martes, 6 de octubre de 2009

LA ACROBACIA DEL ESTUPIDISMO


La condena a los piqueteros que el propio matrimonio protegió e instigó, hizo temblar el piso del cementerio de Père Lachaise, en París.
: LA ACROBACIA DEL ESTUPIDISMO
(Por el Lic. Gustavo Adolfo Bunse). (6/10/2009)


Uno junto al otro, por rara casualidad, descansan allí los restos de Poquelín (Molière) y los de Jean de La Fontaine.

La Fontaine terminó su fábula de “La zorra y la cigüeña” diciendo :

“Para vosotros escribo… embusteros : Esperad la misma suerte ! ”

Moliére, en su obra cumbre en cinco actos “Tartufo o el impostor” hace una descripción tan brillante y descarnada de un hipócrita, que hasta la Real Academia se apropió de la palabra tartufo como sinónimo de hipocresía.

Las letanías de la señora regente condenando a los piqueteros, conmovieron las tumbas de estos dos grandes hombres. Fue… casi como un terremoto.

“La hipocresía y la perversidad no admiten ser practicadas sin un poco de estilo. No son cosas para estúpidos”., dice Molière

Si en la Argentina, todos los estúpidos levantaran vuelo al mismo tiempo… probablemente taparían la luz del sol. Son plaga.

Hubo ejemplos muy concretos de estupidismo en la primera magistratura y probablemente ya no quede demasiada gente en la Argentina que no sepa bien quienes han tenido (y quienes tienen) aquellas características, aunque, cuando los votaron, no se habían dado cuenta de ese defecto.

El estúpido, muchas veces pasa por loco, o acaso por genio (como el caso de la película “Desde el Jardín”, donde el señor Gardiner - un tarado mental - se convierte en el factótum de las decisiones del Presidente de los Estados Unidos).



Pero existen facetas de la personalidad de un estúpido que hacen que buena parte de sus acciones, se conviertan en actos de verdadera malicia y crueldad.
Suele entonces, la perversidad, ser hija putativa de la estupidez.

El gobierno que tenemos, podría ser un ejemplo bastante claro.
Suena casi magnánimo librarlo de su maldad ingénita y cambiársela por otro factor originante : la simple imbecilidad.

Y tal vez ese es uno de los más temibles subproductos de impacto en las naciones sometidas al capricho de un estúpido militante.
Asignarle, por error, la categoría de “duro”, “confrontativo”, “ideólogo”, “empecinado”, “loco” y otras tantas adjetivaciones que lo único que hacen es esconder su verdadera esencia : el estupidismo.

Al ser la maldad, la mayoría de las veces, un producto de la imbecilidad, entonces, para combatir la primera, no sólo hay que poner manos a la obra con urgencia sino que también hay que prestar atención a la segunda que la nutre y que como se ve, casi siempre la ocasiona.

Por lo general, vemos que se trata de imbecilidades de grueso calibre.

Gente muy capaz e inteligente, se ve entonces conminada a discutirlas, rebatirlas e intentar anularlas, y por lo tanto a escuchar lemas infames, discursos ramplones, razonamientos que no merecen tal nombre, arengas rudimentarias de la farsa y afirmaciones totalmente piradas.

Pero lo peor, suele ser un embuste estúpido y sin estilo, una hipocresía que ni siquiera merece el cartel de tartufismo.
Condenar a los piqueteros es mucho más que una cabriola en aire, propia del caradurismo… es, además, una clásica acrobacia del estupidismo.

El terrorismo fue otro clásico ejemplo de maldad provocada por idiotas además de los jefes de Estado.

Kant ya advirtió contra esto: “Nunca discutas con un estúpido.
La gente podría no notar la diferencia”.



Sin embargo a veces es casi inevitable desoír ese consejo, por ejemplo cuando los grandes estúpidos… como ahora, lo están matando a uno.

A menudo se descubre que la cosa es incomprensible, y no desde luego por la complejidad de los motivos, sino por el contrario, por su extrema elementalidad, por la brutal superficialidad, por la indefectible exageración de la medida de su estupidismo.

Lo cierto es que, en esos casos, además de protegerse, de luchar, de llorar los daños que ya son irreversibles en este país y de vivir en permanente estado de zozobra, no queda otra solución que observar y no olvidar a los estúpidos. A esos que tratan de explicar y argumentar mil cosas con la acrobacia del embuste más infantil.

Cualquiera que sepa algo del régimen nazi habrá comprobado que detrás de él no había una sola idea interesante ni original, ni compleja, ni siquiera digamos inteligente.

Basta ver una vez más “El triunfo de la voluntad”, el grandilocuente documental de Leni Riefenstahl sobre las concentraciones hitleristas de Nüremberg en 1934, para verificar allí que - las masas - se enfervorizaban ante discursos que eran completamente vacuos, utópicos y rupestres.

Durante cuarenta años se oyeron las mil cretinadas franquistas hasta la náusea, todas de un nivel intelectual verdaderamente ínfimo.

Léanse los “profundos” pensamientos que llevaron a Milosevic y a Karadzic a sus criminales limpiezas étnicas. (¡ Uno era psicoanalista y el otro poeta !) pero su lastimosa indigencia intelectual fue más bien digna de verdaderos analfabetos.

Ahora aparecen en nuestro horizonte unos neo terroristas : los tartufos
Solo falta, que nos ofrezcan inmolarse.
La traducción lineal de todos sus mensajes, da vergüenza ajena porque nos sumerge también en el inabarcable mundo de las sandeces que proponen.






Con el gobierno que dirige hoy nuestros destinos, pasa exactamente lo mismo: No cuesta mucho advertir, bajo sus capas negras de déspotas, de totalitarios y demagogos , la verdadera esencia de estupidez que tienen dentro, como yacimiento inmanente de su falsa retórica y como sostén endeble de su prédica de baldío.

No nos cuesta nada tener una gran indignación ante semejantes infamias perpetradas a los ponchazos con esa imagen de directora de escuela y con su admonición burlona para niños ingenuos.

En suma, con su hipocresía salida de, la mejor obra de Moliêre y de la más pueril fábula de La Fontaine.

No parecen quedar dudas. No son perversos.
Son algo mucho peor.

Porque un perverso suele tener estilo, cierta inteligencia, cierta habilidad para el vicio, e incluso, en lo suyo… hasta cierto talento macabro, es decir… tiene… casi siempre, más de un dedo de frente.

Ni siquiera, antes bien, merecen la frase de advertencia

“Para vosotros escribo… embusteros : Esperad la misma suerte ! ”



Lic Gustavo Adolfo Bunse
gabunse@yahoo.com.ar

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