sábado, 25 de julio de 2009
SCIOLI- MOYANO
Panorama político nacional de los últimos siete días
La autonomía de Scioli y
los frenos de Moyano
El elocuente mensaje de las urnas de junio está a punto de cumplir un mes y el Gobierno nacional no parece haberlo interpretado todavía; más allá de las ceremonias protocolares de un diálogo que corre el riesgo de ser visto como un entretenimiento, no se registran acciones ni decisiones que revelen la voluntad de cambiar el rumbo.
Aparte de entronizar en el INDEC a algunos de los hombres que gestionaron el Instituto tutelados por Guillermo Moreno, el Ministro de Economía no ha completado aún su equipo ni ha dado a conocer sus ideas, salvo las generalidades que respondió a algunos periodistas o las que reservó a los dirigentes de la Unión Industrial Argentina, que almorzaron con él y le pidieron "sentido común".
Mario Blejer, descripto por Amado Boudou como asesor del Palacio de Hacienda, da consejos que no son escuchados: para él, el problema es recuperar la confianza, motivo por el cual hay que ir a fondo, inequívocamente, en la restauración de la verdad estadística y hay que normalizar la relación con los organismos internacionales de crédito.
Una semana atrás, la poderosa Asociación Empresaria Argentina -que reúne a las firmas más fuertes del país- colaboró con el Gobierno cuando dio a conocer un documento que resume en 12 puntos los temas prioritarios para reconquistar la confianza, tanto la de los ciudadanos como la del mundo, del que la Argentina se encuentra seriamente aislada. La veracidad estadística es uno de esos puntos, tanto como el fortalecimiento institucional, el respeto a la libre empresa, el rechazo a la manipulación de precios y a los gravámenes que desalientan la producción y las exportaciones, el estímulo a la inversión, la defensa de la propiedad privada, y de las empresas argentinas, la atención especial al empleo. Las grandes firmas reunidas en AEA, que arrastran detrás suyo cadenas de valor que incluyen amplísimas redes de empresas medianas y pequeñas, esperan que el diálogo desemboque rápidamente en decisiones, que no sea apenas una forma de jugar a las visitas, que el Gobierno asuma de una vez su derrota electoral, comprenda con lucidez su situación y actúe en consecuencia, para preservar la gobernabilidad y no empeorar más el clima de negocios.
El comportamiento del Gobernador bonaerense, Daniel Scioli, opera como prueba testigo de lo que se podría hacer desde el Gobierno nacional . y por ahora no se hace.
Mientras desde Olivos el esposo de la Presidente se dedicaba a ningunear y culpar de su derrota a los intendentes del conurbano ("fui víctima de la vieja política"), el Gobernador convocó a los jefes territoriales que, como él, tuvieron que cubrirle las espaldas a Néstor Kirchner y procuró rápidamente apuntalar el poder provincial y ampliar sus bases de sustentación recuperando el diálogo con todos los sectores ("Vuelvo a ser el Scioli con la impronta del diálogo"). El Gobernador actúa como quien ya ha dado una contribución grande al sistema kirchnerista y ahora se siente liberado de otros compromisos que no sean con la provincia ("Simplemente estoy hablando a favor de mi provincia. Cuando hubo problemas de gobernabilidad, le puse el hombro a la Nación. Ahora es importante que la Nación defienda también los intereses de la provincia").
Envuelto en la bandera de la defensa provincial, Scioli ha recobrado autonomía y hace cosas que -independientemente de que él lo busque o no- lo diferencian del kirchnerismo. Esta semana se vio primero con los líderes provinciales de la Mesa de Enlace, encabezados por Pedro Apaolaza, Presidente de CARBAP. Coincidió con ellos en la necesidad de rebajar retenciones (en principio, para el trigo), liberar la exportación de carnes y encarar soluciones para la cadena de valor de la lechería y prometió transmitirle el planteo a la señora de Kirchner el lunes 27, cuando se entreviste con ella. "Ahora Scioli juega en nuestro equipo", resumió uno de los ruralistas. El Gobernador tiene un estilo más medido ("Había que escuchar al campo(.) La agenda del campo será central para resolver muchos problemas").
El viernes, la diferenciación se remarcó: Scioli fue al predio de la Exposición Rural en Palermo, donde el Banco de la Provincia inauguraba un stand (otra diferencia: ningún ente del Gobierno nacional quiso estar presente en la Exposición) y allí se reunió con Hugo Biolcatti, el Presidente de la Sociedad Rural, y con Mario Llambías, el jefe de Confederaciones Rurales Argentinas. De yapa, llegó al lugar acompañado por el Senador nacional (por la Provincia), José Pampuro, Presidente provisional de la Cámara Alta (el Presidente nato es el Vicepresidente de la Nación, Julio Cleto Cobos), otorgándole al acercamiento un perfil institucional que excede lo provincial.
Cuando se comparan la rápida comprensión de la nueva realidad política y los códigos de este Scioli que puso el cuerpo y pagó costos propios por respaldar a un gobierno nacional que empezó tarde a (y no terminó nunca de) digerirlo, con las conductas kirchneristas (morosas, vengativas hasta contra los aliados, siempre dispuestas a culpar al otro: véase, por caso, la reacción de la presidente responsabilizando a su canciller y a "la misoginia" ajena de sus frecuentes impuntualidades en eventos internacionales), se comprende uno de los factores que han hecho que el gobernador, que en las urnas fue tan derrotado igual que Kirchner, a diferencia de éste mantenga altos niveles de imagen positiva y, sobre todo, mantenga abierto un crédito de confianza inclusive entre quienes han tenido que enfrentarlo.
Por cierto, hay otros factores en la notoria recuperación de iniciativa de Scioli. Y uno de ellos, insoslayable, es el peso de la Provincia de Buenos Aires y el hecho, digamos, físico, de que su presencia es indispensable en cualquier búsqueda de consolidación de la gobernabilidad.
Pese a las dificultades financieras que atraviesa su distrito (Kirchner no le dio a Scioli un "fondo del conurbano" como el que Eduardo Duhalde recibió en su momento de Carlos Menem), el Gobernador se encuentra parado sobre un doble eje: su autoridad institucional en la Provincia y su rol en el peronismo. Este papel empieza a ser comprendido por algunos de los sectores influyentes en el PJ provincial, sin descartar a Eduardo Duhalde, por cierto. Su necesario compromiso con el Gobierno nacional le había infligido al Gobernador su mayor déficit: la relación con el campo estaba herida. Ahora ha comenzado a cerrar esas llagas.
La autonomía de Scioli es una medida de la debilidad del kirchnerismo, quizás más significativa que la crisis de la CGT y el descenso de las acciones de Hugo Moyano, que preocuparon al Gobierno toda esta semana. En última instancia, la recomposición del sindicalismo se consumará cuando el peronismo (y/o el país) termine de procesar su reordenamiento, construya una conducción legítima y votada por sus afiliados, consolide un liderazgo. En cambio, la autonomía de los bonaerenses con todos sus matices (los jefes territoriales, el Gobernador e, inclusive, las corrientes del peronismo disidente) deja al Gobierno sin más que la nostalgia y una caja cada vez más famélica.
Los cambios de rumbo, antes de definirse rotundamente un derrotero nuevo, se inician desde dentro. La primera etapa del postkirchnerismo puede llamarse neokirchnerismo.
Jorge Raventos
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