jueves, 11 de octubre de 2012
¡DEMOCRACIA......MMMMMMMMM!
“La democracia es el menos imperfecto de los gobiernos”, Winston Churchill
Me parece, don Winston, que se quedó a mitad de camino. Debió Ud. haber agregado: “en tanto no sea ejercido por una mafia”. Porque que las hay, las hay. Y debo pensar que las había estando Ud. en vida. No digo en semejante dimensión, ¡por supuesto! Pasa que los argentinos hemos hecho de la corrupción, un modo y medio de vida. ¡Le digo más!; creo que hasta votamos corruptamente. “Más vale malo conocido que bueno por conocer”; “que choree pero que cuando menos deje algo hecho”, son frases que uno suele escuchar… son frases hechas a través del uso y la costumbre. Penoso. Patéticamente penoso.
¡Pero claro!; dándose semejantes condiciones, no habrá forma de gobierno que nos venga bien… ¡a ver… espere!, mejor debí decir cualquier forma de gobierno nos vendrá bien. Más penoso todavía. Más patéticamente penoso. ¡Estoy confundido, pero no quiero confundirlo! Dispénseme un minuto, por favor. ¡Ya está! Gracias. Sigo.
Porque me consta, y seguramente le consta, que muchas sociedades, aun equivocadas al momento de elegir, no han resignado principios y valores que les eran inherentes. Y entonces, y en su momento, se han encargado de decirle a la mafia “¡hasta aquí llegaron!” Pero para que esto haya podido pasar, se han necesitado sociedades intrínsecamente sanas, no corruptas, no contaminadas, y con un concepto elevadísimo de la dignidad. ¡Perdone por la palabra!… se me escapó. Y con la palabra se me escapó la libertad, se me escaparon los ideales… ¡Si hasta mis hijos se me escaparon en la búsqueda de un aire que se pueda respirar! Y entonces pasa lo que pasa; todo se nivela hacia abajo; nos empobrecemos intelectual, y físicamente. Y ese “hacia abajo” es infinitamente largo en su caída. Y tan enfermos estamos, que a veces atinamos a ensayar una tercera frase: “podríamos estar peor, no nos quejemos”. Recontra patético. Recontra patéticamente penoso.
Le confieso que, cuando arranqué, estaba convencido de que le iba a ofrecer un extenso repertorio, de esos a los que estoy poco acostumbrado. Sin embargo, ya nada más me queda por decirle. Quizá haya descubierto a esta altura de mi vida, que padezco de vértigo.
Ricardo Jorge Pareja
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