domingo, 12 de agosto de 2012
ATILA
Atila no era peor
“Podrán cortar todas las flores, pero no detener la primavera”. Pablo Neruda
Cuando, allá por el año 430 y al frente de su horda de hunos, este caudillo de origen geográfico desconocido comenzó a conquistar casi toda Europa, se decía que, donde su caballo pisaba, no volvía a crecer el pasto; se lo recuerda como el paradigma de la crueldad, la destrucción y la rapiña. Como tantos otros, antes y después, finalmente cayó derrotado en la actual Francia y su enorme imperio murió con él sin dejar rastro alguno.
El “cristinismo”, que ya ni siquiera es heredero del “nestorismo” inicial, pragmática o ideológicamente dejará una herencia terrible en la Argentina, que sólo el coraje y la razón de los dirigentes podrán revertir, con muchísimo esfuerzo y tiempo. Estos años de deterioro en la educación y en la cultura de trabajo, por citar sólo el más grave ejemplo, llevarán décadas de trabajo para ser restaurados, con dudoso pronóstico, ya que no se distinguen en el horizonte, al menos hoy, líderes capaces de pensar en las próximas generaciones y dejar de hacerlo en las próximas elecciones.
El prestigio de nuestro país, indispensable a la hora de obtener inversiones importantes y genuinas, se encuentra por los suelos; para comprobarlo, basta con mirar alrededor para descubrir que mientras todos los países de la región construyen barricadas impositivas para evitar que ingresen más dólares de lo debido en sus economías, Argentina lo hace en sentido inverso y, como se ve, con poco éxito, ya que la fuga de divisas continúa. Las reservas internacionales de nuestros vecinos han crecido a un ritmo vertiginoso –sólo Brasil tiene siete veces más- mientras que las nuestras merman al ritmo del saqueo y la malversación.
Si se exceptúa a Venezuela –Ecuador no entra en el análisis, ya que está absolutamente dolarizado desde hace años- ninguna nación de América Latina tiene una inflación superior al 6% anual, y los gobiernos reaccionan con medidas contra-cíclicas cuando sube algunas décimas. La falsificación de las estadísticas, el aumento del circulante a ritmo aún superior al de la inflación, el gasto público desmedido e ineficiente, la permanente alteración de las reglas de juego, el personalismo y la identificación del Estado y sus recursos con la minoría gobernante, la falta total de seguridad jurídica, el permanente ataque a la prensa independiente, la estrambótica elección de nuestros aliados internacionales estratégicos, la desmadrada corrupción, el avance del narcotráfico, el impune lavado de dinero, inclusive el abuso de los medios oficiales para la exaltación de nuestra Presidente, no son, precisamente, virtudes que nos hagan respetables a la vista de un mundo que nos contempla con asombro y hasta con dolor.
Es evidente que la viuda de Kirchner, que pertenece a mi propia generación, no parece darse por enterada del sideral progreso que se ha producido en materia de tráfico de información. Es, en cierto modo, razonable porque, a quienes llegamos cuando no existían la televisión, el télex, el fax, ni qué decir Internet, nos cuesta pensar en que hoy podemos contemplar, en vivo y en directo, lo que sucede en todo momento y en cualquier lugar del planeta. Sin embargo doña Cristina, que tanto habla de la juventud, debiera ya saber que cada gesto y cada discurso se refleja, con una demora de microsegundos, en todas las redacciones y en todos los canales del planeta, convirtiendo a la Argentina en el hazmerreír global. Viniendo de los niveles en que estuvo nuestro país, llamamos más la atención que muchos otros, que no pueden siquiera exhibir un pasado similar.
Como usted sabe, estoy intentando convertirme en la expresión de todo aquello que resultará indispensable “el día después”, cualquiera sea la forma en que éste llegue. No pretendo formar un partido nuevo sino alguna forma de agrupación, que reúna a todos quienes, pocos o muchos, creemos que la suerte de la Argentina debería ser otra. Es por ello que he creado una página en Facebook, “La Argentina que quiero” (http://www.facebook.com/pages/La-Argentina-que-quiero/184316575034972), para saber cuántos somos porque, sólo cuando logremos un número importante de voluntades, podremos exigir a los partidos existentes incorporar esos principios a sus plataformas, premiando o castigando con nuestro voto la fidelidad o la traición.
Hoy, para su reflexión, sólo enumeraré doce de esos conceptos básicos que, reconozco, son nada más que enunciados que habrá que trabajar y desarrollar:
1. Volver a la democracia representativa, al federalismo y al sistema de división estricta de poderes, establecidos por la Constitución Nacional.
2. Juzgar, en el Consejo de la Magistratura vuelto a su composición original, la actividad de todos los magistrados actuales, nacionales y federales, incluidos los miembros de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, con criterios estrictamente jurídicos, para garantizar que los magistrados que permanezcan en funciones desempeñarán su labor con seriedad, con honestidad, con recato, con sapiencia, con eficiencia, con independencia y con celeridad.
3. Recrear el respeto absoluto e irrestricto de los contratos y de la palabra empeñada, especialmente en aquéllos vinculados a la infraestructura y a los servicios públicos.
4. Crear reglas claras, transparentes e inamovibles para la actividad económica, que permitan dar previsibilidad a todos los proyectos y a todas las inversiones, más allá de los riesgos propios de cada actividad.
5. Establecer el “juicio de residencia” y de responsabilidad, de modo tal que todos los funcionarios que ejerzan cargos públicos a partir de determinado nivel jerárquico sean obligatoriamente juzgados por un tribunal especial al dejar sus funciones, poniendo especial énfasis en los aspectos patrimoniales.
6. Revitalizar y garantizar la independencia, dotándolos de los recursos necesarios, de organismos de control tales como la Oficina Anticorrupción, la Fiscalía de Investigaciones Administrativas, la Auditoría General de la Nación, la Defensoría del Pueblo de la Nación y la Unidad de Investigación Financiera.
7. Modificar la coparticipación impositiva, recuperando para las provincias y los municipios la independencia económica, única fuente de la libertad política.
8. Establecer una clara política de inmigración, regulada y planificada, respetándola y haciéndola respetar por quienes deseen habitar nuestro suelo.
9. Respetar el destino de los capitales asignados al fondo de sustentabilidad de las jubilaciones; devolver al Pami y a la Anses los fondos retirados para financiar el gasto público populista, y cancelar las deudas previsionales existentes.
10. Dotar al país de un desarrollado sistema de transporte vial y ferroviario, especialmente urbano, y recuperar la iniciativa en materia de producción de hidrocarburos, con la indispensable participación de la inversión privada.
11. Derogar las leyes del tipo del “2x1”, con una Justicia penal rápida y efectiva. Endurecer las penas para el narcotráfico, la prostitución, la corrupción de menores y el lavado de dinero.
12. Controlar eficazmente la inflación, y terminar con los absurdos controles de cambio.
El mundo entero, pese a los dichos de la Presidente en su abuso permanente de la cadena nacional, otra vez se puso a favor de la Argentina. Pero esta vez, cuando se comienza a producir la crisis alimentaria que predije en una nota que publiqué hace justamente un año, a la que titulé “Señales de Incertidumbre”, parece estar más atento a nuestras potencialidades y, consecuentemente, el riesgo de perder el dominio de nuestro territorio ha aumentado en forma exponencial, porque no tenemos capacidad alguna de reacción. Para confirmar este aserto, basta pensar que, para defender sus reservas submarinas de hidrocarburos, Brasil ha re-equipado fuertemente a sus fuerzas armadas dotándolas, inclusive, de submarinos nucleares. La Argentina tiene capacidad para alimentar a más de quinientos millones de seres humanos y, por la voracidad y la corrupción del Gobierno, que tornan inviables muchos productos agrícola-ganaderos y tantas economías regionales, hoy desperdicia esos dones por carecer de un marco jurídico-legal confiable. ¿Qué cree usted que opina el mundo cuando ve que, por impericia de los funcionarios, desaparecen doce millones de cabezas de ganado o que los productores tiran a los caminos muchos millones de litros de leche?
Seguimos jugando con fuego, y sólo su actitud personal -¡sí, la suya!- puede cambiar este estado de cosas y, sobre todo, el futuro. Debe usted elegir qué quiere para sus hijos y para sus nietos. ¿Prefiere que seamos Cuba o Venezuela, o le gustaría que fuéramos Brasil o Chile? Usted tiene una obligación indelegable con ese futuro porque, como ya le dije una vez, ¿qué responderá cuando sus descendientes le pregunten “qué hiciste entonces”?
No hay más tiempo. Si el cristinismo gana las elecciones legislativas del año próximo, con sólo el 40% de los votos conseguirá –por la forma en que se renuevan las cámaras legislativas- los dos tercios que necesita para modificar la Constitución. En ese nuevo cambio, la reelección es un mero detalle, ya que lo que Zanini, Kiciloff y los restantes ideólogos del Gobierno se traen bajo el poncho es mucho más grave: terminarán con la propiedad privada y con la forma de vida que los argentinos hemos elegido, para imponer una receta trasnochada y fracasada, de la mano de una historia falsificada e inventada.
Recuerde, mirando cómo actúan los legisladores, que los senadores representan a las “provincias” como tales, mientras que los diputados representan al “pueblo”. Ahora, observe cómo se comportan, por ejemplo, los representantes por la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en el Congreso Nacional, cuando votan leyes –por ejemplo, la quita de los depósitos judiciales al Banco Ciudad, los subterráneos o la basura- que sólo nos perjudican para desgastar a Macri, o los de las demás provincias que, por innoble sumisión a la señora Presidente, las condenan a la esclavitud financiera, por no terminar con un pacto fiscal que ha perdido su razón de ser y que hoy sólo sirve para disciplinar gobernadores e intendentes.
Viendo el tamaño de los desaguisados y de los verdaderos crímenes cometidos por doña Cristina y su horda de unos y unas, estoy convencido que a la Argentina le hubiera ido mejor con Atila.
Bs.As., 12 Ago 12
Enrique Guillermo Avogadro
Abogado
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