domingo, 25 de noviembre de 2012

DEBE, NO PAGA

DEBE, NO PAGA Por Malú Kikuchi (25/11/2012) Hacemos escuela. Triste y deshonrosa escuela. El Club de París se creó en 1956, cuando se realizó la 1° reunión (París) entre los miembros acreedores de Argentina, país deudor, con problemas para saldar sus cuentas. En tiempos de turbulencias económicas, el mundo empresarial tiembla al pensar que Argentina puede entrar en otra cesación de pagos a raíz del fallo del juez Griesa. Están pendientes de nosotros. Triste y deshonroso. El tema parece complicado, no lo es. Pero para aceptar la serie de hechos que nos han traído hasta acá, hay que despojarse del nacionalismo popular tan de moda. Hay que entender que deber y no pagar, no es de patriotas, es de sinvergüenzas. Que deber y pagar, no es de cipayos, es de gente de bien. Argentina, desde 1810 ha sumado deudas. La guerra por la independencia obligó a las milicias a requisar ganado para alimentar la tropa, caballos y armas para equiparlas. Anotaban en papelitos donde figuraba lo debido y lo firmaba el general, coronel o militar de turno que estaba al mando. Esas deudas nunca se pagaron. Al asumir como gobernador de la provincia de Buenos Aires Manuel Dorrego (1827) blanqueó que no se pagarían, al igual que el empréstito de la Baring Brothers, contraído en 1824, siendo Martín Rodríguez gobernador, ministro de gobierno Rivadavia y ministro de finanzas Manuel García. Primer “default” argentino. Quedó en el olvido. En 1842, Rosas intentó negociar la deuda de la Baring Brothers (1762/1995) ofreciéndoles las islas Malvinas como pago, a lo que le contestaron que las islas ya estaban en poder de Gran Bretaña y que ellos, eran una entidad privada y no estatal. Se olvidó otra vez. En 1876, el presidente Avellaneda, necesitado de dinero, decidió honrar la deuda de la Baring y así poder obtener otros préstamos. Dijo, “Los tenedores de los bonos argentinos deben reposar tranquilos. La República puede estar dividida hondamente en partidos internos, pero no tiene sino un honor y un crédito, como sólo tiene un nombre y una bandera ante los pueblos extranjeros”. Se empezó a pagar y nos miraron con respeto. La historia de las deudas argentinas es larga. Sólo en 1952, con Perón, no estuvimos endeudados. Lo importante es que las deudas se contrajeron por decisión soberana de los sucesivos gobiernos argentinos. Ningún país, ningún banco, ninguna empresa extranjera nos obligó a punta de pistola a contraer las deudas. Se supone que los que las contrajeron lo hicieron pensando en el bien del país. Ningún gobernante quiere pasar a la historia como un cretino coimero, todos quieren figurar como los salvadores de la patria. Si les salió mal, y últimamente les salió muy mal, no fue a propósito, fueron las circunstancias y quizás, algunas complicidades. En los 90 y viniendo de una hiperinflación, nos endeudamos mucho más de lo que ya estábamos. El 1 a 1 no ayudó. En 2002, durante la efímera presidencia de Adolfo Rodríguez Saá, Argentina declaró la cesación de pagos ante una asamblea de gobernadores, senadores y diputados, que aplaudieron de pie (salvo 9), que la Nación decidiera no honrar su palabra y sus deudas. Espectáculo que fue televisado y visto por el mundo. Vergonzoso. Humillante. Lamentable. Pedimos la plata, respaldamos el préstamo con la soberanía de Argentina. Gastamos la plata. No la tenemos. No la pagamos. Y nos felicitamos del chiste macabro que le hicimos a los que creyeron en el país y depositaron sus ahorros en bonos argentinos. La deuda quedó en el aire. Argentina también. Pero en 2004, Néstor Kirchner presidente, decidió reestructurar la deuda para seguir formando parte del mundo civilizado. Para entonces, nadie creía en los supuestos bonos soberanos. La única posible solución que encontraron Kirchner y su ministro Lavagna, fue resignar la soberanía del país. Decreto del PEN N° 319/2004. Artículo 8° – AUTORÍZASE LA PRÓRROGA DE JURISDICCIÓN A FAVOR DE LOS TRIBUNALES ESTADUALES Y FEDERALES UBICADOS EN LA CIUDAD DE NUEVA YORK, ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA, Y LA RENUNCIA A OPONER LA DEFENSA DE INMUNIDAD SOBERANA… Kirchner no fue un cipayo, fue la única salida para que los bonistas aceptaran que Argentina podía ser un país creíble. En 2005 se reestructuró la deuda, con una quita única y feroz. La más grande estafa perpetrada a la mayor cantidad de personas en la historia de la humanidad. El 93% de los bonistas aceptaron. Un 7% exigió el pago completo de sus bonos. El estado pagó US$30 por cada bono de US$100; los mal llamados “fondos buitres” pagaron US$ 38. ¿Quién es más buitre? Los que no aceptaron, los “holdouts”, quedaron en manos del juez de NY, T. Griesa. Griesa ha tenido una enorme paciencia con Argentina, esperando que la niña malcriada dejara de hacer y decir pavadas. Se cansó. Quizás nuestra genial presidente exageró con sus clases de economía generosamente impartidas desde la ONU, o las universidades de Georgetown y Harvard. Quizás pensó que si el país que describe Cristina es real, y siendo ella una tan exitosa abogada como para acumular la fortuna que ha amasado mientras era funcionaria; y si es una tan exitosa presidente como declara ser, el país que gobierna tiene la obligación de cumplir las deudas contraídas, porque el estado es uno, gobierne quien gobierne. Y si los bonos que entraron en cesación de pagos no fueron emitidos por su gobierno, los de la 1° y la 2° restructuración de la deuda, los emitió “Él” cuando era presidente, luego ella en 2010 y fue “Él” quien decidió que el tribunal estuviera en Nueva York, EEUU, lugar siniestro, sede del malvado capitalismo, una traición para “Carta Abierta”, “678” y “Página 12”. Pero Kirchner lo hizo. Y ahora que Griesa se cansó de las balandronadas chabacanas de nuestros funcionarios, con la presidente a la cabeza, jurando que antes muertos que pagar, ya que se trata de nuestra “soberanía cultural” (Abal Medina), habrá que esperar. Recordar que ella dice ser “terca y necia”. “A confesión de partes relevo de pruebas”. “¿La soberanía cultural” pasa por no honrar deudas, no cumplir con la palabra empeñada y jugarse el prestigio de la Patria, disfrazados de compadritos de barrio en un tango de cuarta? Si es así, ¡pobre país!

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