miércoles, 22 de octubre de 2014

EL PLAN MARXISTA

El Che, Fidel y el plan de ataque a la Argentina Condenando a la tortura y a la detención-desaparición de personas, sin embargo es posible afirmar que hubo un plan marxista de ataque a la Argentina para modificar su Constitución Nacional y sus instituciones. Ernesto Guevara fue parte del complot. Cuba contaba con decenas de militantes de izquierda entrenados en la isla de Cuba. Muchos de ellos lograron infiltrar el Movimiento Nacional Justicialista, donde se instaló un debate importante sobre el significado de liberación nacional. Éste es el tema abordado por Juan Yofre en su flamante nuevo libro, "Fue Cuba - La infiltración cubano-soviética que dio origen a la violencia subversiva en Latinoamérica" (Sudamericana - 586 pag.). Yofre: "Con este libro, cierro una cuestión tratada, parcialmente, en mis anteriores trabajos. Es una deuda de varios años con los lectores: el papel de La Habana en la fratricida guerra argentina y latinoamericana. La que explica cómo, cuándo y quiénes la desataron abriendo las puertas a Lucifer. Algunos jefes terroristas dieron a la sociedad la explicación de sus conductas. Los militares también. Falta aún que los hermanos Castro se excusen con todos por tanto daño gratuito. No lo harán. No está en su ánimo. Los tiranos no aceptan errores". Aquí un fragmento de la investigación: Ernesto Guevara, maquillado y disfrazado, listo para salir hacia África, y Fidel Castro revisando el pasaporte que le habían confeccionado. por JUAN YOFRE El año 1966 encontró al Che Guevara escondido en un pequeño departamento dentro de la residencia del embajador cubano en Dar es-Salaam, Tanzania, al que solo unos pocos elegidos tenían acceso. Entre otros, el dueño de casa, el veterano dirigente comunista Pablo Ribalta, y Colman Ferrer, el funcionario que oficiaba de criptógrafo y mecanógrafo de la representación diplomática. Fue en ese lugar donde inició su período de recuperación física y espiritual tras su derrota en el Congo. Todo lo que reflejaba resultaba falso, la nada: no era el Che, porque lo llamaban "Tatú" y luego "Ramón". No era cubano, nacionalidad a la que había renunciado por escrito, y su jefe había leído su carta públicamente abandonándolo, dejándolo apátrida, por decir lo menos. Como bien explicó Elizabeth Burgos, la ex esposa del francés Régis Debray, "al hacerla pública [a la carta], Fidel condenaba a Guevara a una total clandestinidad: ya era el preludio de su muerte". Norberto fuentes, uno de los periodistas cubanos que más conoció a Castro, fue todavía más cruel. Le hizo decir a éste, en su autobiografía novelada, que la lectura de la carta de despedida "en principio, tenía como objeto cerrarle el regreso a Cuba". Decía llamarse Ernesto Guevara de la Serna, pero su pasaporte indicaba otro nombre: Ramón Benítez. Su documento lo acreditaba como nacido en Montevideo, Uruguay, y en realidad era de Rosario, Argentina. Se había convertido en un jefe guerrillero sin guerrilla a su mando. Sostenía que atacaría la Argentina (en ese momento bajo un gobierno constitucional) y terminó en Bolivia. En esos días, el Che era todo pasado: ex ministro de Industria, ex titular del INRA, ex presidente del Banco Nacional de Cuba. Salvo su esposa, Aleida March Torres, que llegó a Tanzania con "Ariel" Juan Carretero a principios de año, todos los demás que lo vieron y trataron fueron oficiales de Inteligencia del "Gallego" o "Barbarroja" Manuel Piñeiro Losada: Carlos Coello ("Tuma"), Harry Villegas ("Pombo") y José María Martínez Tamayo ("Papi" o M'Bili"). En otras palabras: Guevara era ya una ficha -importante, por cierto- del espionaje cubano. De allí que seguir sus pasos exactos, día a día, es hoy imposible, porque en Cuba es un secreto de Estado y los archivos disponibles no lo establecen. Guevara tenía en su contra, a diferencia de los grandes espías, que no pasaba inadvertido, porque su rostro era mundialmente conocido. Como cuenta Jorge Castañeda, esos meses en Dar es-Salaam transcurrieron para Guevara en un insistente tironeo con La Habana: atacar la Argentina o dirigirse a otro país intermedio. Fidel Castro -menos propenso al delirio- sabía que los soldados de la Gendarmería Nacional o el Ejército Argentino no eran los "mercenarios" que Guevara imaginaba en 1960. Las palabras del cubano Ángel Brager, "Lino", recogidas por Castañeda, no pueden ser más claras: "Se da un juego con Fidel para que no vaya a la Argentina y regrese a Cuba. Fidel manda a Aleida y a otros a verlo. El Che quería ir directamente a Buenos Aires. Fidel inventa Bolivia, usando los recursos que existen en ese país, para convencerlo de regresar a Cuba y no ir a la Argentina [...] El Che no perseguía más que un solo propósito: dirigirse a Buenos Aires, con o sin preparación, recursos y acompañantes". Casi las mismas palabras son las que pronuncia "Benigno" Dariel Alarcón Ramírez, en su libro Memorias de un soldado cubano: "El Che nos explicó que él saldría para Argentina, incondicionalmente, y nos pidió que nosotros regresáramos a Cuba". El general (R) Nikilai Leonov aseveró: "Discutiendo una vez con los compañeros cubanos sobre la locura esa de meterse en la selva de Bolivia, un país mediterráneo, donde incluso, de triunfar la revolución socialista, sería imposible mantenerla, porque se estaría rodeado de Estados por todos lados sin posibilidad de recibir ayuda ninguna, por primera vez oí una variante, que quizás era una variante posible: oí decir que Bolivia no era el punto final del Che Guevara, sino que era una especie de polígono donde tenía que entrenar la guerrilla, pero que el objetivo final tendría que ser Argentina, su país natal, donde había un fuerte movimiento clandestino que se levantaría en el momento de la incursión de las tropas desde afuera. Así que, en este caso, no se trataba de ninguna divergencia entre Fidel y el Che. Era un proyecto geopolítico: la repetición, en cierto modo, de la hazaña del propio Fidel, pero en otra escala, en otra región". Finalmente, cuando el Che fue convencido de ir a Bolivia, él, en principio, eligió viajar a Praga, antes de volver a La Habana, y por razones de seguridad -compartimentación, como le dicen- se encontró con Luis Carlos García Gutiérrez, "Fisín", en África. "Fisín" era un veterano comunista cubano (desde 1948), especialista en camuflar y realizar medidas cosméticas, y por sus manos había pasado lo más selecto de la nomenclatura del PSP en diferentes instancias. En La Habana había bosquejado una nueva apariencia para el Che, que aprobó el comandante Ramiro Valdés Menéndez; luego Piñeiro Losada se encargó de hacerlo trasladar a Dar es-Sallam siguiendo la ruta Praga, Paría y El Cairo, en compañía de Ulises Estrada Lescaille. Fue a fines de diciembre de 1965. Ramiro Valdés y Manuel "Barbarroja" Piñeiro Losada eran los que tenían la parte ejecutiva, pero detrás de ellos estaba Fidel Castro, porque el G-2 le pertenecía al mandamás de Cuba: "Delegué en Raúl la organización de las fuerzas armadas mientras yo dejaba para mi uso el naciente aparato de la Seguridad", le hace decir a Castro Norberto Fuentes. Las sesiones de enmascaramiento duraron varios días, porque Guevara no deseaba ser reconocido, ya que dudaba de todos: de los agentes apostados en el aeropuerto de Tanzania; de los servicios de Inteligencia occidentales y los rusos; de los checoslovacos, porque podían estar infiltrados por la CIA. Con la seguridad que le daba Ulises Estrada, hizo su desplazamiento de Praga pasando por El Cairo y Belgrado. Según "Fisín", en su libro La otra cara del combate, transformó a Guevara en una persona bien diferente. Le puso un chaleco debajo de la camisa y saco, que lo hacía más gordo; un corte de pelo de "máquina 0", que le daba una frente más amplia; gruesos anteojos con posibilidades de mirada retrovisora, una prótesis bucal y zapatos que aumentaban su estatura. Podría sostenerse que quedó muy parecido a Cantinflas (la misma observación que hizo el embajador Albino Gómez en su relato sobre Guevara en la residencia de Olivos, en agosto de 1961), con la apariencia de un hombre gris, un promotor de medicamentos.

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