domingo, 3 de marzo de 2013

CIERRE DE LISTAS

3 meses para el cierre de listas... y el futuro ya no es Cristina El escenario político del 2013 ha quedado planteado. El Gobierno va a plebiscitar la gestión de Cristina Fernández basado en los supuestos “logros” del Poder Ejecutivo. La Justicia será el campo de batalla para imponer un diseño oficialista y, paso siguiente, terminar de desguazar al Grupo Clarín y amañar a los medios no sometidos a la billetera de la Casa Rosada. Queda por definir el rol que jugará la oposición. Es cierto que recién estamos en marzo. Para las elecciones faltan 7 meses y para el cierre de listas, junio, 3 meses. Pero no exageren con la abulia o la incompetencia... "En el Gobierno creen que si la Argentina es forzada a un default técnico, Cristina Fernández podría victimizarse y sumar votos en octubre, como hoy lo hace culpando a la crisis internacional de los problemas internos que exhibe la economía argentina." N. de la R.: Pierre-Félix Bourdieu fue un sociólogo francés, fallecido el 23/12/2002. Tras los acontecimientos de Mayo de 1968, rompió con su maestro Raymond Aron, el pensador liberal, que desaprobó ese movimiento social, y fundó el Centro de Sociología de la Educación y la Cultura. Clave en el éxito de Bourdieu fue su rol de editor: entre 1964 y 1992, de la colección Le sens commun con Les Éditions de Minuit. Desde 1975 a 2002 como director de la revista Proceedings. Bourdieu fue co-fundador de la editorial Liber-Raisons d'agir, impulsora del movimiento Attac. Sus ideas fueron de gran relevancia en la sociología de la cultura, de la educación y de los estilos de vida. Su teoría apunta a superar la dualidad tradicional en sociología entre las estructuras sociales y el objetivismo vs. la acción social y el subjetivismo. Para ello desarrolló 2 conceptos nuevos, el habitus y el campo, y reinventó uno ya establecido, el capital. por CLAUDIO M. CHIARUTTINI CIUDAD DE BUENOS AIRES (Sin Saco y Sin Corbata). Autorreferencial, limitado, soberbio, sesgado y extenso fue el discurso de Apertura de las Sesiones Ordinarias Nº 131 del Congreso de la Nación por parte de Cristina Fernández. Sin embargo, a lo largo de 3.40 de párrafos extensos y acotaciones supuestamente risueñas, quedó en claro que el mensaje de campaña del 2013 del Gobierno será comparar el hoy con el peor momento de la ruptura de la Convertibilidad, ignorando las profundas falencias que tiene el autocalificado “Modelo K”. Tal como destacó el sociólogo francés Pierre Bordieu, en todo discurso es importante lo que se dice, pero más es lo que no se dice; y, en su larga alocución, Cristina Fernández no habló de frustrado inicio de clases en una docena de provincias, la Catástrofe de Once, ni del estancamiento de la economía, ni de la falta de inversión, ni del aislamiento diplomático de la Argentina, ni de la inflación, ni de los efectos nefastos de la política monetaria, el cepo importador o el cepo cambiario, ni de la militancia rentada de La Cámpora, ni del ahogo financiero a los medios opositores, ni de las presiones que se ejercen desde la Casa Rosada al Poder Judicial. La lista de temas que no fueron mencionados por Cristina Fernández es larga, pero no forman parte de las necesidades políticas del cristinismo talibán para perpetuarse en el poder. Por eso, la frase en donde la Presidente de la Nación niega cualquier intento de reforma de la Constitución Nacional pareció más un formulismo para acallar las críticas opositores que una decisión política firme e inamovible. La épica del 2013 será la “Batalla por democratizar la Justicia”, eufemismo que encierra un intento por crear una serie de estamentos judiciales controlados por el Gobierno, como si no alcanzara con haber elegido a dedo a 5 de los miembros de la Suprema Corte de Justicia y 70% de los magistrados de los fueros nacional y federales. En la actual etapa de desarrollo del cristinismo talibán, ya no alcanza con una Justicia adicta, además, se requiere de una Justicia sumisa y obediente. Por eso se promoverán concursos públicos para el acceso a la actividad judicial y se publicarán las declaraciones juradas de todos los funcionarios de todos los poderes de la Nación, lo que abre la puerta a sospechosas investigaciones políticamente intencionadas sobre las riquezas que tendrían acumuladas algunos jueces, camarista y legisladores. Exponer los bienes de los miembros de los poderes Judicial y Legislativo tiene como meta cuestionarlos desde la visión clasista, “demostrando” que están lejos de los ciudadanos, que no tienen en cuenta sus necesidades y que deben ser cambiados por otros que sean más cercanos al pensamiento populista, un concepto que para la Casa Rosada es sinónimo de popular, ciudadano o el “nosotros”ideológico. Crear tres cámaras de casación, que serán ocupadas por funcionarios elegidos a dedo por la Casa Rosada y proponer que los miembros del Consejo de la Magistratura sean elegidos por el voto popular, violando la Constitución Nacional, implica que el partido mayoritario, hoy el Frente para la Victoria, se queda con todos los cargos y pasa a tener un control nunca veces visto del Poder Judicial por el Poder Ejecutivo, transformándolo en un apéndice partidario más que actuará en función de las necesidades del soberano, en este caso, soberana: Cristina Fernández. Reglamentar las cautelares y buscar una consideración diferente del Estado en causas patrimoniales implica eliminar las únicas herramientas de defensa de los ciudadanos contra el aparato gubernamental y crear un estatus particular para el Poder Ejecutivo, es decir, por carácter transitivo, ambas medidas implican dotar al Gobierno de turno de una capacidad y poder que aplaste a cualquier privado que vaya contra su voluntad y decisión. Un concepto típico de la era monárquica. A lo largo de las 3 horas y 40 minutos, Cristina Fernández apareció como una testigo de los hechos negativos, con lo cual no es culpable de nada: y como actora principal de los logros oficiales. Así, la autocrítica estuvo ausente y cualquier posibilidad de cambio de tendencia en algunas de las áreas por donde cruje el “Modelo K” se esfumó con el cierre del discurso presidencial. El “negacionismo” sigue contaminando la sangre cristinista talibán. El Gobierno quiere que el eje del discurso de campaña sea la comparación del pasado con el presente. Un recurso antiguo, trillado, pero efectivo. Ahora, ¿cuál es el pasado para el ciudadano? ¿El gobierno de Raúl Ricardo Alfonsín, como intentó Cristina Fernández cuando recordó 1983? ¿Es la Convertibilidad, como cuando habló del campo? ¿Es la crisis 2002-2003 cuando hizo referencia al comienzo del Gobierno de Néstor Kirchner? Por lo general, para los ciudadanos, el pasado es una comparación del más cercano momento positivo vivido respecto al peor sufrido, ambos comparados con el hoy. Justo cuando la economía se convierte en la fuerza opositora más tenaz del Gobierno de Cristina Fernández, la Presidente de la Nación pide pensar en hace 30 años, 20 años o 10 años. No en 2012. El primer año del segundo mandato de Cristina Fernández fue malo para Cristina Fernández, por eso, es necesario borrarlo de la memoria de los votantes. Con la construcción cayendo a pique, destrucción de puestos de trabajo, caída del poder adquisitivo, desaparición de la inversión extranjera, inflación creciente, drenaje de divisas o suba del déficit fiscal a niveles nunca visto en los últimos 20 años. Por eso el votante debe anclarse en el 2003 para decidir su voto, no en 2012. Por primera vez en diez años, Cristina Fernández se animó a decir que “hemos salido del infierno”. Sin embargo, en su discurso ante el Parlamento, nada dijo de eliminar las leyes o regímenes impositivos de emergencia que tantos miles de millones de pesos le permiten recaudar al Gobierno. Entonces, para la política, la emergencia ha finalizado, pero no para lo económico, lo financiero, o lo fiscal. Otra típica contradicción de la que hace gala el ADN cristinismo talibán. Pero volviendo al Pierre Bordieu, Cristina Fernández no hizo referencia en su discurso al congelamiento vigente en el Partido Justicialista, al postergar sus internas hasta luego de las elecciones internas, con el fin de armar las listas de octubre a dedo y poder, con los resultados a la vista, administrar premios y castigos. Así, los peronistas que rompan con el Gobierno, quizás, se encuentran que si le ganan a la Casa Rosada, terminarán siendo expulsados del peronismo por miembros de otro partido, el Frente para la Victoria. Curiosa agonía la del partido creado por Juan Domingo Perón, entregado por sus miembros más destacados por un poco de dinero y migajas de poder. Si bien Cristina Fernández defendió el acuerdo firmado con Irán, las palabras presidenciales no ocultan que el oficialismo logró una votación muy ajustada, menor a la pedida por la Presidente de la Nación y con grandes muestras de enojo de parte de muchos de los que levantaron su mano a favor por orden de la Casa Rosada. Entonces, cabe una pregunta: ¿Cuál es el poder real de Cristina Fernández si tiene que congelar al Partido Justicialista para poder avanzar en el armado de listas y no puede conseguir que un proyecto propio tenga votos a favor, con holgura, cuando los votos le sobraron para otras normas de menor peso e importancia para el Poder Ejecutivo? La sensación de que el Gobierno de Cristina Fernández está encontrando sus límites crece día a día. Los tres pilares del “Modelo K” se han esfumado (superávit fiscal, superávit comercial y desendeudamiento legítimo), el Partido Justicialista debe ser puesto en coma para que el Frente para la Victoria pueda controlarlo, el oficialismo en el Congreso muestra menor espacio de maniobra y la Casa Rosada debe lanzar un profundo proceso de politización de la Justicia para lograr un desguace legal y legítimo del Grupo Clarín. Pero el límite más fuerte puede venir del exterior. La orden del Tribunal de Apelaciones de New York para que la Argentina presente una nueva oferta de pago a los holdouts acerca los plazos para una declaración de default técnico para los bonos soberanos, un hecho que será una puñalada en las necesidades económicas y fiscales de la Casa Rosada. Sin embargo, en el Gobierno creen que si la Argentina es forzada a un default técnico, Cristina Fernández podría victimizarse y sumar votos en octubre, como hoy lo hace culpando a la crisis internacional de los problemas internos que exhibe la economía argentina. El kirchnerismo y el cristinismo talibán han creado una mitología alrededor del ataque externo hacia la Argentina. La base es una creencia popular: de que nuestro país ha sido creado para ser rico y líder mundial, pero todas las potencias de la Tierra se turnan, lo largo de los siglos, para evitar que la Argentina alcance ese “destino manifiesto”. Aunque parezca mentira, ese mito está muy metido en la sangre de los argentinos, incluso, en las clases más alta y en los grupos con mayor educación y otorgan una excelente oportunidad para sumar votantes que pueden tener dudas de volver a apoyar a Cristina Fernández en Octubre después de 10 años de gestión kirchnerista. En parte, el escenario político del 2013 ha quedado planteado. El Gobierno va a plebiscitar la gestión de Cristina Fernández basado en los supuestos “logros” del Poder Ejecutivo. La Justicia será el campo de batalla para imponer un diseño oficialista y, paso siguiente, terminar de desguazar al Grupo Clarín y amañar a los medios no sometidos a la billetera de la Casa Rosada. Sólo queda definir el rol que jugará la oposición. El futuro del peronismo no kirchnerista y de la centro derecha está en manos de Daniel Scioli y Sergio Massa. Como determinó el diseño político de la reforma constitucional de 1994, Buenos Aires es el territorio de la “Madre de todas las Batallas”. José Manuel de la Sota, Mauricio Macri y Francisco de Narváez han quedado como actores menores. El aporte de Hugo Moyano y Gerónimo Venegas son descontados. En la centro izquierda, una alianza entre Fernando Solanas y Elisa Carrió no levanta el amperímetro, pero quita fuerza a un acuerdo entre el Frente Amplio Progresista y la Unión Cívica Radical, lo que podría hacer que muchos votantes de Hermes Binner y Ricardo Alfonsín de 2011 se pasen a la centro derecha, sólo por desinterés en el armado final de la izquierda. Pero que el escenario esté armado, los actores listos y el guión escrito, no implica que la obra vaya a salir como los autores, los protagonistas o los espectadores lo esperan. 2013 será un año muy largo. Muchas más cosas que en 2012 pasarán. La mayoría de ellas, ni son pensadas ahora y, menos, sus consecuencias. Hay un final abierto. Volviendo, por tercera vez a Pierre Bordieu, lo que vemos es importante; pero lo que no vemos, es lo que definirá el futuro. Recién estamos en marzo. Para las elecciones faltan 7 meses y para el cierre de listas, junio, 3 meses. Mucha agua correrá bajo el puente. Por eso, hay que estar preparados, todo es posible y, pese a la lluvia de palabras de la semana, el final está por escribirse.

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