sábado, 3 de febrero de 2018

REINO DEL REVÉS

En el reino del revés, Moyano y los K, codo a codo por Hugo E. Grimaldi “El enemigo de mi enemigo es mi amigo", un viejo proverbio de la diplomacia y de la guerra, aun de las menores como son las escaramuzas que libran a diario por la plata los barrabravas de todos los clubes, es la guía que hoy conduce el casi insólito acercamiento entre Hugo Moyano, muchos kirchneristas nostálgicos y varios gremios históricamente alejados del otrora mandamás cegetista. Para casi todos ellos, aunque terriblemente deshilachada ante los ojos de la opinión pública, atar su supervivencia al camionero representa una oportuna soga que, al menos, les permite ganar una modesta vida en sus respectivos deterioros y, por eso, lo van a acompañar en la calle el 22-F, junto a actores sindicales no tan relevantes. El "Negro", quien en tiempo de los ultramachos sindicales y para evitar nombrarla en las reuniones de la CGT llamaba peyorativamente "la mujer" a Cristina Fernández aun después de la muerte de Néstor Kirchner -expresión que no computaba como criticable por las feministas de aquellos tiempos- por ahora acepta sin reparos a esos nuevos camaradas de ruta, aun muchos de ellos enrolados en una extrema versión "destituyente", tal el léxico que supieron cultivar esos mismos actores en tiempos en que le colgaban ese rótulo al mismísimo Moyano. Hoy, oponerse con furia al presidente Mauricio Macri le da evidente rédito en sectores que se han olvidado de aquellos ofensivos ninguneos y se cuelgan de todo lo que les sirva para horadar al actual gobierno. Lo cierto es que, por estas horas, el ex titular de la CGT ha saltado a la categoría de ídolo en las redes sociales y en los medios que siguen reivindicando no sólo a la ex presidenta sino al modelo corporativo y prebendario que la sostuvo en el poder, es verdad que entonces sin el aval de Moyano, por cierto. Está claro que entre el camionero y estos compañeros de ocasión no hay realineamiento alguno, sino conveniencias mutuas que les permiten tragar sapos a diestra y siniestra. En ese sentido, está claro que Hugo y sus hijos saben muy bien que pueden ser usados políticamente por los mismos que hoy les hacen el coro, pero a la vez creen de verdad que los graves problemas que le están apareciendo a la familia a diario en la Justicia, algunos referidos a empresas que integran (o que se cree que integran), con connotaciones de enriquecimiento ilícito y/o de lavado de dinero y otros sobre manejos poco claros en los dineros del club Independiente han sido motorizados por el Gobierno. Además, las declaraciones de "Bebote" Álvarez, un personaje al que es difícil darle crédito completo, los dejó mediáticamente mucho peor parados. Ante tamaña y tan persistente ola de denuncias, los Moyano se sintieron acorralados, tuvieron que discernir qué hacer y en un momento se inclinaron por jugar al todo o nada, marcando su oposición a una eventual reforma laboral y al techo paritario (dos temas en los que el Gobierno pretendía avanzar), vociferando sobre despidos bastante incomprobables y, sobre todo, victimizándose y denunciando persecución política, otro elemento en común con casi todos los acusados kirchneristas. El jefe del clan terminó de dinamitar los puentes con el Gobierno cuando pronunció una advertencia digna de Mario Puzo: "Si voy preso, que sea en la celda de al lado del padre de Macri". Para aproximarse al complejo ajedrez del enfrentamiento hay que mirar también el tablero del otro lado, ya que el Gobierno no puede salir aún de los vericuetos en los que se metió hacia fines del año anterior y que significó una paliza en términos de imagen, al tiempo que arriesga en cada movida perder una pieza más. Fueron casi todas ellas situaciones en las que la endeble economía que administra hizo su parte (déficits, inflación, tipo de cambio, tarifas) en la consideración pública, como también comenzó a arriesgar las alianzas legislativas que supo tejer para aprobar antes de fin de año media docena de leyes-clave, hijas del Acuerdo Fiscal con las provincias. Pese a que fueron los gobernadores quienes firmaron en diciembre la defunción del sistema de ajuste jubilatorio que instaló el kirchnerismo y que ellos sabían perfectamente que los fondos de los cambios iban a ir a la provincia de Buenos Aires para evitar que la manta corta les reduzca a ellos la Coparticipación, los dolores de cabeza del Gobierno se iniciaron con este tema que absorbió en soledad, quizás para mantener la fiesta en paz o para pagar ahora mismo todos los costos y dejar fluir la cuestión rumbo hacia 2019. Es posible también que no lo haya calculado correctamente o que haya subestimado una vez más cómo le iba a caer la cosa a la población, pero lo cierto es que aquel primer mandoble lo desacomodó y que a eso le siguieron los cambios en las metas de inflación, el precio del dólar a casi 20 pesos y el nuevo tarifazo de febrero. Luego estuvo la cuestión de la Reforma Laboral que integró el primer paquete del "reformismo permanente" del Gobierno y que luego fue abortada, tras aquella incursión de Pablo Moyano hablando de la ominosa "Banelco". Ante tamaño lío, el oficialismo se encontró con la negativa del habitualmente criterioso Miguel Ángel Pichetto para tratar ese proyecto sin un consenso sindical pleno. Y mientras algunos piensan que todo fue un enjuague dilatorio de peronistas incorregibles, el temperamento de la Jefatura de Gabinete apuntó primero a pasar el tema a Extraordinarias de febrero y luego, a dilatar la cuestión o inclusive a llegar al desguace de la Ley, para sacar, a partir de marzo, lo que se pueda obtener. En tanto, el plan es intentar un retorno a acuerdos que buscan hacer más competitivos a los sectores, con anuencia de cada gremio, entre ellos los costos de transporte y logística en la que mucho tiene que ver el sindicato de camioneros que se niega a avanzar en ese esquema por considerarlo "flexibilizador". A su vez, desde el Gobierno dicen que Moyano es un "dinosaurio" con el que es imposible conversar. Mientras tanto, el resto de la central obrera, la que representa a los gremios más grandes y la que observa la partida desde la tribuna, negocia sus cosas con el ministerio de Trabajo. En todo este contexto, el episodio de Jorge Triaca cayó como un rayo sobre la línea defensiva del Gobierno y le hizo perder no tanto piezas vitales, sino posicionamiento sobre el tablero. Otro tema que coadyuvó para ganar críticas opositoras fue el llamado megadecreto que en enero se vendió que era "para bajar costos de la economía" reduciendo burocracia, aunque en la letra chica deroga nada menos que 19 leyes o decretos y hace 140 modificaciones en otras normas. El mamotreto avanza en temas muy disímiles como producción militar, inversiones de la ANSeS, cambios en los registros de patentes y marcas, transporte de obras de arte, el fin del Registro Industrial, normas de sanidad animal, procedimiento de licitaciones públicas, etc. Si se aplica completo, el ahorro sería de $ 100.000 millones, pero es obvio que el Congreso necesita intervenir en algunos temas y no hay ánimo del Gobierno de puentear a los aliados eventuales, así que es por eso que, pese a que se quiere defender la norma completa en el debate en Comisión, todavía no se descartó poner las cuestiones más críticas en un proyecto de Ley negociado, para que la Bicameral apruebe el grueso del paquete. En materia de idas y vueltas y sobre todo de contrasentidos, tras el caso Moyano y otras delicias de la realidad, la Argentina sigue haciendo méritos al respecto, con situaciones que María Elena Walsh hubiese caracterizado como dignas del "reino del revés": en estos últimos días se festejaron inversiones que se nos prometen, pero que no llegan; de un acuerdo casi caído entre el Mercosur y la Unión Europea que primero relativizó la Cancillería tras la reunión de Macri con el francés Emmanuel Macrón, hasta que tuvo que ser el propio Presidente quien puso la cuestión en perspectiva, mientras se sigue negociando. Por último, la ciudadanía observa a diario a jueces que liberan a delincuentes que salen a matar y ahora mira azorada cómo se procesa a un custodio de la Ley por supuestos excesos en su legítima defensa. Cartón lleno.

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