jueves, 23 de octubre de 2014

LA SILENCIOSA

Lo que ocultó el silencio de Cristina por Eduardo van der Kooy Algunas malas lenguas -las muy malas- vinculan la afonía y la desaparición de Cristina Fernández de la escena por varios días con la larga y complicada disputa con los fondos buitres. ¿Un reflejo, tal vez, de su fatiga laboral? Según aquellos mismos intérpretes, habría que indagar la explicación por otro lado: una somatización, en la jerga psicológica, de la inquietud que le causaría a la Presidenta el empeño de los buitres por escarbar en las rutas clandestinas del dinero K, que tiene a Lázaro Báez como estandarte. Tampoco la suerte del empresario patagónico la alcanzaría desvelar. El verdadero problema serían los secretos financieros de la familia Kirchner que podrían salir a la luz si los detectives contratados por los holdouts sacudieran las alfombras de las sociedades fantasmas descubiertas en Nevada, Estados Unidos. Entre tanto rumoreo intenso, a propósito, comenzó a circular uno que estremece. Parte del dinero descubierto en el exterior -afirman- podría corresponder a aquellos U$S 535 millones pertenecientes a Santa Cruz, que Néstor Kirchner sacó de las arcas provinciales antes que estallara la crisis del 2001. El Gobierno se encargó de atizar esas dudas con el manejo desprolijo que hizo del estado de salud presidencial. Esa es una cuestión que, con altibajos, el kirchnerismo no logró resolver en una década. También sucedió con las enfermedades del ex presidente. Cristina se recluyó desde el viernes pasado. Según el parte médico, debía guardar reposo durante 48 horas. Es decir, el fin de semana. Jorge Capitanich anunció el lunes que la mandataria estaba "extraordinariamente bien". Ayer, sin embargo, comunicó a primera hora que había decidido aplazar su visita a Chaco. Horas después el portavoz, Alfredo Scoccimarro, dijo que ese viaje lo haría, al final, mañana. Pero que suspendía el acto previsto para hoy en La Plata, por el aniversario de las Madres de Plaza de Mayo. Scoccimarro subrayó que la Presidenta estaba desde ayer desarrollando tareas normales en la residencia de Olivos. Su agenda figuró todo el día en blanco en el sitio presidencial de internet. Al final apareció en un mensaje grabado por cadena nacional para hablar del Código Penal. Un galimatías. Las voces del poder que sustituyeron su silencio quizás hayan ayudado poco a aplacar la faringitis presidencial. Las sombras de Amado Boudou y de Báez envolvieron casi todo el discurso oficial. Julio Alak anotició, por ejemplo, que en cualquier ministerio se suelen perder expedientes. Un descubrimiento en la era de la informatización. Esa excusa pueril tuvo una razón: la imposibilidad de negar que se esfumó de la Inspección General de Justicia, que depende de su ministerio, un informe de 22 páginas sobre el caso Ciccone. Se trata del escándalo que tiene en jaque desde febrero del 2012 al vicepresidente. El micrófono fue ocupado más tarde por Ricardo Echegaray. Nadie comprendió muy bien por qué el titular de la AFIP mechó el nombre de Cristina con el de Báez, afirmando que no son socios, durante una rueda de prensa convocada para hablar sobre una denuncia contra el empresario K por la compra de facturas truchas. Aclaró, en cambio, que la Presidenta y el constructor tendrían vínculos comerciales. A lo mejor, refirió al alquiler de cientos de habitaciones -nunca ocupadas- que Báez hizo en tres de los hoteles de El Calafate, propiedad de Cristina. Coincidencia o no, los fondos buitres andan en Nevada detrás de esas posibles conexiones. El trabajo de esos extorsionadores sería de un celo profesional que contrasta con la acostumbrada improvisación del kirchnerismo. Aquello de la presencia de detectives que siguen las rutas del dinero clandestino K no constituye una metáfora. Los holdouts contarían con la asistencia de una agencia británica privada dedicada al descubrimiento del dinero sucio. Habrían actuado, incluso, cuando los buitres presionaron al gobierno de la República del Congo, en Africa, también por una deuda en default impaga. El mayor interrogante, con esa realidad a la vista, sería desentrañar los motivos de la intervención de Echegaray. ¿Un pedido expreso de la Presidenta? ¿Un error involuntario en medio de una aclaración embarazosa sobre Báez? ¿O un mensaje intimidatorio hacia el interior del Gobierno, donde el titular de la AFIP suma connotados enemigos? No habría respuesta certera. Pero Echegaray no acostumbra, porque sí, a arrojar cartas por el aire. Alcanza con un antecedente: cuando se creyó rozado por el escándalo Ciccone no vaciló en ventilar el tráfico de influencias de Boudou para que se permitiera, con un plan de pago especial, el levantamiento de la quiebra de la imprenta. El principal enemigo interno de Echegaray es ahora Axel Kicillof. El ministro de Economía, en su trepada en el poder, pretende ocupar la AFIP con tropa propia. Cuestiona, además, manejos de la entidad recaudatoria con la operatoria del dólar ahorro. Por allí se siguen fugando, con la perseverancia de una hormiga, los dólares que Kicillof no consigue en el exterior y necesita para una economía que no logra abandonar su tobogán. El Banco Central, la UIF (Unidad de Información Financiera) y la Comisión Nacional de Valores realizaron ayer un sobreactuado procedimiento en las cuevas del microcentro para incautar dólares del mercado ilegal. Al mismo tiempo, el sistema de la AFIP para la venta de dólares ahorro dejó de funcionar. El dilema de Kicillof continúa siendo la escasez de dólares. El swap firmado con China nunca se termina de activar. El progreso de la relación con la Rusia de Vladimir Putin está por el momento circunscripta a la televisión. El ministro mendiga anticipos a los exportadores de cereales. Así las cosas, Kicillof teme que en algún momento deba aflojar la tensión con los fondos buitre. Pero esa tarea se torna cada vez más difícil e incierta en la medida que los holdouts continúen dispuestos a divulgar la corrupción kirchnerista en el exterior. También la misma realidad podría mirarse desde otra óptica. Las denuncias que van aportando los buitres quedarán en la nada si Cristina decide terminar el año que viene con el pleito. La oposición hizo poco y nada con el entramado de esa historia misteriosa. Recién en las últimas horas se conoció una gestión de Margarita Stolbizer. La diputada bonaerense del GEN (dentro de la alianza del Frente Amplio y UNEN) presentó nuevas pruebas en Uruguay que demostrarían vínculos entre empresas de Báez radicadas en esa nación y otras en nuestro país y en el extranjero. En Montevideo, la jueza en lo Penal, especializada en Crimen Organizado, Adriana de los Santos, sustancia dos causas por lavado de dinero que involucran al empresario patagónico. Esos trámites están paralizados porque desde hace un año y medio la justicia argentina no responde sus exhortos. La magistrada está dispuesta a insistir. Stolbizer llevará la misma información a Suiza, donde los buitres habrían hallado un giro de Báez de U$S 65 millones distribuidos en tres bancos. Ninguna de aquellas novedades parece conmover a Sebastián Casanello. El juez conduce las investigaciones sobre el empresario K y el presunto lavado de dinero. Pero lo hace a su ritmo, perezoso, sin preocuparse por la ampliación de informaciones que requieren Suiza y Uruguay. No está en ese lugar de la Justicia por casualidad.

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