jueves, 18 de octubre de 2012

DILEMAS

Los dilemas de la oposición POR: Carlos Berro Madero “En las cuestiones prácticas, donde se trata de saber lo que deba hacerse y cómo debe hacerse, no basta rechazar solamente los puntos de vista de otros; es necesario sustituir esos puntos de vista por otros igualmente positivos” -Rudolf Von Ihering A partir de las marchas ocurridas el 13-S en todo el país, puede resultar útil hacer algunas reflexiones sobre el papel que le toca jugar a la oposición del gobierno en una etapa muy rica en nuevos matices sociales. Para ello, debemos aceptar antes que nada, que un ciudadano es básicamente un consumidor, tanto de bienes materiales como de ideas. Como tal, tiene una serie de gustos y preferencias relacionadas entre sí: ninguna de sus elecciones es completamente independiente la una de la otra. Cada decisión que tomamos los individuos en esta vida, tiene una cierta “consistencia de estilo” abarcando distintos aspectos de tendencias que responden a antecedentes psicológicos y culturales. Maneras de hablar, hacer ademanes y opinar sobre el mundo que nos rodea responden normalmente a cuestiones intuitivas concordantes con el contacto con esa realidad y la forma en que la incorporamos al adoptar nuestra “vestimenta” conceptual. La Argentina política –integrante de un continente que podríamos caracterizar como “desmesurado”-, estuvo tradicionalmente expresada por “relatos” gubernamentales comunicados histriónicamente. Los principales líderes políticos se caracterizaron casi siempre por crear retazos de apariencia y modos de expresarse que privilegiaran escenografías “montadas” especialmente para cada caso. No fueron los Kirchner quienes inauguraron esta característica. Solo la perfeccionaron, presentándose en escenarios donde se privilegió el “show off” por encima de la “sustancia”. Mientras esto ocurría, no demostraron mayor eficiencia en dar soluciones prácticas a los problemas y “derrotarlos”, sino a procurar mantenerse “vivos” ellos mismos a todo evento. Con astucia y muchos engaños, despertaron en la gente una extraña devoción por vivir en medio de conceptos ideológicos sin ningún significado profundo, que demostraron ser sumamente imperfectos al pretender llevarlos a la práctica. Buscando explotar las emociones primarias de una audiencia sin ningún pulimento, reclutaron a muchos ciudadanos “postergados” sin decirles adonde los llevaban, ofreciéndoles un sentido de “pertenencia” a algo diferente, que conseguiría convertir su vida en algo más “digno”. Luego de transcurridos diez años, han fracasado. Los índices de pobreza, indigencia y corrupción son fieles testigos de lo que sostenemos. ¿Cuáles han sido los errores básicos de sus opositores ante esta realidad? En primer lugar, presentarse ante la opinión pública de manera trágica y solemne, enfrentando acartonadamente el mensaje “suelto” y totalmente desprejuiciado de un kirchnerismo que dice lo que se le antoja sin medir las consecuencias. En segundo término, abusar “ad nauseam” de expresiones trilladas, aburriendo a ciudadanos que quieren ver resueltos sus problemas pedestres sin oír más declamaciones abstractas. En efecto, a medida que la vida moderna se ha diversificado, la gente demanda respuestas a cuestiones específicas y espera una cierta precisión para enfocarlas. Entre otras cuestiones acuciantes, los programas para el empleo y el salario justo; el combate a la inflación; la existencia de políticas eficientes sobre seguridad; la potestad de decidir libremente sobre los bienes obtenidos mediante su esfuerzo personal; el poder educar a sus hijos sin interferencias viciadas de parcialidad y sostener reglas claras para el desarrollo del mundo productivo. Todo esto -y mucho más, por supuesto-, explicado concretamente y sin eufemismos, evitando la tentación fácil de acudir a vaguedades retóricas. El enorme desarrollo de los medios tecnológicos de difusión, debería elevar al máximo el contenido informativo de mensajes que tendrían que ser más apretados y menos redundantes, expurgando de ellos los lugares comunes y las repeticiones innecesarias. ¿Estará dispuesta la oposición a disminuir un ego solemne e infantil que la presenta como inconsistente y reiterativa? ¿O estaremos viviendo una crisis generalizada de “sabiduría” que nos ha afectado a todos por igual? Por la catarata de cuestiones que necesitan resolverse con urgencia, es muy posible que lo sepamos en poco tiempo más. Mientras tanto, el gobierno sigue siendo el peor adversario de sí mismo.

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