domingo, 6 de mayo de 2012
HONOR
Realismo político y honor nacional
por Rogelio Alaniz
En nombre del realismo, uno de los recursos espirituales más aconsejables para hacer política en los tiempos que corren, convendría dar vuelta la página con el tema de YPF. Todo lo que se tuvo que decir, se dijo, y la votación en la Cámara de Diputados expresó la última palabra: YPF será nacional, estatal, pero en cualquier caso no será la de antes. Eso es lo que espero. Eso es lo que esperamos.
El gobierno nacional se ha adjudicado una resonante victoria política, reivindicando banderas nacionalistas y tocando cálidos afectos patrioteros. La fórmula es invencible: Malvinas e YPF. Patria, buenos negocios y marketing político. Otra vez el gobierno posa ante el escenario de la política como progresista y hasta revolucionario y, como esos excelentes gambeteadores que subyugan con sus habilidades a la hinchada, mientras festeja el gol deja a su alrededor una cantidad de jugadores desubicados, al punto que más de uno no sólo quedó fuera de juego, sino que hasta no tuvo rubores en aplaudir la genial gambeta de su rival.
Resuelta la votación, el futuro inmediato que se abre para el gobierno es color de rosa. Por lo pronto, el tema dejó en un segundo plano el escándalo protagonizado por Amado Boudou, el hombre que hasta hace un mes era casi un cadáver político y un candidato a los Tribunales, en tanto que ahora se pasea orondo por los actos oficiales exhibiendo con persistente sonrisa sus condiciones de “peronista de toda la vida”.
En el camino, Cristóbal López, el operador multiuso de los Kirchner compró los medios del llamado “Grupo Hadad”. La maniobra era previsible, como también era previsible que se la presentara como un avance significativo de la libertad de prensa en la Argentina. En ese sentido, la capacidad del oficialismo para presentarse como víctima de los medios de comunicación, mientras día a día fortalece su poder mediático, es admirable. Tan admirable como la acción de presentarse como defensor de YPF después de haberla vaciado. Como se dice en estos casos: “Néstor lo hizo”.
Pero lo cierto es que a la batalla política la ganó el oficialismo. De aquí en más habrá que ver si la nación, en términos prácticos, ganó algo en todo este juego. Es que como Menem antes, y los Kirchner ahora se han encargado de demostrarlo hasta el cansancio, no siempre sus triunfos políticos coinciden con los triunfos políticos de la Argentina.
Por lo pronto, convengamos que las primeras declaraciones de la Viuda parecen orientarse en una línea correcta. Reivindicar la profesionalidad para YPF y desear el autoabastecimiento como objetivo económico, son metas que, sin duda, deben compartirse. Asimismo, la designación del ingeniero Miguel Galuccio como presidente de YPF autoriza a pensar que hay coherencia entre las palabras y los hechos. Galuccio es un profesional calificado y, tal como se presentan los hechos, pareciera la persona indicada para gestionar a YPF en el mundo que vivimos.
Las preguntas a hacerse serían ¿Galuccio tendrá poder para cumplir con sus objetivos? ¿lo dejarán hacer? ¿cuenta con equipos de trabajo para desplegar una actividad eficaz? No hay repuestas inmediatas a estos interrogantes. Galuccio, desde el punto de vista de su curriculum es impecable, pero no estoy seguro de que las personas que lo acompañen también lo sean. En principio, como la presidente se encargó muy bien de aclarar, Galuccio será el presidente de YPF, pero la conducción real estará a cargo de De Vido y Kicillof. Y de la señora, por supuesto. Que ella ejerza la conducción política a todos nos parece bien o, por lo menos, inevitable, pero ¿puede decirse lo mismo de De Vido, el responsable directo de todos los errores y horrores que ahora se pretenden enmendar?
Por otro lado ¿Galuccio podrá garantizar que la renta petrolera se oriente hacia la reinversión y no sea apropiada por la célebre y temible “Kaja” del oficialismo? ¿es posible creer que si la empresa empieza a dar beneficios el aparato recaudador del poder se mantendrá al margen? Preguntas que uno se hace.
Preguntas tan válidas como las relacionadas con el vaciamiento que hubo y sobre el cual el gobierno parece no estar dispuesto a decir una palabra. No se trata de mirar para atrás, pero no puede quedar en la nada el hecho real de que con la gestión de los soldados de la causa nacional y popular, YPF fue deliberadamente vaciada y que, como consecuencia de ello, en pocos años cayó la producción, disminuyeron las reservas y perdimos el autoabastecimiento.
¿Ninguna palabra sobre esa hazaña nacional? ¿ninguna palabra sobre el dato cierto de que Repsol como empresa global se descapitalizó en la Argentina pero, como toda multinacional integrada, se capitalizó en el planeta gracias, precisamente, a la renta obtenida en estos pagos? Suena lindo excitar nuestros sentimientos nacionalistas, hablar pestes de Repsol y transformar al cálido “Antonio” de otros tiempos en un enemigo del pueblo, pero a la hora de defender el honor y el bolsillo nacional en serio ¿qué hizo la autoridad política para impedirle a Repsol que hiciera de las suyas o, para ser más precisos, qué hizo para impedir que se comportara con la lógica de toda empresa multinacional, es decir, que transfiriera las ganancias de un punto a otro del planeta, contando para ello con la complicidad de los “cipayos” locales? ¿Cipayos? ¿y acaso no merecen ese nombre -sacado de las canteras del clásico y cerril nacionalismo criollo- quienes vaciaron YPF, aprobaron todos los balances sin abrir la boca, permitieron a una empresa extranjera llevarse la plata y se valieron de otra empresa nacional para usarla de ágil testaferro de negocios inconfesables?
Y ya que nos estamos haciendo algunas preguntas incómodas, agrego: aquellos legisladores opositores que levantaron la mano para aprobar el proyecto oficial, ¿nunca se preguntaron si con ese gesto estaban contribuyendo a afirmar la soberanía nacional o, por el contrario, convalidar el vaciamiento de YPF? Dirán que votaron a favor de una empresa petrolera estatal en la mejor tradición de Yrigoyen y Mosconi. ¿No les parece exagerado comparar a la señora y a De Vido con Yrigoyen y Mosconi? ¿O con Juan B. Justo y Alfredo Palacios? Por su lado, el señor Solanas, ¿nunca se preguntó qué hubiera hecho el gran Silenzi de Stagni en una situación parecida?
Se dijo, y se sigue diciendo, que nunca se dejó de objetar el proyecto oficial. Pregunto: al momento de levantar la mano ¿qué estaban votando? ¿el proyecto oficial o las objeciones? Las dos cosas, dirán. Puede ser, pero les aseguro que para el oficialismo lo que le importaba era que levantaran las manos. Lo demás, como ya dije, es jarabe de pico. Y si así no lo creen, es porque no conocen al peronismo y mucho menos conocen la catadura moral de determinados personajes. O a esta altura del partido, ¿creen en el honor de un personaje como Aníbal Fernández, en la coherencia de un señor como Parrili que en 1992 informó sobre las virtudes de la privatización y, veinte años después, votó exactamente lo opuesto?. ¿Nada les dice la conducta de Menem? ¿O las declaraciones de Felipe Solá: “No tuve vergüenza de votar por la privatización en 1992 y tampoco la tengo ahora de votar por la estatización”?. De eso se trata: de no tener vergüenza.
Seguimos con las preguntas.Y un sector importante de la oposición, ¿tampoco tuvo vergüenza en levantar la mano como antes la levantaron con la estatización de las jubilaciones o con el manotazo a las reservas del BCRA? Anécdotas al margen, al momento de levantar la mano, en ese instante fecundo ante la historia y ante su propia conciencia, ¿no se preguntaron si con ese acto estaban traicionando a quienes los votaron en las recientes elecciones?
Pero como dice el tango: “Para qué vamos a hablar de cosas viejas, si vos has perdido pebeta el corazón”. Corrijo. Hubo una mujer que dijo todo lo que debía decir y la felicito. Se llama Elisa Carrió. Fue la única que habló sin pelos en la lengua, diciendo ladrones a los ladrones, estafadores a los estafadores y traidores a la patria a los traidores a la patria. Está sola, Como lo estuvieron Leandro Alem o Lisandro de la Torre. Y como lo suelen estar las personas decentes en un tiempo en que pareciera que el Himno Nacional ha sido desplazado por el tango “Cambalache”, sobre todo cuando dice: “...y en el mismo lodo todos manoseaos”. Carrió no fue la única, pero fue la más clara, la que con sus palabras mejor representó a quienes no la votaron pero quieren oír una voz opositora que ponga limite al exitoso tropel oficial.
No tengo empacho ni vergüenza en decirlo: una vez más el honor nacional, la decencia pública, el coraje civil estuvo en boca de una mujer, una mujer que a veces se ha equivocado, pero nunca se equivocó en lo que importa y que, más allá de sus errores, siempre ha sido coherente con aquellos valores sin los cuales un político deja de ser un hombre de bien para transformarse en un oportunista, un aventurero o un bribón.
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