domingo, 31 de marzo de 2013

APOLOGÍA DE LA VIOLENCIA

por Enrico Udenio La violencia no se expresa solamente a través de las armas. Una forma autoritaria de gobernar un país es también un fiel exponente de ella. Tampoco la agresión física es la única que hiere al ser humano. Las intimaciones, los chantajes, las mentiras, las agresiones verbales y la apología de la violencia demuestran que también se utiliza a la palabra para negar la realidad con el fin de dominar y/o manipular al individuo. Días atrás, durante una entrevista radial con el periodista Ernesto Tenembaum, la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, ratificó que reivindica la lucha que protagonizaron los guerrilleros. "Nosotros reivindicamos el valor de una lucha, que sí la hubo armada” fueron algunas de sus desgraciadas palabras. Digo desgraciadas porque hiere la sensibilidad de aquellos que vivimos esa desdichada época (los 70) acosados por los bandos en lucha (la guerrilla, los parapoliciales del gobierno peronista, y los militares en la posterior dictadura). LA CULPA PROMUEVE LA NEGACIÓN DE LA REALIDAD Todos los padres tenemos culpa cuando un hijo sufre una desgracia. La sufrimos porque pensamos todo lo que podríamos haber hecho para evitar esa desdicha. Pero la señora de Carlotto, escudada detrás del eterno dolor por la desaparición de su hija, no tuvo empacho en mentir y distorsionar los hechos históricos con el fin de reivindicar una violencia cuyo único objetivo –reconocido posteriormente como tal por los líderes guerrilleros- era el de acceder al poder mediante el uso de la fuerza para implementar un gobierno marxista. Durante la entrevista, la dirigente sostuvo que no podía hablarse de "lucha armada", dado que cuando comenzó la dictadura las organizaciones guerrilleras ya habían sido desarticuladas. No es cierto lo que ella afirma. No podemos saber si la señora de Carloto miente a conciencia o sus palabras son consecuencia de haber construido su propia realidad. Por suerte, y más allá de las experiencias personales de los que vivimos esa época, hay abunde material periodístico que demuestra lo contrario a lo expresado por ella. Uno de los motivos principales por el cual una gran parte de la población apoyó –lamentablemente- el final abrupto del gobierno de Isabel Perón, fue la escalada de la violencia producida por la guerrilla y la incapacidad operativa del gobierno democrático para combatirla de manera adecuada. UN DELIRIO COMPARATIVO “Aunque no estamos con la violencia, esa violencia es la que tuvo San Martín y los héroes cuando tuvieron que defender la patria. Ellos [por los desaparecidos] defendieron a su manera, con errores, virtudes y defectos” fue otra de las sorprendentes frases que dijo Carlotto durante la entrevista. Comparar al General San Martín con los guerrilleros que intentaron derrocar un gobierno elegido democráticamente porque no estaban de acuerdo con la ideología de sus gobernantes fue, en verdad, una ofensa a la patria y a los argentinos. También la líder política adherente al kirchnerismo mostró su lado soberbio y autoritario al molestarse con los cuestionamientos que el periodista le hacía: "¿Qué tenemos que dar explicaciones a esta altura, de este tipo? ¡Es absurdo! Si me llamás para esto, chau. Me preguntás algo fuera de contexto, ya eso no lo tenemos que explicar más, está dicho, escrito y probado", reaccionó enojada. La señora de Carlotto olvidó que en una democracia nadie puede ubicarse en un “altar inventado” como para no dar explicaciones por su accionar cuando éste hiere la sensibilidad de otros. LOS 30.000 En su defensa de la militancia de los 70, la señora de Carlotto dijo: "Nosotros reivindicamos la lucha inmensa que dieron esos 30.000 hombres y mujeres para cambiar la historia. Y, a pesar de que hoy no están, creemos que pudieron, que no nos han vencido. Porque estamos acá y podemos decir que lo que ellos hicieron fue hermoso: se comprometieron y lucharon por lo que creían justo". Y agregó: "Reivindicarlos, poder decir en qué organizaciones políticas, sindicales, estudiantiles y sociales militaron nos llena de orgullo, porque tomaron la política como herramienta, esa política de los barrios, las fábricas, las calles. Eran militantes del pueblo". Los montoneros y los del ERP, en su mayoría, no pertenecían al pueblo obrero, pues éste era peronista y no marxista. Como no lograban tener adhesión popular, sabían que jamás ganarían una contienda electoral. Por ello, consideraban que el único camino para llegar al poder político, e imponer su ideología, era el de la contienda armada. La señora de Carloto sabe muy bien que la cifra de 30.000 es una burda exageración de la lo que fue la tragedia argentina. Según la CONADEP hubo unas 10.000 víctimas. Una cifra de por sí terrible que no necesitaba ser “ampliada”. Esto lo saben todos los ex guerrilleros. El propio Firmenich relató pocos años después en un documental producido por la televisión francesa de que ese número (30.000) fue inventado por ellos mismos para generar un mayor impacto en Europa y atraer la atención sobre lo que estaba sucediendo en la Argentina. LA NEGACIÓN HASTA EL EXTREMO Y cuando Tenembaum insistió para que ella identificara lo que había dicho sobre "lo malo" de la lucha de los militantes de los 70, la señora de Carlotto respondió: "Lo malo fue el terrorismo de Estado. Y lo bueno es que hubo una juventud que dejó la vida y nos posibilitó la democracia. Esta democracia que tenemos, de 30 años próximamente, hay que cuidarla entre todos. Y tener la ubicación social de no dividir, sino de unir a las personas". En primer lugar, la democracia que pudimos tener a partir de 1983 fue producto de la derrota militar de la guerra en las Malvinas, y del posterior caos económico. Nada tuvo que ver la guerrilla de los 70 con la democracia conquistada. En segundo lugar, Carlotto mostró que las pocas palabras que ella dijo sugiriendo un reconocimiento de los propios errores, fueron falsas. Todo “lo malo” lo puso en el afuera y en “los otros”. Da mucha pena que el coraje mostrado por esta mujer durante tantos años con el objetivo de recuperar los nietos nacidos en los centros clandestinos de detención, se enturbie por su apología de la violencia, su soberbia y su necesidad en construir su propia realidad. Una inmensa pena.

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