lunes, 20 de agosto de 2012
DESCONTROLADA
Pasiones descontroladas
Por: Carlos Berro Madero
Puede entenderse que haya quienes intenten satisfacer su pasión por predicar alguna verdad, mientras ésta tenga referencia específica con hechos comprobables ocurridos dentro de la sociedad en la que viven.
Sobre todo, porque en un régimen democrático debemos recrear siempre un escenario en el que se pueda pensar libremente y decir lo que se piensa, como pregonaba Tácito.
Lo que no puede admitirse nunca es que alguien se apodere de un micrófono y enuncie “al voleo” algunos “principios” violados por supuestos “enemigos” usando métodos maniqueos.
Esto es lo que debería impedirle a Cristina Kirchner algún juez que tuviera la valentía de aplicar las leyes en vigencia.
Su verborragia “punitiva”, sostenida por un ardor que multiplica disputas y agresiones a mansalva, está signada por una clara intención de ganar prosélitos, desarrollando hipótesis extravagantes presentadas siempre con un “colorido” que las favorezca ante la opinión de los demás.
Solo el escepticismo que ha ganado terreno en la sociedad respecto de la función de las instituciones y una dosis de pereza que se extiende en forma progresiva sobre los ciudadanos -que tienen una sensación de haber fracasado en su intento de vivir en una sociedad verdaderamente democrática-, permite que la Presidente agravie a todo el mundo todo el tiempo, mediante teorías elaboradas sin distinción de causa.
En sus últimas apariciones públicas ha llevado aún más lejos sus desvaríos al descuidar las formas más elementales de convivencia, lanzando acusaciones con las que descalifica por “especie”. Así, si un periodista es tildado como servil o corrupto, todos lo son. Si un empresario no paga sus impuestos en término, pertenece a una casta de infractores. Si un opositor emite una opinión desfavorable para ella, pertenece a una “corporación” que le impide gobernar.
Está convencida que excitando estas ideas grabará mejor los conceptos que desea “inocular” en la mente de quienes oyen sus peroratas.
La situación se ha vuelto grave, porque su gobierno ha desatado una verdadera lucha sin control sobre la libertad y la honra de las personas.
Los ataques son continuos y expresados en un tono de máxima agresividad, y si la Presidente no comienza a tratarse con urgencia de sus desequilibrios emocionales, hormonales y/o tiroideos, esta situación tenderá a empeorar (cuesta imaginar hasta qué punto).
Está probado que cuando una persona comienza a deformar intencionadamente la realidad que la circunda solo porque ésta no complace sus intereses y deseos personales, queda presa de una libertad indebida de su imaginación que termina alterando el orden de sus ideas y la lleva a comportarse en forma irracional.
Nace así de su mano un mundo de fabulaciones y narraciones intencionadas que convierten sus discursos en una perfecta fantasía.
Un gobierno que depende de una persona afectada por semejantes trastornos no puede prosperar y corre el peligro de sumergirse en la inviabilidad más absoluta.
Si la vida estuviera transcurriendo en nuestro país como el “relato” oficial nos cuenta, es decir, que vamos caminando hacia la prosperidad permanente (¿), ¿porqué todos –salvo los funcionarios del gobierno-, tenemos la sensación de que la estamos pasando tan mal?
Trasladamos la pregunta a la Presidente y a los Kicillof, Randazzo, Rossi y compañía. Y también a los gobernadores de provincias que se quejan de la crisis (y “en off” de los aprietes del kirchnerismo), pero concurren a cumplir el rol de “aplaudidores” cuando los convocan desde la Casa Rosada cada vez que a Cristina se le ocurre reunir auditorios para exponer por horas los temas más intrascendentes.
La inflación sigue mientras tanto a galope tendido, la inseguridad también y los imberbes de La Cámpora ganan presencia en el entorno presidencial cometiendo toda suerte de tropelías. La sensación que tenemos es que el eje de la calesita se ha puesto excéntrico y si no la paramos a tiempo, en cualquier momento explota y nos lanza a todos por el aire.
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