jueves, 23 de julio de 2009

El "diálogo político" y el núcleo de la situación



Por JOSÉ ANTONIO RIESCO

En un comentario a pocos días de la derrota electoral del kirchnerismo ("El régimen se descompone") sostuve lo siguiente: "Ahora bien, ¿cuál es la cuestión de fondo?", si la oposición está en algo más serio que los intereses personales de los dirigentes, tiene que dejar el actual conventillo de lado y unificar criterios en lo fundamental porque el país reclama que se clarifique quién y cómo gobierna. Y no se trata solamente del estadígrafo Guillermo Moreno o del estanciero Hugo Moyano, cuya existencia y persistencia política es sólo una variable del asunto principal.

Hay que plantear la verdad del régimen, puesto que la Constitución asigna el Poder Ejecutivo al ciudadano/a electo con nombre y apellido para esa trascendente función, y ocurre que los argentinos venimos dando al mundo el espectáculo, como novedad del sistema, que una persona (doña Cristina) pone la firma y a veces también la cara, mientras otra (don Néstor K.), como "poder detrás del trono", adopta las decisiones, a la vez que nombra y expulsa a ministros mientras los somete a una subordinación plena. Y no se trata del duque de Malborough (a. Mambrú) cuando la reina Ana, en la Inglaterra del siglo XVII, tenía por favorita a su esposa; ni de Manuel Godoy durante el reinado de Carlos IV en España a principios del siglo XIX, celoso gestor de los asuntos del reino y de doña Teresa de Parma, la reina. Tampoco, inter nos, de otro Lopecito a quien, cuando llegó el momento, dos coroneles enojados lo sacaron a empujones de la Casa Rosada.

Estamos en pleno "diálogo amplio" convocado por el oficialismo para ganar tiempo mientras practica descaradamente el gatopardismo, para lo cual cuenta con la aquiescencia, por tímidos y especuladores, de los dirigentes de la oposición que salvo excepciones, asisten entusiasmados al besamanos de, salvando las distancias, un pretendido Pepino el Breve, aquel legendario mayordomo de palacio y con cuya imagen don Florencio Randazzo, ministro del Interior, les ofrece una sonrisa.

Los temas son los que interesan al Gobierno: esa formulita de la reforma política que para nada le importa al 99% de los argentinos. Nada de hablar de los plenos poderes, violatorios del art. 29 de la Constitución, ni de la coparticipación impositiva y menos de las retenciones a las exportaciones agropecuarias. Mucha gente tiene la impresión que, pese a las cifras, fue Kirchner el que ganó las elecciones. Para muestra ya lo confirmó a su lugarteniente Guillermo Moreno y le regaló el manejo de 900 millones de pesos a un amigo de Hugo Moyano.

Para salvar la ropa, el ganador de los comicios en la provincia de Buenos Aires, Francisco de Narváez (ese "colorado" al que tanto odia Kirchner) acaba de plantear el asunto-núcleo de la situación: aquí hay que reconciliar el poder con los hechos, es decir, Kirchner debe retirarse al Calafate. Eso significa que no sea él, al margen de la Constitución, quien siga ejerciendo como "jefe supremo de la nación, jefe del gobierno y responsable político de la administración general del país" (art. 99 inc. 1 CN). Esto, que es gravísimo, no parece preocupar a una oposición fragmentada, llena de políticos tímidos, educaditos y prestos al besamanos de lo cual sólo cabe repetir aquello del retorno de la vieja nobleza francesa a la caída de Napoleón: "No han olvidado nada, ni han aprendido nada".
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