martes, 4 de diciembre de 2012

LA SEMANA “D”

Por Gabriela Pousa (*) Estamos en una semana por demás peculiar. Una semana que sólo tiene cabida en Argentina, en ningún otro país, el gobierno festeja el fracaso del pueblo. Una semana en la cual hay que hincarse frente al almanaque. Llega el 7D como una suerte de profecía maya. Se desdibuja el antes y el después. Sin embargo, nada cambia, apenas si logra acallarse una de las voces de la realidad. Si acaso sucediera de ese modo, lo que ocurre seguirá ocurriendo aunque tendrá un eco menos. Oír se oirá igual, y dependerá de quién quiera escuchar. Cuando se debate el contenido de una ley puede darse por seguro que algo no funciona con ella. La legislación esta en el mismo orden que la libertad y la justicia. No admiten gradaciones. Basta que se reclame una justicia independiente para saber que esta, no está presente. La libertad y la justicia siguen la lógica del embarazo: hay o no hay. No puede haberlas por la mitad, parciales, politizadas, oportunistas o manoseadas. Con la prensa sucede algo similar. Los pasquines oficialistas escapan al concepto periodístico, son órganos de propaganda, algo sustancialmente distinto al canon informativo, al servicio de la verdad. Por otra parte, una cosa es enfatizar o resaltar una noticia y otra muy distinta es inventarla de la nada. Hacer aparecer como reales situaciones jamás experimentadas es de una bajeza estrafalaria. Negar aquello que esta siendo observado ni siquiera es de necios, es de perversos. Es posible que un determinado medio de comunicación dedique mayor o menor espacio a un tema, lo enmarque con comentarios extras o lo minimice con un subtitulado. Estas prácticas suceden y sucedieron siempre acá y afuera. Lo que hoy esta en tela de juicio y levanta polvaredas de razones en su contra, no es únicamente la falsificación de la información sino también la invención del tema. Situaciones inexistentes aparecen narradas como si se tratara de escenas cotidianas. Así, en la prensa oficialista, la Argentina es cada día más similar a Suiza, la economía emula a la alemana, la política sigue los cánones de la transparencia sueca, y la convivencia no reviste problema. En definitiva, los argentinos vivimos en el exilio de la experiencia donde lo vivido dista considerablemente de ser aquello que cuentan desde la presidencia. Hablar de una realidad paralela es inútil, la realidad es una, lo demás son artilugios de intereses espurios. Hacer creer que lo negro es blanco y lo concreto abstracto es de una deslealtad suprema. En ese contexto es menester recordar que saber la verdad y callar es cooperar a la estafa, apañarla. Silenciar puntos de vista y anular perspectivas distintas equivale a uniformar la vida, a convertir individuos en autómatas, es dinamitar la capacidad de discernir entre lo bueno y lo malo, entre lo cierto y lo falso. La guerra de Cristina Kirchner es ciega, bombardea a diestra y siniestra sin diferenciar. Mata aliados en la ofensiva, no atiende reglas ni normativas. Se reparó cuidadosamente en el quién y el cómo, pero se confundió el cuando. Después de casi diez años de obcecadas falencias, después de diez años sin respuestas a las demandas perentorias de la gente, después de diez años de tasas chinas con un porcentaje alto de infancia desnutrida, es inútil cambiar la escenografía. Cada paso que da el Ejecutivo lo hace contra si mismo. Cuando se hackeó la página de Economía Para Todos, la nota que tanto molestó fue publicada en el diario La Nación. Es decir terminó siendo leída por un porcentaje incalculablemente mayor al que la hubiese leído de no haberse inmiscuido manos oficialistas. De un modo u otro, mientras haya ciudadanos sin miedo y voluntad de saber qué es realmente lo que esta sucediendo, podrá sabérselo. Quizás sea esta una semana donde la sociedad tendrá que manifestar con mayor virulencia su derecho a saber. No puede llorarse luego por una ignorancia voluntaria. Todo esta al alcance de la vista, la inseguridad, la inflación, la crisis energética, el riesgo de default, la corrupción, la impericia. Se aplica con creces el viejo refrán: “No hay peor ciego que el que no quiere ver” A partir del 7D puede que el gobierno decida ocultar alguna de sus poco claras maniobras, pero de allí a transformar la realidad hay una amplia brecha. De todas maneras, es bueno sumar frente al atropello oficial, las voces de la calle que suelen ser poseedoras de la más insoslayable verdad. Las tretas del kirchnerismo para que el mítico día marque una bisagra agotan el campo de la legalidad. No parece detenerlos ni la Corte Suprema, ni el valor de una cautelar. No sería la primera vez que el gobierno obre contra lo legal. La orden fue dada desde Balcarce 50, la fiesta está preparada, la jefe de Estado quiere celebrar aunque el relato no pueda superar un silencio de utilería, que es lo que seguiría de lograrse el objetivo final. Pensar en un país detenido por un sinsentido es tristísimo, y así esta la Argentina hoy día. Inerte, sumida en una tensión irreverente, aplastada por una demagogia que asfixia, y un populismo que arrastra. Modificar ese estado no depende ya del nombramiento de unos jueces impenitentes, ni esta en la potencialidad de un Lorenzetti, un Zaffaroni o una Argibay. Qué tras el 7D exista la libertad requiere de una unidad de intereses mayor que únicamente se plasman en la gente. A esta altura, es la ciudadanía quien debe decidir si esa fecha es una más en el calendario nacional o es un certificado de defunción de una instigación al suicidio.

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