miércoles, 15 de agosto de 2012
VATAYÓN DE NEGOCIOS
DEL BATALLÓN COMBATIENTE
A LOS NEGOCIOS DE LA CÁMPORA
Por Carlos Manuel Acuña
Si nuestra ex República volviese por un acto de magia a convertirse en un país normal, los actuales acontecimientos merecerían un tratamiento taxativo y contundente. La Constitución Nacional se impondría por encima de las desviaciones políticas y la Justicia comenzaría a actuar como corresponde. Más aún, antes de llegar a esas instancias afloraría el sentido común, el Congreso intervendría frente al vacío de poder y la ruptura institucional, la Corte Suprema sería el órgano de referencia inexcusable y finalmente los gobernadores actuarían en defensa del Federalismo con la autoridad y peso suficientes para retornar al cauce perdido y contribuir a la pacificación quebrada peligrosamente.
Pero las cosas son inversas hasta en un detalle fundamental: el equilbrio mental de quien ejerce el Poder Ejecutivo Nacional debería formar parte del instrumento correcto o bien sería reemplazado para retornar a la normalidad añorada. En trazos gruesos pero básicos acabamos de hacer una disección del presente y resolvimos eludir otros detalles por una razón simple y mensurable: la falta de espacio periodístico para desarrollar los componentes de este escenario que nos agobia.
Sin embargo podemos detenernos en algunos aspectos interesantes. Por ejemplo, el Fiscal Carlos Stornell resolvió en tres carillas de contenido claro y específico iniciar acciones contra el responsable del Servicio Penitenciario Federal, Víctor Hortel, nada más y nada menos que por el delito de prevaricato por dejar salir de la cárcel - aunque sea transitoriamente - a peligrosos delincuentes con la finalidad de prepararlos como militantes y formadores de un ejército destinado a servir los intereses físicos e ideológicos del gobierno central. En el exterior - España, Italia, Brasil, entre otros países - comentan el asunto en las primeras planas de los medios escritos y en los noticiosos electrónicos. La novedad que comentamos - o el papelón, si se prefiere - puede avanzar con todas sus consecuencias o bien dormir para siempre con otras consecuencias inversas. Lo que dejamos escrito viene a confirmar que los hechos trascendentes pueden ser menores para luego crecer y tomar el camino de los grandes cambios. Vale la pena mantener latente el interrogante.
Otro tema - más profundo pero también prometedor de hondas derivaciones - es el paso dado por el gobernador de Córdoba que decidió rebelarse a la hegemonía que pretende Cristina W. Fernández para dibujar el futuro político. Ya lo comentamos días atrás pero debemos insistir en que si se concreta, el devenir será más que importante para el futuro de todos nosotros. Si por ventura de la Sota no avanza en su proyecto, Daniel Scioli se mantiene ausente y otros gobernadores aliados se someten a las maniobras kirchneristas, ese futuro será más violento de lo que se sospecha. Y para ser más claros diremos que será más violento de lo que en definitiva sucederá más tarde o más temprano - con mayores probabilidades de esto último - cualquiera sean las medidas que se adopten.
La realidad moral, ideológica y geopolítica - por citar algunos de los factores básicos que concretan la decadencia argentina - parece que no serán determinantes de los próximos acontecimientos que avanzan a paso redoblado, avance que también ocurrirá si Cristina se impone como lo ha logrado hasta el momento. En los hechos, la Argentina parece ubicada en un callejón sin salida excepto que alguien rompa el muro que la aprieta. Pero como en política casi todo es posible y la tendencia apunta hacia los arreglos y negociaciones, no exageraremos si afirmamos que nos encontramos frente a grandes acontecimientos, cualquiera sea su signo, incluso si no se rompiera la pared. Más aún, podemos señalar que el ánimo caído, la protesta contenida y la desazón cotidiana explican el desánimo que embarga a los argentinos.
Sin entrar en detalles innecesarios, acotaremos que la anormalidad que caracteriza a la alterada sociedad pasa por la ansiedad, la angustia a lo desconocido y a la sostenida quebradura de valores y principios. Por ejemplo, el de la propiedad está seriamente afectado por las medidas impuestas por el gobierno a través de las organizaciones que ha montado a esos efectos. La más importante es La Cámpora que absorve a otras menores como "Negros de Mierda" que dirige el mencionado Hortel, quien intentó convencer a los presos políticos para que el Día del Niño se disfracen como él lo hace en las fiestas que organiza con convictos - varones y mujeres- para lo cual levantaría las restricciones con que persigue a esos presos. Estos rechazaron de plano la oferta - no somos payasos, le respondieron - por razones elementales que pusieron de relieve el abismo moral que los separa del insólito funcionario. El caso de los presos políticos está incertado con firmeza en el horizonte político e institucional.
La Cámpora sigue una ruta más elevada si la comparamos con las maniobras de Hortel que simultáneamente se identifica con la organización. Ahora, gracias a los consejos del viceministro de Economía - en realidad es el verdadero ministro del área - sus hombres y mujeres intervienen en los procesos administrativos y productivos de aquellas empresas donde el Estado tiene directores. Si les retacean la información, aparece la AFIP para imponer multas, contener a quienes desean mantener su independencia y sobre todo, para abonar el terreno que permitirá extender el control hacia otras empresas y actividades. A partir de este momento, ser propietario es relativo y ser empresario es una tarea de alto riesgo. El marxismo de Axel Kisillof se impone en la gestión y pone su nota ideológica al proyecto Cristinista. No sólo ladrones y corruptos en el poder: desde la cúspide también se quiere imponer un perfil doctrinario dentro y fuera de nuestras fronteras.
Pero Kisillof es nada más que un instrumento que puede ser pasajero como tantos otros. En realidad, la frondosa imaginación de Cristina apunta a lograr, a toda costa, mecanismos de permanencia y su tropa - siempre hace falta una tropa de cualquier naturaleza para mantenerse en la cima política - está integrada por los "Negros de Mierda", delincuentes comunes, "Barrios de Pie" y organizaciones similares. Sin embargo la ambición va más allá y en parte retrocede a lo que se intentó en los años setenta: captar a la juventud desde las bases mismas de la educación. En los setenta, el intento fracasó rotundamente porque los ciudadanos llamaron primero y apoyaron después a las Fuerzas Legales para sacarse de encima a la pesadilla de sangre y fuego. Esto dejó al terrorismo la enseñanza del inconveniente de una estrategia frontal y activa. Por eso ahora optó por varios caminos convergentes: deflacionar a las Fuerzas Armadas y de Seguridad más allá de lo tolerable para reemplazar a los sucesos subversivos mediante la inseguridad pública. Un objetivo de fondo consiste en crear una "nueva conciencia" que asimile la creencia de que no hubo una guerra. Igualmente, acumular recursos para pagar a los nuevos militantes y simpatizantes que deberán alimentar lo que el pensador francés Guy Sorman calificó hace poco en el diario La Nación como "un debate" inútil sobre temas superados en el mundo entero. Para Cristina, Carlos Zanini y unos poquísimos "iluminados" que la rodean, eso no importa. Una vez dijimos - nosotros y otros analistas - que el kirchnerismo no abandonaría el poder suceda lo que suceda. Entonces debemos retrotraer con insistencia este comentario a aquellos donde hablamos de la violencia inevitable. Acotaremos que la imagen pública de Crisitina ya no llega al setenta por ciento de lo que opina la ciudadanía. De allí que está en juego la razonabilidad misma que sería risible si dejáramos de lado la tragedia potencial que contiene. El voto de los menores de diez y seis años y de los extranjeros que ya tienen su DNI para venir el día de las elecciones, son artimañas que forma parte de una desesperación que inició el rumbo hacia disparates que comienzan a ser comentados en el exterior como una curiosidad que puede deslizarse hacia un final poco feliz. Le pedimos a nuestros lectores que recuerden estas palabras para no ser tomados por sorpesa y para que sepan que ese final triste y palpitante es altamente probable.
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