domingo, 4 de octubre de 2009

PAZ, PAN, Y TRABAJO



Por el Lic. Claudio Valdez

Este lema fue consigna de luchas gremiales a inicios de la década del ochenta, movilizando manifestaciones callejeras contra el entonces gobierno militar y después contra el “renovador” gobierno radical. La CGT liderada por un “llorón” Secretario General, así calificado por el locuaz Alfonsín, montaba en la calle reclamos con la mencionada consigna que pretendía ser solución a los crecientes problemas que el “Proceso de Reorganización Nacional” ni el flamante gobierno democrático lograban superar.

Casi treinta años después la sociedad argentina continúa padeciendo el inacabable desastre de su nación políticamente organizada, luego de la experiencia socialdemócrata de los radicales de Alfonsín, los justicialistas de Menem, los aliancistas de De la Rúa, los “emergentólogos” de Puerta, Rodríguez Saá, Caamaño y Duhalde, los justicialistas de Kirchner y los “frentevictoristas” de la Sra. Fernández de Kirchner, heredera presidencial por “decretazo” de su marido.

El Estado, en todos los niveles fue pervertido en su legitimidad política, en su intervención económica, en su gestión social y en su orientación cultural. Hoy estamos peor que en aquel entonces en todas las actividades necesarias para la satisfacción de las necesidades y subsistencia de nuestro pueblo. Si bien no nos encontramos en guerra como durante la gesta de Malvinas, por ahora, no deberíamos descartar próximos conflictos con el mundo norte y posiblemente con otros países emblemáticos, en respuesta a peligrosas declaraciones y alineamientos de la personalidad presidencial de la señora y los insensatos consejos del “primer caballero” en que se habría constituido su esposo.

La paz, en tanto, no se ha logrado: la delincuencia organizada y “al voleo” reemplazó con creces las agresiones del terrorismo subversivo y la consecuente represión del Estado, padecidas por los habitantes en aquellos “años de plomo”. La muerte de víctimas de ilícitos es ahora “sin discriminación” y cualquier mujer, varón, niño o anciano resulta objeto de crueles delitos que incluyen tortura, lesiones gravísimas e incluso muerte con alevosía. La desaparición de personas durante el régimen democrático es una realidad que no logra las respuestas apropiadas.

Las fuerzas policiales, de seguridad y las instituciones judiciales están desbordadas, además de que los niveles superiores del Estado y sus distintos poderes se encargan de malograr sus desempeños profesionales; la paz social solo se mantiene gracias a la resignación de las potenciales víctimas y porque los malos, los delincuentes, también a veces descansan.

El pan, se hace con harina y es necesario obtenerla. En nuestro país no sería difícil incrementar la cosecha de trigo y además lograr cualquier producto agroganadero, si la voracidad fiscal y el mal trato a productores, empresarios e inversores no fuera el modo con que un gobierno perverso provoca “la lucha social” buscando lograr apoyos en los sectores más pobres y desesperados.

Su insidioso y sistemático proceder genera cautela, prevención, incertidumbre, pérdidas y hace que quién debe plantar, reproducir, criar, exportar e importar suspenda sus labores y negocios, con lo que se incrementan las reducciones y faltantes aumentando la pobreza. Las necesidades insatisfechas son la medida de la tan discutida pobreza, y el aumento en la demanda de comedores comunitarios gratuitos su evidencia.

La desnutrición es estigma de atraso mental de los dirigentes; las provincias o zonas donde es padecida dejan en evidencia la carencia de humanidad de sus líderes políticos. Son meros brutos que ignoran la excelencia propia del hombre, que lo lleva a producir sus propios medios de subsistencia. La historia nos relata que cuando desde el poder se estrangula la producción, la necesidad termina estrangulando el poder.

Del trabajo mucho se ha hablado, en cuanto a fuerza de producción, medio de realización del hombre, actividad que lo identifica y, por supuesto, medio de subsistencia individual. Este último aspecto es el valor que como retribución reconoce la sociedad e incorpora al trabajador como integrante de la misma. El desempleo es indicador de desintegración porque el mensaje es “no te necesitamos”.

Dejándose de lado el sistema económico involucrado; altos índices de desempleo son síntomas de desvarío dirigencial, tanto como alta incidencia de empleo informal (en negro) revela interpretaciones estatales equivocadas de protección al trabajo.

Si luego de transcurrido más de un cuarto de siglo y el reclamo de nuestro pueblo continúa siendo por “paz, pan y trabajo”, no queda otra opción que entender que lo hecho hasta hoy estuvo equivocado. En verdad estamos anclados en la década del setenta y de la peor manera: con una forma de gobierno representativa republicana federal, que no cumple con lo establecido en la propia Constitución.

Eso sí, intervenimos en profusas elecciones hasta con “segunda vuelta”, que nos brindan un periódico entretenimiento mientras el Estado incrementa su bancarrota. Todo bien, si en tanto, ¡gracias a Dios no perdió el trabajo!.

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