domingo, 16 de diciembre de 2012

FALSOS AXIOMAS

Por:Carlos Berro Madero Los malos políticos no encuentran siempre a mano con facilidad lo que necesitan para justificar los errores que cometen. Una vez que arriban al gobierno, son dominados por su impaciencia mesiánica y sin el menor deseo de aguardar que los demás comprendan sus conclusiones “filosóficas”, fingen creer en la realidad que han inventado, tratando de montarse sobre meras creaciones de su voluntad personal. De tanto buscar atajos para imponer sus ideas a los demás, llegan a “alucinarse” a sí mismos, mientras sientan proposiciones que decretan como “universales”. Esto da lugar a la creación de falsos axiomas que cimientan su pensamiento extravagante, sostén de algunos juicios disparatados que los obligan a poner en marcha perversos mecanismos de presión para imponerse a los demás. Todo nace de su desconocimiento ex profeso de la esencia “natural” de las cosas, que constituye habitualmente el blanco de ataque de los “falsificadores”. Así construyeron los Kirchner su andamiaje político. Cristina, particularmente, ha exacerbado esta conducta hasta el delirio. La hora del ocaso parece estarles llegando justo en el momento en que confiaban, cebados, que la ligereza de sus proposiciones sería inadvertida y pretendían subir la apuesta. Durante todos estos años, aplicaron sus esfuerzos para propalar términos sin definición -como el hoy ya famoso “vamos por todo”-, y toda suerte de suposiciones gratuitas, basadas en la lógica amigo-enemigo, con la pretensión de imponer una “doctrina” que pregonó “bondades” que jamás tuvieron lugar. Todo esto los está echando afuera de la ciudadela construida para permanecer por mucho tiempo en el poder, porque en la vida siempre hay algún descontento más inquieto que otro que decide finalmente sacudir su cabeza y “hacer punta” rebelándose contra ciertos pensamientos gaseosos de cimientos endebles. En nuestro caso, aparecieron las espontáneas convocatorias multitudinarias del 13S y el 8N. Luego, ha sido la justicia quien lo ha hecho “institucionalmente”. Quizá porque Cristina le sirvió en bandeja sus deshilachados caprichos “imperiales”, absolutamente incompatibles con los principios del derecho. Un juez, en efecto, no puede admitir en sus dictámenes la vigencia de pensamientos retóricos, porque la esencia de su función es trabajar la resolución de los casos sometidos a su análisis por medio de formulaciones precisas, basadas en textos aprobados y editados como leyes. Para él no bastan las explicaciones endebles propuestas por falsos axiomas que pretenden sostener conceptos nubosos, plagados de inconsistencias. La ley es siempre objetiva. Quien ejerce la magistratura, juzga de acuerdo con los hechos, las pruebas y los textos que estipulan claramente la calificación apropiada de ciertas cuestiones sometidas a su arbitrio. El juzgador no puede ni debe tomar en cuenta fantasías de quien le asegura que al darle la razón proveería, supuestamente, una mejor vida para la gente. La ley, es la ley. Cuando la justicia dice que algo es o no es de una u otra manera, está formulando una sentencia basada en ella y por extensión en el sentido común. No en la voluntad de quien pretende indicarle cómo fallar en forma improcedente. La Corte Suprema de Justicia ha dado un ejemplo al rechazar un recurso “per saltum” elevado en forma irregular por el kirchnerismo para avanzar rápidamente sus pretensiones de “aniquilar” al grupo Clarín, adelantando los tiempos establecidos para juzgar la eventual pertinencia de la medida cautelar que mantiene en suspenso la inconstitucionalidad de dos artículos de la Ley de Medios, que se hallan todavía en estudio por el Juez de primera instancia. Al hacerlo, ha recordado a todos, que cuando se pretende definir la existencia de una cosa, debe evitarse sostenerla sobre proposiciones axiomáticas sobre los que no puede nacer jamás derecho alguno. Observando la precipitación de ciertos acontecimientos, no resulta aventurado conjeturar que veremos caer en el futuro próximo otras falsedades del gobierno del mismo origen, que no se sostienen por sí mismas. Siempre hay un primer eslabón al comienzo de una cadena.

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