jueves, 30 de agosto de 2012

CANALLAS

Amnesia canallesca y vengativa http://www.lanueva.com/edicion_impresa/nota/28/08/2012/c8s027.html por Guillermo V. Lascano Quintana Muchos argentinos, sobre todo quienes vivieron con uso de razón entre los años 1960 y 1976, deben recordar, y seguramente recuerdan, la situación de enfrentamiento entre grupos guerrilleros y fuerzas del orden. No fue ese un enfrentamiento intelectual o político. Se trató de una contienda armada. De un lado, quienes pretendían imponer un sistema político económico de raíz marxista, y del otro, quienes se oponían. Ahora, con la excusa inexistente en aquel tiempo, se pretende reivindicar la acción guerrillera, con argumentos tales como que luchaban por restaurar la democracia: una mentira mayúscula. Nunca fueron democráticos ni les importaba otra visión distinta de la que sostenían, apoyados por gobiernos extranjeros a quienes la realidad argentina cotidiana les importaba muy poco; solo querían imponer a cualquier costo su visión de las sociedades humanas. Otra falacia es que las organizaciones guerrilleras estaban constituidas por jóvenes bien intencionados, olvidando que recurrieron a todo tipo de acciones delictivas para procurar imponer sus designios --asesinatos, secuestros, robos, entre otros--. Ahora se nos quiere hacer creer que esos muchachos eran inocentes ciudadanos, inquietos por las desigualdades e injusticias, que creían que el único método para luchar por ello era recurrir a las armas. Esa fue una decisión deliberada y no impuesta por las circunstancias y largamente discutida por los líderes e ideólogos de las organizaciones guerrilleras. El tiempo pasa y algunos se están olvidando del sufrimiento que esos guerrilleros causaron a los argentinos, ciertamente mucho más intenso que el que generaba la situación que decían combatir. Baste recordar el secuestro y asesinato de Oberdan Sallustro, cuya única "culpa" era ser directivo de una empresa; o el secuestro y asesinato del general Aramburu, ampliamente difundido como una gesta "liberadora". Dos actos aberrantes, que no avergonzaron a sus autores, pero que deben ser condenados por la ciudadanía. Esos muchachos, inducidos por Perón, primero, financiados por la URSS y entrenados en Cuba, generaron un daño inconmensurable, del que aún no nos hemos repuesto. La sociedad argentina reaccionó y con el concurso de militares y policías intentó poner fin a la violencia desatada. Quienes no vivieron aquellos años deberían informarse sobre el accionar guerrillero, que ultimaba policías, ponía bombas, robaba, secuestraba, y no hacerle caso a la mentirosa y pusilánime historia inventada. Hace unos días, la titular del Poder Ejecutivo Nacional se sumó al homenaje a uno de aquellos jóvenes que tomaron las armas contra la Nación y reivindicó su conducta, que comparó con la de su marido. En ese caso se trata de una acción premeditada que encuentra sustento en la canallesca amnesia que tienen muchos argentinos, y que contribuyen con ello a la venganza de quienes fueron derrotados en el campo que ellos eligieron. Frente a tanto desatino, es menester reaccionar y hacer un examen de conciencia que, al permitirnos no falsificar el pasado, nos induzca a todos a enfrentar el futuro con optimismo.

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