jueves, 30 de octubre de 2014
GATOPARDISMO
¿VIVIMOS UN NUEVO GATOPARDISMO?
por Carlos Berro Madero
carlosberro24@gmail.com
La crisis dirigencial que afecta a nuestro país, muestra a las diversas fuerzas políticas y sociales en pugna muy bamboleantes, bajo los efectos psicológicos del TEMOR AL FUTURO, una patología que se va extendiendo peligrosamente.
Tanto el gobierno, a través del “off the record” de algunos funcionarios muy “jaqueados” por su propia realidad, como así también el mundo empresario y los mismos sindicalistas -que oscilan entre la resistencia silenciosa o las amenazas de lucha-, esbozan argumentos contradictorios que evidencian hasta qué punto ha petardeado el kirchnerismo la cohesión social en estos larguísimos diez años plagados de violencia y sumisión.
Todos ellos parecen desconocer lo que decía Alvin Toffler en los 70 al respecto de cuestiones semejantes: “para sobrevivir, para evitar lo que hemos denominado “shock” del futuro, el individuo DEBE CONVERTIRSE EN UN SER INFINITAMENTE MÁS ADAPTABLE Y SAGAZ QUE EN CUALQUIER TIEMPO ANTERIOR, comprendiendo los efectos de la transitoriedad de las cosas. Al acelerarse el ritmo de los cambios en la sociedad, un número creciente de personas parece sentir agudamente la diferencia y se retira a un medio privado, cortando el mayor número posible de contactos con el acelerado mundo exterior, para terminar vegetando, en definitiva, hasta su muerte”.
¿Similitud o coincidencia?
Por otro lado, como acaba de señalar el presidente de la UIA Héctor Méndez, el gobierno K ha tenido un modelo político y económico de corte netamente IDEOLÓGICO (habría que decirle, entre paréntesis, “tarde piaste”, por su tardanza en comprenderlo). Y es bien sabido que ciertas pasiones y sueños revolucionarios falsos que pretenden corregir el mundo ordenado por el rigor de las matemáticas, solo arriban a un final amargo, al generar interminables enfrentamientos entre gente que termina luchando por su propia subsistencia, sin mirar más allá.
Muchos políticos, dirigentes y empresarios que deberían proponer la agenda del futuro, demuestran estar atemorizados también por la herencia devastadora de un proceso político que no saben cómo abordar: inflación galopante, déficit fiscal abrumador, corrupción sin freno, avance incontenible del narcotráfico y la delincuencia, y una ausencia total de ideas que se advierte en discursos insulsos que solo versan sobre alternativas entre “cambiar lo malo” o “conservar lo bueno” (¿) sin más detalles.
Apegados a un estilo de vida supuestamente celoso de la “soberanía nacional” (que a esta altura de los acontecimientos nadie sabe definir con precisión en qué consiste), los protagonistas de la vida pública y política deambulan por las radios, la TV y los foros de opinión recriminándose mutuamente faltas y omisiones, SIN QUE NINGUNO DE ELLOS SE HAYA DECIDIDO A ESCRIBIR UN PUÑADO DE IDEAS SIMPLES Y CLARAS QUE NO SUENEN A MEROS EUFEMISMOS “DEFENSIVOS”.
Los dichos que nos dedicara Ortega y Gasset cuando visitó Buenos Aires en 1935: “argentinos, a las cosas”, cobran hoy una relevancia inusitada. Si queremos salir de nuestras postraciones, nos están esperando tiempos de mucho esfuerzo, pocas palabras y una línea argumental inteligible, que nos permita abandonar las declamaciones grandilocuentes y ciertas parrafadas emocionales que no conducen a ninguna parte.
Estamos “groggy”, como algunos boxeadores que deambulan dentro de un cuadrilátero con la mirada perdida por los golpes recibidos, mientras miran de reojo a su rincón para ver si alguien se compadece de ellos y arroja la toalla a fin de evitarles un vergonzoso “knock out”.
Hemos olvidado al parecer que la historia del mundo indica que muchas empresas exitosas se han desarrollado a menudo en la oscuridad de un modesto desván, con paciencia y objetivos claros.
Este es quizá el secreto que encierran los días por venir, cuyo desenlace es aún sumamente incierto. El kirchnerismo se está despidiendo en medio de torpezas, pero no se ve con claridad aún cuál es la apuesta de la sociedad de cara al futuro.
Las encuestas de opinión pública recientes arrojan resultados muy ambivalentes. ¿Evidenciarán acaso que ha nacido un nuevo gatopardismo en la conciencia de mucha gente atemorizada que apuesta a que todo cambie sin que nada cambie?
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