lunes, 19 de octubre de 2009
AGÓNICO PANORAMA POLÍTICO
Por Jorge Omar Alonso
Resulta cada vez más agónico el panorama político en Argentina.
Un nuevo episodio de transfuguismo se acaba de conocer últimamente, el “borocotazo” de cuatro legisladores: Ruben Ledesma, Patricia Gardella, Maria Areta y Adriana Tomaz quienes vilmente abandonaron sus bloques originarios pasándose al kirchnerismo.
Así está la política argentina, en manos de oscilantes vendidos por promesas de cargos a futuro o simple y contante “parné”.
Y la sociedad asiste a esta ruptura del tejido político, sin asombros ni reacciones. Está como narcotizada, incapaz de resolver sus conflictos mediante retroacciones. Como alguien lo mencionara una vez, es una sociedad “esponja” que todo lo subsume y fatalmente llega al conformismo.
Nuestra sociedad no puede definirse como libre. Lo que la hace o la mantiene libre es una estructura de poder capaz de neutralizar todo otro poder excesivo.
Esto tiene su significancia en cuanto a que ante la presencia de fuerzas desequilibradoras: una clase, un partido, un sindicato u otros grupos, su accionar no será eficiente si otras fuerzas no se alían para resistir. De esta manera una sociedad es libre cuando está en equilibrio.
Tenemos partidos, una Constitución, parlamento, pero todo ello no es signo de una sociedad libre ni de un sistema democrático. En nuestro caso son indicadores engañosos.
La Constitución no existe para el régimen, los partidos políticos han desaparecido siendo reemplazados por intrascendentes agrupamientos, lo más parecido a un rejunte.
El Parlamento ha perdido su honorabilidad en manos de una caterva de tránsfugas, que cambian votos por favores. Convertido en un ámbito prostibulario, en donde se ofertan travestidos ideológicos al “cafishio” de Olivos.
Había dicho Burke: “El Parlamento no es un congreso de embajadores con intereses opuestos y hostiles; intereses que cada uno debe tutelar, como agente y abogado, contra otros agentes y abogados; el Parlamento es, por el contrario, una asamblea deliberante de una nación, con un único interés, el del conjunto; donde no deberían existir como guía objetivos y prejuicio locales sino el bien general”. Pudiendo agregar nosotros donde no existan intereses particulares o de facción.
El Estado argentino ha sido reducido a una gran asociación ilícita y el drama de nuestra experiencia democrática, está representado por la apatía del ciudadano indiferente a la política. Tal vez sea una reacción lógica ante la ausencia de ese mismo Estado ante sus necesidades más urgentes en materia de seguridad, educación, sanidad y trabajo.
El ciudadano debe tener la certeza de su participación activa y el conocimiento-información que constituye el saber. Ambas calidades presuponen una mejor democracia. Pero por sobre todas las cosas el ciudadano debe sentir la protección de las leyes.
Pero para que este supuesto se verifique, los gobernantes deben subordinarse a aquellas. De otro modo todo correrá riesgo ante el déspota de turno: los derechos, las propiedades privadas y las libertades.
Porque aquel esgrime el poder y lo ejerce sobre las leyes, avasallándolas en cuanta ocasión se le presenta en un hábil ejercicio maquiavélico.
En el “Diálogo en el infierno entre Montesquieu y Maquiavelo” de Maurice Joly, el primero le dice al florentino: “No hay mas que dos palabras en vuestra boca: fuerza y astucia. Si erigís la violencia en principio y la astucia en precepto de gobierno, el código de la tiranía no es otra cosa que el diálogo de la bestia” .
Una vez derribada la barrera constitucional por la bestia, la política por sí misma no proporciona confianza. La bestia está entre nosotros.-
CYA
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