domingo, 30 de noviembre de 2014
LA SEÑORA Y SU SEÑORÍA
La historia de La Señora y Su Señoría
El tipo habla despacio, sopesa cada palabra. Actúa un poco su papel de sabelotodo, pero sabe lo que dice. Hay dos maneras de parar esto: que Su Señoría acepte negociar o que La Señora se rinda. No veo posible ninguna de las dos. Es como si fuera una broma, pero va en serio.
Lo que según el sabelotodo no se va a poder parar es la investigación del juez Claudio Bonadio sobre los hoteles de la Presidenta y su familia, la vinculación con Lázaro Báez y la eventual derivación hacia un caso de lavado de dinero. Se trata, nada menos, del factor corrosivo que puede teñir todo el recorrido hasta el recambio presidencial para el que faltan un año y diez días.
Como resulta público y notorio, Bonadio es objeto de una ofensiva en toda la línea lanzada por orden de la Presidenta. Funcionarios y legisladores oficialistas se desgañitan acusándolo de los peores horrores, desde golpismo activo hasta enriquecimiento ilícito.
Sucede esta catarata porque el juez allanó la empresa Hotesur, se metió de frente con los negocios de los Kirchner con Lázaro Báez y profanó el santuario del patrimonio presidencial reclamando las declaraciones juradas de Néstor, Cristina, Máximo y Florencia.
Más que las imposturas, las torpezas, los latrocinios y las ineficiencias, no hay nada que pueda desnudar más el relato que perforar el blindaje sobre el patrimonio de los líderes de la década relatada. A muchos que siguen arrobados por el capital simbólico del kirchnerismo se les pueden aflojar las mandíbulas, caer los brazos, desmayárseles la convicción. Con eso no hay que meterse. Pero el juez se metió y así lo están atendiendo.
A Bonadio van a tratar de tirarlo a la banquina cuanto antes. Por ahora tiene apoyo amplio en la familia judicial y un respaldo moderado en la oposición política. Mientras las dos cosas le duren, va a durar. Es una carrera contra el tiempo: para el kirchnerismo cada día que pasa es un día menos de poder. Necesitan apurarse y en eso están. Son gente de temer. No van a rendirse.
Curioso: este Bonadio al que quieren cocinar a las brasas es el mismo juez de quien la diputada ultrakirchnerista Diana Conti dijo en 2010: “Claudio es para mí un ejemplo de juez independiente. Resuelve de acuerdo con sus convicciones siempre”. Está publicado en el diario La Nación. Eran tiempos de amigable relación entre el Gobierno y la Justicia.
Bonadio es un hombre de conversación fácil y amena, siempre que se trate de temas que atañen a otros. De sí mismo y de sus cosas habla más bien poco. No es un santo, Dios nos libre y guarde. Tampoco un asceta. Pero sus amigos dicen que no le van a encontrar fisuras. Hace veinte años que vive en la misma casa y nunca lo vimos con un auto último modelo, exageran un poco. Y agregan que a diferencia de otros miembros de la familia judicial –ellos mismos– que suelen ser más desaprensivos respecto de expansiones personales y cautelas patrimoniales, Claudio es un tipo que viene de la política y desde el primer día supo que todo tenía que ser muy prolijo.
Bonadio se declara “peronista desde los 15 años” y es juez desde 1994. Antes fue asesor y subsecretario durante el gobierno de Carlos Menem. Su padrino político para llegar al juzgado federal fue el entonces secretario de Legal y Técnica, Carlos Corach.
Hoy Corach es un consejero escuchado por Daniel Scioli. En la explosión de ira oficialista contra Bonadio, Scioli salió a cuestionar la espectacularidad del allanamiento a la empresa hotelera de Cristina. Criticó la forma pero no habló mucho que digamos del fondo del asunto. ¿Pura casualidad?
Los amigos del juez cuentan que cuando Bonadio volvió de ver al Papa, en junio de este año, casi no le pudieron sacar palabra de ese encuentro, que fue mantenido bajo un manto espeso de mutua discreción. Lo único que recuerdan haberle escuchado fue que se trató de una charla personal, intimista y muy cálida. Y que el juez les aseguró que en la reunión con su viejo conocido y admirado Jorge Bergoglio se habló de cosas de interés general, nada de política puntual y menos de cuestiones partidarias.
Tampoco da para construir alrededor de esto una novela fantástica, ni para ver la larga mano del Papa detrás de los desasosiegos presentes. Cuando viajó a Roma el juez no tenía la menor idea de que cinco meses más tarde una denuncia de la diputada Margarita Stolbizer le abriría las puertas del tesoro presidencial.
Por esa época Bonadio tenía en sus manos el caso de los papeles falseados del viejo Honda CRX Del Sol que Amado Boudou buscó escabullir del reparto de bienes en su divorcio. Por esa cuestión procesó al vicepresidente liberal/kirchnerista en agosto y lo mandó a juicio oral. Además, en su juzgado federal avanzan a ritmo desigual, casi antojadizo, una docena de causas contra otros funcionarios del Gobierno. La red de repetidoras de la Casa Rosada se desgañitó estos días asegurando que Bonadio usa los expedientes para defenderse. No se escucharon desmentidas.
La contraparte de esta historia, en verdad la protagonista central, es la Presidenta. Que se defiende atacando, como ha hecho otras veces, pero que está obligada a defenderse. Su táctica tiene dos patas principales. Una es apuntarle al juez y taparlo de denuncias políticas, personales y judiciales, cosa que el kirchnerismo ha hecho con rapidez y notable entusiasmo. La otra es minimizar la infracción contable de la empresa hotelera, que es el origen de todo este embrollo, explicando a partir del indudable carácter subalterno de esa falta la existencia de una fenomenal operación política contra ella y su gobierno.
El pequeño problema de esta segunda pata es que del desorden contable, convenientemente tapado por los organismos del Estado que debían controlar, se pasó rápidamente a un estadio superior, un rumbo que puede desembocar inevitablemente en la investigación por lavado de dinero. Esto, gracias a la jugosa provisión de fondos que Lázaro Báez inyectó en los hoteles de los Kirchner por la ocupación de habitaciones que nunca se ocuparon.
Así, el horizonte se oscurece. Y el año por venir, último de su mandato y signado por la elección para definir a su sucesor, puede encontrar a Cristina enredada en este asunto tan enojoso. Las causas judiciales son de recorrido largo. Es casi seguro que ésta irá más allá de diciembre de 2015. La Presidenta deberá gobernar el presente y cuidar el futuro, suyo y de su familia. Menuda tarea para una dama con voluntad de hierro y salud de cristal.
Fuentes con acceso directo al día a día de la Presidenta remarcaron a Clarín la sensación de soledad que suele rodearla. Cuentan que en los recientes veinte días de reposo, después de su internación por la grave infección intestinal que padeció a comienzos de mes, sólo salió de Olivos para compartir una cena en casa de su cuñada Alicia Kirchner, junto a sus sobrinas Natalia y Romina. Con ellas mismas había cenado la noche anterior a su internación en el Sanatorio Otamendi, episodio al que la propia Presidenta aludió esta semana, jocosamente, como “mis vacaciones anuales”.
Su sobrina Romina es señalada por esas fuentes como la persona que desde hace un tiempo es la más cercana afectivamente a la Presidenta. Sin contar a su hijo Máximo, que además oficia como gran consejero político. Es Máximo quien filtra las ansiedades y pedidos de ministros y gobernadores, quien distribuye indicaciones, quien predispone a su madre a favor de ciertos funcionarios o en desmedro de otros.
Dicen las fuentes, finalmente, que Máximo es a quien la Presidenta escuchará más que a nadie, si llega el momento de decidir si ella deberá ocupar alguna candidatura el año próximo, pensando en tener fueros que la ayuden a atravesar un futuro judicial incierto.
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