funcionario ocupó su nuevo sillón, el superministro ya había designado al nuevo presidente de la Comisión Nacional de Valores (CNV) y, al menos, a un segundo director del BCRA, donde hace tiempo buscaba desembarcar.
La paradoja es que esta concentración de poder en Kicillof no mejoró en estos días la confianza de los mercados, sino todo lo contrario. Primero se desplomaron y luego quedaron paralizados, a la espera de confirmar lo que todos suponen. Y todos suponen viene se viene una época de tasas de interés más negativas frente a la inflación, tipo de cambio real rezagado, mucha emisión de pesos y muchos controles para trabar los mercados paralelos del dólar.
Esta expectativa tiene su razón de ser. Es lo que venía pidiendo Kicillof y lo que Fábrega retaceaba, para no echar más leña a la inflación y al dólar blue. Difícilmente Vanoli sea ahora un escollo. Aunque no haya formado parte del equipo de Kicillof, tiene antecedentes que permiten imaginarlo como un disciplinado ejecutor de las ideas y directivas del jefe de la conducción económica.
Desde la presidencia de la CNV, un organismo eminentemente técnico al que le subió el perfil político en los últimos años, Vanoli no dejó pasar oportunidad de demostrar su "obediencia debida" al intervencionismo económico del núcleo más duro del kirchnerismo. Más que como un economista heterodoxo, se asumió como un militante K. Tan proclive a controlar y regular a empresas y mercados, como a acompañar operativos policiales o a efectuar concesiones y sacrificios políticos.
Así, permitió incorporar a último momento en la nueva Ley de Mercado de Capitales, sancionada en 2012, una polémica cláusula del diputado kirchnerista Roberto Feletti, que faculta a la CNV a intervenir empresas a pedido de una minoría accionaria.
Tras los primeros controles cambiarios, fue un entusiasta defensor de la frustrada "pesificación" de la economía.
Y ganó notoriedad cuando propuso prohibir que los medios difundieran la cotización del dólar paralelo (al mejor estilo venezolano), al sostener que era "como informar el precio de la cocaína".
También sumó a la CNV a los operativos policiales en la City porteña impulsados por Guillermo Moreno. Y no dejó de acompañarlo en sus escandalosas irrupciones en Papel Prensa, señalada como "empresa enemiga" por la Casa Rosada.
Más ingrata fue recientemente su tarea de aclarar que se había tratado de una "confusión" que CFK anunciara la aplicación de la ley Antiterrorista al cierre de la imprenta Donneley, de origen estadounidense, que en realidad será investigada por quiebra fraudulenta.
Y su último servicio en la CNV fue, días atrás, paralizar virtualmente el mercado del dólar "contado con liquidación" mediante un operativo sobre los bancos y sociedades de bolsa que más movimiento tuvieron con esta operatoria, que es legal.
Por más que Kicillof y Vanoli insistan en que el mercado paralelo y la brecha cambiaria de 80% obedecen que los controles son escasos, la realidad muestra en cambio que esos problemas son producto de la desconfianza que crea la proliferación de regulaciones y trabas oficiales.
De hecho, el mercado "blue" era insignificante hasta el cepo cambiario en 2011, que derivó en un desdoblamiento de hecho e ilegal. No fue un complot de los mercados, sino una decisión de CFK para no devaluar. A la vez, la idea de Kicillof de reabrir parcialmente el cepo para restarle demanda al paralelo -con la venta de dólares al tipo de cambio oficial más 20% para ahorro y permiso previo de la AFIP- se ha convertido en otro problema. En septiembre se vendió un récord de 375 millones y en los dos primeros días de octubre 140 millones. Ahora es probable que muchos compradores alimenten la oferta del paralelo, al revenderlos para hacer una diferencia de 60%. Esta operatoria reduce las reservas del BCRA, a diferencia del "dólar liqui" que no las afecta. Pero en este caso el propio gobierno empujó últimamente a las empresas a operar en ese mercado, al restringir los pagos de importaciones.
Con default y escasez de dólares, es previsible que Vanoli endurezca el racionamiento de divisas, las ventas de dólares para atesoramiento y los controles para pagar insumos y repuestos importados, a fin de cuidar al máximo las reservas, que cayeron 2.500 millones en lo que va de 2014. Pero también lo es que estas acciones empujarán al dólar blue mientras sobren pesos la economía.
A esto se suma la desconfianza en bancos y grandes empresas provocada por el duro discurso presidencial de hace una semana, cuando CFK denunció un supuesto complot para "voltear al Gobierno con ayuda externa". No tanto por la sobreactuación presidencial, sino porque la línea argumental de ese mensaje se apoyó en una declaración de Carta Abierta. Allí, los intelectuales ultrakirchneristas vaticinan que, antes de las elecciones de 2015, el gobierno deberá enfrentar "provocaciones, presiones devaluatorias e intentos de saquear el bolsillo popular con carestías y desabastecimientos". Y, para contrarrestarlos, piden "afirmar y radicalizar formas de intervención pública para poner límite a los procesos de concentración económica" y "una más intensa y decisiva participación estatal en todas las esferas del Comercio Exterior, para defender una cuestión clave para la autonomía económica como el dominio y defensa de las reservas en divisas".
El problema es que esas presiones devaluatorias surgen de la combinación entre un dólar oficial casi "planchado" (subió 5,5% en nueve meses) frente a la mayor inflación y el trabajo a destajo de la "maquinita" del BCRA para cubrir el rojo fiscal, que deberá emitir no menos de 110.000 millones de pesos hasta fin de año. Tampoco aquí hay un complot, sino la consecuencia de la política populista del Gobierno. Kicillof aumenta el gasto público como si no tuviera límites (para reactivar sin éxito el consumo), pero se resiste a que el BCRA suba las tasas de interés (para evitar que se enfríe aun más la economía) y esto desemboca en una huida del peso que genera más presiones inflacionarias y cambiarias.
Según la consultora Econviews, que dirige Miguel Kiguel, hace un año la inflación rondaba el 25% anual y el circulante crecía al 28%. Pero ahora la inflación sube al 40% anual, mientras el dinero en poder del público lo hace al 18% anual (20 puntos menos que hace dos años). Esto significa que la gente se desprende de pesos para comprar bienes o dólares antes de que sigan subiendo de precio, pero con ello realimenta los aumentos.
Precisamente, por más militancia y controles que despliegue, Vanoli se verá en figurillas resolver el mayor dilema del BCRA; emitir cada vez más pesos que nadie quiere guardar y restringir la venta de dólares que todos buscan para cubrirse de la inflación y la desvalorización de la moneda.
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