miércoles, 3 de octubre de 2012

FATALISMO

EL DOGMATISMO FATALISTA DE CRISTINA por Carlos Berro Madero carlosberro24@gmail.com Hay algo que obsesiona a muchas personas excesivamente dogmáticas: poder evitar de alguna manera el sentimiento recurrente del fracaso y su propia perdición. Fernando Savater cita a Chestov, un filósofo bastante pesimista, y dice que hay quienes “habitan en este mundo como prisioneros de la necesidad y lo irremediable, sometidos a la injusticia, al aplastamiento de los más débiles y finalmente a la fatalidad de la muerte”. Por tal motivo, su destino aparentemente inevitable no es más que sufrir y luego desaparecer para siempre. Muchas personas viven la vida con este sentimiento “a cuestas” que las agobia particularmente. Se trata de una visión demasiado amarga de la realidad, que las lleva a sentir que ciertas dificultades -que todos por igual debemos afrontar en este mundo-, constituyen un peligro que debe ser desalojado de su presencia por cualquier medio a su alcance. De este modo, buscan integrarse a un “reino” superior que los cobije, tratando de encontrar a ciegas alguna “salida” que les permita emanciparse de una opresión que los esclaviza. Cuando este sentimiento se sale de control, aparecen de inmediato algunos comportamientos de raíz psicótica, provocados por una ruptura en el interior de la mente que libera emociones descontroladas e irracionales. La personalidad de Cristina Kirchner responde, en gran medida, a las descripciones precedentes, mostrándose siempre extremadamente subjetiva y autorreferencial. Como consecuencia, es renuente a dialogar, sintiendo que es la única medida de las cosas y, por ende, quien está llamada a “legislar” sobre ellas como un monarca absoluto. Nadie en su sano juicio puede suscribir semejante absurdo. Negar la realidad, tergiversarla, pretender derrotar a la verdad “verdadera” para ofrecer sus “claves” de un dilema personal agónico, la llevan a sobrevolar la lógica y atropellar la ética como si éstas fuesen un mero telón pintado. La casi permanente pérdida de compostura la muestran como una persona enardecida que no cree en las evidencias de la naturaleza de las cosas. Una naturaleza que, infortunadamente, termina por ponerla siempre frente a una pared infranqueable. Sus exposiciones en el extranjero y los cuestionamientos que ha recibido allí, lejos del escenario que se le prepara en nuestro país para que pueda exhibirse como un ícono de la sabiduría universal, han puesto en evidencia, paradojalmente, que la lucha de la Presidente es consigo misma. Probablemente por eso su difunto marido Néstor solía decir “no le lleven problemas a Cristina”. Con el tiempo hemos entendido las razones. Todos aquellos que intentan entreabrir la coraza de su habitual altanería, son rechazados pues como “indignos” representantes del infierno tan temido. Cristina no puede cambiar, porque como otras personas que viven esta tragedia, desconfía de una realidad que la paraliza, rechazando ciertas evidencias que actúan como detonadores de su exaltación desbordada. Las razones de sus éxitos o sus fracasos deben bucearse pues en este escenario, sin albergar falsas ilusiones de cambio alguno. Para que éste ocurriera, debería someterse a largas sesiones de psicoterapia y no creemos que sea ésta su intención por el momento. Como suele decirse de muchos casos semejantes, es muy posible que termine muriendo “con las botas puestas".

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