martes, 18 de septiembre de 2012
FICCIONES
Cristina y sus ficciones de la realidad
Por Carlos Berro Madero
Mientras Cristina finge defender la democracia “popular”, su ESCUELA ADMINISTRATIVA del TERROR, va desnudando la poca respetabilidad de sus argumentos.
Esta fórmula, persigue el objeto de tomar el control de la realidad que la rodea en forma total, resultando como un espejo de los jacobinos que proponían en su tiempo la transformación autoritaria de la sociedad francesa primero, y la universal después.
Con la glorificación del miedo, verbaliza su deseo de “fulminar” a todos aquellos que le lleven la contraria.
A través de este sentimiento enfermizo trata de destruir sistemáticamente los medios de “existencia” de quienes se le oponen, porque no puede tolerar la insurrección “cultural” que emerge de los que comienzan a comprender el verdadero objetivo de su ideología represiva: el sometimiento de la sociedad a sus arbitrios.
No existe en ella ni una chispa de civismo y se deleita con el enunciado de una supuesta “misión” para organizar una sociedad distinta, donde no mande nadie más que ella y obedezcan ciegamente todos los demás.
Al mismo tiempo, es incapaz de preguntarse por qué mucha gente comienza a resistirse -activa o pasivamente-, a aceptar sus imposiciones, sus exabruptos y sus desvaríos, viendo solo enemigos a su alrededor. Enemigos que, en su concepto, conspiran en la sombra contra el paradigma de poder que ha delineado al sentirse heredera de un mandato nacido casi de lo sobrenatural.
Nos lo ha dicho con todas las letras, como para que no queden dudas.
Por lo tanto, se aferra cada vez más al encasillamiento de sus interpretaciones y recusa a algunos “rebeldes” y a los que osan manifestarse de acuerdo con ellos.
Engels sostenía que nuestras convicciones y nuestras opiniones del bien y el mal, no proceden la mayor parte de las veces del razonamiento y no son por tanto refutables ni modificables por la misma vía. En el caso de Cristina, eso explica porqué es imposible corregir en ella ciertas actitudes que provienen esencialmente de sus emociones descontroladas.
Por otro lado, tiene una increíble capacidad para construir en su cabeza más o menos cualquier teoría falsa, para “demostrársela” a sí misma y creer -y hacer creer-, en ella a pies juntillas.
Por eso es imposible imaginar hasta dónde llegará un desenfreno que ha demostrado su capacidad para tornarse “impermeable” hacia los datos que le brinda la realidad: cuanto más arrecen las críticas, más se potencia su falta de objetividad y aumenta la progresión ascendente de sus desatinos verbales.
Se ha convertido definitivamente en una mujer hostil, que aplica toda su pasión a encarnarse en el símbolo vivo de la hipocresía para tratar de ejercer su influencia autoritaria sobre la sociedad.
Pierre Bayle decía que los obstáculos a un buen examen de la realidad no proceden tanto de la vaciedad del espíritu como del hecho de que éste está lleno de prejuicios.
Este es el caso de Cristina y por eso se comporta como una persona resentida y desconfiada.
Su demagogia y xenofobia cultural generan siempre una gran violencia, preconizando medidas extremas para excluir de cualquier escenario a los que no piensen como ella, tratando de minimizar así el virus de su propia inseguridad personal. Por lo mismo, renuncia a analizar el contenido de los problemas que se le presentan, recurriendo solo a supuestas “divergencias” como único argumento válido para propiciar la exclusión de quienes considera “réprobos”.
La fortaleza del kirchnerismo se basa en la figura de la Presidente, y su debilidad –paradojalmente- en ella misma. No tiene herederos que puedan sucederla, debido a su obsesión por no compartir el poder con nadie.
Lamentablemente para ella, Néstor se fue antes de tiempo.
El diseño de un plan de dominación popular por alternancia, desapareció con él y la Presidente no se da por aludida, tensando la relación con la sociedad a través de discursos flamígeros e incoherentes, cuyo “crescendo” hace temer severamente por su cordura.
Dicen que el peronismo acompaña a aquellos dirigentes de su partido que pierden el poder “real” hasta la puerta del cementerio, pero no entran dentro del mismo con ellos.
Quizá sea éste el final solitario que el destino le tenga reservado a Cristina después de todo.
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