miércoles, 3 de septiembre de 2014
EL SAPO Y EL BUEY
Río Negro - 02-Sep-14 - Opinión
http://www.rionegro.com.ar/diario/el-sapo-y-el-buey-4089874-9542-editorial.aspx
El sapo y el buey
Convencidos desde sus años como estudiantes rebeldes de que los economistas "ortodoxos" no entienden nada, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y su gurú actual, Axel Kicillof, han decidido que la mejor forma de reactivar la economía consistirá en llenarla de pesos. No les preocupa la posibilidad de que, como sucedió al desafortunado sapo de la fábula que se hinchó de aire porque quería alcanzar las dimensiones de un buey, terminen provocando un gran estallido. Sin prestar atención alguna a las advertencias de gente de ideas reaccionarias que les dice que la emisión monetaria descontrolada suele tener consecuencias inflacionarias, lo que sería desastroso en un país que, si no fuera por Venezuela, ya sería el campeón mundial en la materia, siguen aumentando el gasto público y, para financiarlo, han puesto a trabajar a tiempo completo la maquinita de imprimir billetes. Algunos economistas privados prevén que, en los meses finales del año corriente, el gobierno fabricará tres veces más pesos que en el mismo período del 2013, ya que, hasta nuevo aviso, por estar en default no podrá acceder a créditos externos a tasas que no sean usurarias y, huelga decirlo, no se le ocurrió prepararse para afrontar una etapa de vacas flacas creando un fondo anticíclico. El país no cuenta con los recursos que necesitaría Kicillof para probar suerte con los consabidos "paquetes de estímulo" que a menudo funcionan en otras latitudes, pero así y todo parece resuelto a actuar como si los tuviera.
En el Boletín Oficial, el gobierno alude con cierta frecuencia a "la autonomía decisoria que caracteriza a la política económica nacional", o sea, a su negativa a dejarse influir por las opiniones ajenas. Tal alarde de independencia no parece deberse a su eventual adhesión a una teoría económica determinada sino a la conciencia de que un esfuerzo serio por solucionar problemas concretos le resultaría políticamente muy costoso, razón por la que ha preferido huir hacia adelante con la esperanza de que, de un modo u otro, todo salga bien, lo que a esta altura luce muy poco probable. Para alarma no sólo de los "ortodoxos" y los empresarios, sino también para los sindicalistas y millones de personas que apenas logran mantenerse a flote, el nivel de actividad cae mes a mes en virtualmente todos los ámbitos, reduciendo el poder adquisitivo de la mayoría abrumadora de los habitantes del país, en especial los que han perdido el empleo. La tendencia negativa así supuesta no se revertirá hasta que los agentes económicos tengan motivos para confiar en Kicillof, el "superministro" de Cristina que ya ha acumulado tanto poder como tenía Domingo Cavallo en su mejor época y que, por ser un creyente fervoroso en los beneficios del estatismo, va por más, pero sucede que, fuera del círculo áulico presidencial y, es de suponer, las filas de La Cámpora, escasean los que lo consideran capaz de pilotear con habilidad la economía nacional a través de la etapa muy tormentosa que le aguarda. Por el contrario, la impresión cada vez más difundida de que Kicillof se ha visto desbordado por una crisis que sencillamente no entiende está agravando todavía más la situación en la que se encuentra el país.
Si el gobierno tiene una "estrategia", ella consiste en limitarse a seguir improvisando, aplicando parches, con el propósito de tratar de sobrevivir más o menos intacto hasta diciembre del año que viene, cuando otros tendrán que encargarse de los resultados de su obra. Mientras tanto, los kirchneristas procurarán hacer pensar que todos los problemas se deben a "los buitres" norteamericanos, que, de no haber sido por la reaparición de los carroñeros y la maldad del juez Thomas Griesa, el país continuaría anotándose tasas chinas de crecimiento y nadie se preocuparía por la inflación. El conflicto con los acreedores y la Justicia de Estados Unidos brindó a Cristina y Kicillof un pretexto a su juicio convincente para abandonar el intento de congraciarse con "el mundo" que habían iniciado a fines del año pasado y volver a las fuentes populistas. Para desconcierto hasta de algunos simpatizantes, han elegido aprovechar a pleno la oportunidad para reanudar lo que imaginan en una "epopeya" política o ideológica, una en que el destino de los muchos que se verán sacrificados en el camino carecerá de importancia.
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