miércoles, 22 de julio de 2009
MISERIA ENGENDRA MISERIA
Por el Lic. Claudio Valdez
En nuestro idioma castellano la palabra “miseria” nos refiere al “estado digno de compasión por lo desgraciado o pobre”. Es entendida también como “desgracia”, “pobreza”, “escasez”, “avaricia”. Calificativos, todos muy adecuados para definir la realidad de la República Argentina en los inicios del siglo XXI.
Juan Domingo Perón, presidente por tres períodos constitucionales de nuestra Nación, venía expresando desde mucho tiempo que “el año 2000 nos encontrará unidos o dominados”. Su opinión de “que la Comunidad Latinoamericana debe retomar la creación de su propia historia”, advirtiendo que “las falsas virtudes de un extremo fertilizan la potencia del otro extremo” pareciera haber sido despreciada por las sucesivas intromisiones neomarxistas en nuestro actual mercado común del sur.
La finitud de la naturaleza humana no le permitió al estadista comprobar su originaria afirmación, pero muchos jóvenes ciudadanos que vivimos aquellos tiempos, tuvimos la oportunidad de entender sus apreciaciones de una realidad que tendría posibilidades de superar las utopías teóricas.
No obstante el siglo XXI nos encontró de la peor manera: con miseria material por dificultades crecientes de acceso a las cosas (materias primas, insumos, bienes y servicios de todo tipo) debido a los desatinos económicos, financieros e impositivos, además de algunos complementarios siniestros de la naturaleza. También con miseria moral, por la debilidad en “las facultades del espíritu que procuran el bien y evitan el mal” tanto en gobernantes como en gobernados.
Nuestra situación actual se plantea conflictiva, precisamente por esa debilidad moral de las partes involucradas que dilatan las necesarias y urgentes decisiones demandadas por el país. La democracia como “forma de gobierno que hace lo que el pueblo quiere y defiende un solo interés: el del pueblo”, se encuentra desde hace mucho tiempo bloqueada ante ajenos intereses que restan fe en la comunidad de destinos que demanda toda voluntad social.
Sin duda existen responsables por el mal estado material y moral de nuestra gente, que exige una toma de conciencia en las dirigencias honestas para reorientar la acción hacia un destino promisorio. Los pueblos no suelen perdonar los fracasos y mucho menos a quienes los hacen fracasar engañándolos.
Todos los hombres, aún los más desprevenidos, saben que es necesario elevarse, superar y afirmarse para sobrevivir, porque como está escrito: “El abismo llama al abismo” (Salmo de David XLII. 7
CYA
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