lunes, 23 de abril de 2012

CHINOS

Carrera contra el tiempo De ser tan rentable el negocio petrolero como muchos suponen, el gobierno kirchnerista ya hubiera logrado hacer de Enarsa una rival digna de YPF y otras que están operando en el territorio nacional pero, huelga decirlo, lo único que ha logrado aquella empresa fantasmal es conseguir subsidios de miles de millones de dólares. Es de esperar, pues, que en manos de los interventores efectivamente encabezados por el viceministro de Economía, Axel Kicillof, YPF resulte ser algo más que una versión patriótica de Enarsa, pero muchos temen que, luego de aprovechar el gobierno de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner los recursos financieros que aporte, comparta el destino desafortunado de tantos otros emprendimientos estatales. Los riesgos son evidentes: la propensión oficial a subordinar la capacidad profesional a la militancia política hace poco probable que la YPF recuperada sea bien administrada; la corrupción endémica hará su aporte habitual; merced a la presión sindical, el plantel podría llenarse pronto de empleados superfluos. De acuerdo común, la gestión de los ejecutivos españoles que representaban a Repsol dejaba muchísimo que desear, pero ello no quiere decir que sea mejor la de los militantes políticos procedentes de La Cámpora y los funcionarios proporcionados por el dilapidado Estado nacional y los gobiernos provinciales. Las razones por la que la presidenta optó por expropiar las acciones de Repsol, sin tocar las de otros grupos, tuvieron que ver con sus necesidades inmediatas. Su popularidad caía; el gesto nacionalista la habrá ayudado a revertir una tendencia que con toda seguridad le preocupaba mucho. Se reducía el dinero de la caja; como la estatización de los fondos previsionales privados y reforma reciente del Banco Central, el dinero sacado de YPF le permitirá disponer de suficiente para algunos meses más. Asimismo, se hablaba mucho de la auténtica fortuna que se encuentra sepultada en el yacimiento de Vaca Muerta en Neuquén; según parece, la tentación de apropiarse de ella le resultó irresistible. Con todo, aun cuando la medida haya servido para mejorar de golpe el nivel de aprobación que ostentaba Cristina, las protestas airadas de los españoles y sus aliados norteamericanos y europeos le brinden una oportunidad para explotar los sentimientos nacionalistas de la mayoría y para un rato el dinero conseguido sea bastante como para hacer menos dolorosa la "sintonía fina", los beneficios así supuestos se agotarán bien antes de octubre del 2015. Para que Vaca Muerta sea mucho más que una ilusión, será preciso movilizar una cantidad muy grande de dinero y de tecnología avanzada. Otros países que cuentan con depósitos de shale oil que se estiman equiparables con los neuquinos son Estados Unidos, el Reino Unido y China. De estos tres países, el más dispuesto a participar de la explotación de Vaca Muerta sería China, de ahí el interés manifestado por el grupo Sinopec en la compra de YPF antes de que la expropiara Cristina. Se trata de una posibilidad interesante, de eso no cabe duda, pero el gobierno y los sindicatos cometerían un error si supusieran que la petrolera china sería menos exigente que la Repsol española o las gigantes anglosajonas. A juzgar por lo hecho por los empresarios chinos en países tan políticamente difíciles y jurídicamente caprichosos como los africanos en que poseen intereses importantes, a cambio de su colaboración en gran escala insistirían en obtener concesiones muy significantes, lo que, obvio es decirlo, es perfectamente legítimo, ya que no son instituciones caritativas. Asimismo, incluso si Sinopec u otro grupo chino decidieran llegar a un acuerdo estratégico con el gobierno de Cristina para aprovechar la formación Vaca Muerta, los beneficios tardarían en aparecer; mal que les pese a los kirchneristas, se trata de un proyecto que para madurar necesitaría varios años, de suerte que los cosecharía el próximo gobierno o, lo que sería más probable, el siguiente, ya que no existen demasiados motivos para suponer que, aun cuando el efecto YPF resulte ser tan fuerte como esperan los kirchneristas, sea suficiente como para permitirle a Cristina concretar con éxito los planes para modificar nuevamente la Constitución a fin de posibilitar la reelección indefinida.

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