lunes, 8 de octubre de 2012
EL TRIUNFO DE LA DEBILIDAD
HUGO CHÁVEZ: EL TRIUNFO DE LA DEBILIDAD
Por Gabriela Pousa (*)
Bastaría con una fotografía para plantear el escenario político nacional. Una imagen que dice más que cualquier análisis: la de los argentinos esperando el resultado del comicio venezolano como sí no existieran distancias ni fronteras. Y quizás no existan a ciencia cierta.
La política exterior de la era kirchnerista nos ha llevado a un estado de indefensión tal, que un acto electoral foráneo es avizorado como un dato visceral.
Alguna vez la Argentina equiparaba sus procesos electorales con los acontecidos en los países más desarrollados.Hoy observa para alimentar alguna esperanza apenas, la elección en Venezuela. Cualquiera, por más que no sea un versado en política, sabe que el país gobernado hace 14 años por Hugo Chávez es la base del “modelo” que estamos experimentando, y es el líder bolivariano fuente de inspiración para el “relato”.
Son países espejo, con sutiles diferencias en determinados aspectos, y con inexpugnables similitudes en el proceso de anular libertades, y entronar un único pensamiento.
Cristina Kirchner ha sido sincera: “Hugo es mi amigo“. Si acaso fuera solo eso, la perspectiva podría ser menos cruenta, pero Hugo es también socio y maestro…
Hay una ruta de misterios y enigmas que conducen de esta a aquella geografía: valijas, diplomacia paralela, negocios bajo la mesa, intereses espurios, pactos cuyas implicancias jamás se detallaron, y un olor a rancio que alerta sobre el estado de putrefacción al que hemos llegado.
En determinados sectores, la definición de los venezolanos es contemplada como un muestreo de las consecuencias del desgobierno o de un gobierno tiránico en exceso. Para los ciudadanos que hoy emiten sufragio, la elección define el futuro de sus hijos, nietos, y a pesar de ello, es claro que muchos no lo saben o no lo entienden pese a la simpleza. Consecuencias de la manipulación y el terror. Dos artilugios que Cristina Kirchner también pretende utilizar.
Una sociedad amedrentada no difiere de una población carcelaria. El error de ciertos pueblos radica en creer que “Democracia” es ir a votar un domingo y listo. Chávez y otros tantos jefes de Estado machacan con esa definición, es redituable con su ambición. Las pruebas a la vista.
Lo cierto es que tanto el mentor de “Aló Presidente” como Henrique Capriles gravitan hoy en Argentina con inusitada fuerza, y eso se debe a cuestiones netamente políticas. Los lazos comerciales quedan de lado frente a la trascendencia de la empatía en la metodología de ambos mandatarios.
Y es que el comicio, en rigor, es vivido como una suerte de plebiscito para los venezolanos y para los argentinos. Un plebiscito del relato, del “modelo” aunque este sólo consista en un Estado personificado y un aparato clientelista y opresivo.
00:03 am
Culminado el mentado 7′O acaba de proclamarse ganador a Hugo Chávez. Lo que se observa por TV no es precisamente una “fiesta de la democracia”, es angustia agazapada frente al miedo de perder la dádiva. El clima electoral fue tenso, indefinido, como si se supiera que lo que iba a anunciarse era más de lo mismo. Y tal vez eso querían y quieren los venezolanos. ¿Y los argentinos…?
Inútil es hablar de fraude, en tanto Venezuela acepta lo anunciado. No hay más especulaciones. Hay hombres que rifan la libertad en pro de la seguridad. Y es que la libertad es enseñada culturalmente como un concepto abstracto cuando es todo lo contrario.
A su vez, la seguridad como sinónimo de conformismo es planteada en Venezuela y acá, como triunfos del poder de turno. Cambiar es un verbo controvertido, vendido como la posibilidad de perderlo todo. “El que no arriesga no gana“, pero arriesgar tiene costo, y requiere algo más que voluntad. Jamás se produce un cambio sin ceder un ápice de lo que hay.
El candidato derrotado tiene apenas 40 años. Presenciará la caída del bolivariano si continúa su senda, porque así como un gobierno debe demostrar a diario su competencia, la oposición debe ratificar de igual manera su condición. Casi la mitad de Venezuela espera que así sea.
Pasados los lamentos cabe recordar el viejo refrán: “Cuando las barbas de tu vecino veas cortar, pon las tuyas a remojar“… No hay sutilezas. Venezuela habló. Escucharla o no depende de nosotros. Después es siempre tarde.
Argentina y el país caribeño han quedado atrapados por los prototipos que mencionara el filósofo Pascal Bruckner: los inmaduros perpetuos y los mártires auto proclamados. En ambos subsiste el deseo de ser libres pero sin tener que sufrir ninguno de sus “inconvenientes”, es decir sin hacerse responsable de los propios actos.
Para ese fin, nada mejor que la coronación del Estado o de una autoridad que se apropie tal espacio. Los ciudadanos se creen inocentes, huyen de toda complejidad, la delegan en otro, se convierten en inmaduros por propia voluntad. Busca preservarse en lugar de superarse.
El afán de supervivencia es mayor al deber y derecho de ser un individuo que puede y debe hacerse cargo de sí mismo.
Los ciudadanos-víctimas no modifican la realidad que los oprime, la preservan. Venezuela da prueba de ello. La dio también la Argentina un año atrás. ¿Hasta donde se será capaz de no volver a priorizar lo que hay en desmedro de lo que puede haber?
La victimización es el recurso del que, preso del miedo, se constituye en objeto de compasión en lugar de enfrentar lo que lo atemoriza. Así cómo en la antigüedad, la religión protegía de todo mal, hoy es el político poderoso. Hugo Chávez lo simboliza como nadie.
Nada resulta más difícil que ser libre, dueño y creador del propio destino. Hay un rechazo generalizado a hacernos cargo de nuestros actos. El rechazo a crecer se erigió como valor absoluto, eso está pasando.
Es complejo mantener la democracia cuando una mayoría de la sociedad aspira al estatuto de víctima, y ensalza la queja como relamo a perpetuidad, no como estímulo a modificar la realidad.
El politico contemporáneo, a su vez, termina obrando como tutor, como médico, como abogado, como defensor de todo cuanto nos hace daño. De tal modo que se termina “padeciendo la salud”, y en el peor de los casos, sacralizando la enfermedad.
Parece pues que lo importante no es curarse sino aprender a vivir con los propios males. Así lo quiso una mayoría de los recientes votantes. Está claro, la enfermedad crónica se soslaya más fácilmente que la coyuntural.
Una humilde síntesis del comicio que acaba de cerrar.
“Los que nada cambian de sí mismos y reciben de otro su alimento, aunque sea el más delicado, esos mismos que sutiles escuchan los poemas extranjeros sin escribir su propios poemas, disfrutan del oasis sin vivificarlo, repiten cánticos que se les suministra, se amarran a sí mismos al pesebre en los establos y están condenados a la esclavitud” Ciudadela, Antoine de Saint Exupery .
(*) Lic. GABRIELA R. POUSA - Licenciada en Comunicación Social (Universidad del Salvador), Master en Economía y Ciencia Política (Eseade), es autora del libro “La Opinión Pública: un Nuevo factor de Poder”. Se desempeña como analista de coyuntura independiente, no pertenece a ningún partido ni milita en movimiento político alguno. Crónica y Análisis publica esta nota por gentileza de su autora y de "Perspectivas Políticas". Queda prohibida su reproducción sin mención de la fuente.
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