jueves, 15 de febrero de 2018

SEMESTRE COMPLICADO

Un semestre muy complejo por Daniel Muchnik Dos situaciones se han sumado para dar el puntapié inicial a 2018. Por un lado, el malhumor de gran parte de la sociedad por el apriete de la realidad económica y por otro, la megalomanía, el narcisismo y la acción golpista del dirigente Hugo Moyano, quien propuso un paro general a fin de mes, desechado por gran parte de sus pares. El mismo tiempo coincidió con el encarcelamiento de dirigentes gremiales rodeados de montañas de dólares mal habidos. Sin duda alguna la inflación, el ajuste de las tarifas y las fluctuaciones del dólar han terminado por lesionar seriamente la confianza o el respaldo al Gobierno. Del 56 por ciento de apoyo en los sondeos del mercado, la administración de Mauricio Macri ha caído al 40 por ciento. Es la peor proporción desde los registros de mediados del año pasado. Según una encuesta de la firma de D’Alessio Irol /Bernstein, conocida por sus entregas en los congresos de IDEA, para la mitad de los entrevistados las condiciones económicas para dentro de un año estarán peor. La otra parte, el 44 por ciento, sostiene, por el contrario, que mejorarán. La grieta ideológica se ha ensanchado y eso se comprueba cuando se investiga acerca de la inflación y el bienestar de la población. Un 41 por ciento de los que votaron oportunamente por Cambiemos afirma que la inflación descenderá. Enfrente, un 77 por ciento de los que pusieron el voto para el cristinismo afirma sin dudar que crecerá. Está claro que las expectativas de mayor inflación son importantes porque inciden en el costo de vida de estas horas, determinan los precios futuros y el clima social. Empresarios y ciudadanos observan que los costos del transporte de cargas elevarán más los índices inflacionarios, por la fuerte incidencia de la suba de los combustibles (incremento del 20 por ciento desde octubre pasado), los impuestos varios y los peajes. El año pasado, en general, el alza de los costos logísticos fue de un 24 por ciento. Los técnicos que vienen observando todo lo que pasa en Estados Unidos, la salida de capitales de las Bolsas, la búsqueda de bonos del Tesoro del país del Norte hará más difícil la búsqueda de créditos como lo venía haciendo la Argentina. A partir de ello, el Gobierno tendrá que recurrir al crédito local y serán el Banco Nación, la Anses y el Banco Provincia los proveedores, como lo han sido siempre en circunstancias parecidas. El tiempo futuro, para el Gobierno, no se muestra fácil. Por suerte, el caso Moyano, que ha llegado a afirmar, casi con gorro militar, que el macrismo “está fracasando y le queda poco tiempo”, está siendo controlando por la Casa Rosada. La mayoría de los gremios no le han dado respaldo al dirigente de los camioneros y se trata de sindicatos grandes, de importancia. Hablamos de entidades de trayectoria y peso económico que no han tenido reyertas con el oficialismo. Definen la movida de Moyano como una venganza mientras el aparato gubernamental les ha puesto la lupa a sus increíbles negocios. Por el contrario, los dirigentes cristinistas prestan su ayuda y en las fotografías aparece su hijo Pablo agradeciendo la presencia de un sector de la CTA o del preceptor Baradel, que dice representar al magisterio. Moyano tiene que tomar conciencia de que el sindicalismo no goza de respaldo social en la Argentina. Fueron, sus jefes, en su tiempo, un importante factor de poder. Basta recordar a Augusto Timoteo Vandor, que pagó con su asesinato la pretensión de hacerle frente a Perón. Otro metalúrgico como Lorenzo Miguel, que en 1975 representaba a 600 mil obreros (hoy apenas llegan a 50mil), le hizo frente al propio gobierno de Isabel Perón, frenó el Rodrigazo y alcanzó a expulsar del país a José López Rega, dueño y señor de la muerte porque conducía las Tres A, desde el Ministerio de Bienestar Social. El sindicalismo fue la columna vertebral del peronismo. Nada que ver con el pasado romántico de los gremios manejados hasta 1943 por socialistas, anarquistas y comunistas.

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