martes, 4 de diciembre de 2012

SUTILES SEÑALES DE DESPEDIDA

por Carlos Berro Madero carlosberro24@gmail.com Cualquier observador desapasionado puede percibir que Cristina Fernández ha comenzado a despedirse muy sutilmente de su cargo. No está dispuesta aún a irse antes del fin de su mandato, pero comprende, por primera vez, que la “cruzada” épica que cree protagonizar, está llegando a su fin. Se da cuenta que ha perdido el favor de la gente que alguna vez la votó y que no tiene herederos políticamente “digeribles”. Repentinamente, dice querernos mucho a los “40 millones de argentinos”, como una manera de intentar esculpir su nombre en el bronce. Mientras tanto, algunos ex aliados suyos comienzan a sacudirse el miedo y arman sus propios tinglados. Scioli y Massa encabezan la procesión por el momento. ¿Aparecerán otros? Al comprobar que le están “mojando la oreja” la Presidente dispara “munición gruesa” indiscriminada cada vez que aparece frente a su atril favorito, insistiendo con la vigencia de un “modelo” que nadie sabe bien en qué consiste. El mismo atril desde el cual –según su concepto-, celebra “conferencias de prensa” sin preguntas ni cuestionamientos. Desde hace algunos días, desgrana allí algunas frases que causan la impresión de que comienza a construir su legado para la posteridad, al mismo tiempo que libra una “batalla final” con disposiciones que huelen sospechosamente a una venganza “post mortem”. Encerrada en un mundo aislado de la realidad no comprende cómo es posible que no aceptemos su “relato”, lamentándose por la injusticia de no haber sido interpretada cabalmente. Solo el fin de la medida cautelar interpuesta sobre la Ley de Medios la mantiene enfervorizada, sin comprender que nada excepcional ocurrirá el día después. Debería haber aprendido las lecciones del líder de su partido, el General Perón, quien siempre dejó en claro que nunca le había ido peor como gobernante que cuando intentó controlar a la prensa. Pero Cristina siente haber venido a la política para “romper todos los moldes” y desprecia cualquier consejo, aunque provenga de la sabiduría pícara del viejo “león herbívoro” (sic). Ni los pobres jubilados se han salvado de sus invectivas. Ha llegado para ella el momento de afrontar errores y excesos, y no parece dispuesta a aceptar sus consecuencias. Para mal de sus pecados, ha comenzado una etapa en donde todos toman distancia –aquí y en el exterior-, de sus enfervorizadas “invitaciones” para celebrar nuevas “guerras santas” contra el mundo. Dilma Rouseff y Ollanta Humala –por citar un ejemplo de recientes visitas-, le han prestado una sonrisa benevolente SOLO porque comprenden que más allá del kirchnerismo existe una Argentina que no ha perdido todavía su potencial económico. Como consecuencia de sus desmesuras, es muy posible que las lumbalgias y lipotimias tengan en jaque a Cristina cada vez más seguido, y no hay quien pueda razonar con serenidad y un mínimo de cordura cuando el organismo le envía reiteradas señales de agotamiento. Al negarse a aceptar las limitaciones que le marca un mundo que la observa con asombro y enorme desconfianza, poco le queda a nuestra Presidente para mitigar la amargura de ver que se le escurre el poder entre las manos. No obstante lo cual, parece decidida a seguir adelante “por las suyas”, totalmente exhausta. Ya no se trata de saber cómo le irá en lo personal. Es un problema que deberán afrontar sus amigos (si los tiene) y sus médicos. Nuestro problema consiste en comprender cómo debemos prepararnos para “el día después” y sobrellevar las consecuencias inevitables de un mal gobierno. Por ello, volvemos a recordar al respecto una expresiva frase de Melanchton: “DEBEMOS PROCLAMAR NUESTRA FE, PRECISAMENTE CUANDO ACABAMOS DE PERDERLA Y ESTAMOS BUSCÁNDOLA POR TODAS PARTES”. En nuestro caso, sentir que hay vida después del kirchnerismo.

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