miércoles, 25 de abril de 2012
DICIONARIO DEL DIABLO
Diccionario del Diablo
Ambrose Bierce
A
Abandonado, s. y adj. El que no tiene favores que otorgar. Desprovisto de
fortuna. Amigo de la verdad y el sentido común.
Abdicación, s. Acto mediante el cual un soberano demuestra percibir la alta
temperatura del trono.
Abdomen, s. Templo del dios Estómago, al que rinden culto y sacrificio todos los
hombres auténticos. Las mujeres sólo prestan a esta antigua fe un sentimiento
vacilante. A veces ofician en su altar, de modo tibio e ineficaz, pero sin veneración
real por la única deidad que los hombres verdaderamente adoran. Si la mujer
manejara a su gusto el mercado mundial, nuestra especie se volvería graminívora.
Aborígenes, s. Seres de escaso mérito que entorpecen el suelo de un país recién
descubierto. Pronto dejan de entorpecer; entonces, fertilizan.
Abrupto, adj. Repentino, sin ceremonia, como la llegada de un cañonazo y la
partida del soldado a quien está dirigido. El doctor Samuel Johnson, refiriéndose a
las ideas de otro autor, dijo hermosamente que estaban "concatenadas sin
abrupción".
Absoluto, adj. Independiente, irresponsable. Una monarquía absoluta es aquella
en que el soberano hace lo que le place, siempre que él plazca a los asesinos. No
quedan muchas: la mayoría han sido reemplazadas por monarquías limitadas,
donde el poder del soberano para hacer el mal (y el bien) está muy restringido; o
por repúblicas, donde gobierna el azar.
+Abstemio, s. Persona de carácter débil, que cede a la tentación de negarse un
placer. Abstemio total es el que se abstiene de todo, menos de la abstención; en
especial, se abstiene de no meterse en los asuntos ajenos.
Absurdo, s. Declaración de fe en manifiesta contradicción con nuestras opiniones.
Adj. Cada uno de los reproches que se hacen a este excelente diccionario.
+Aburrido, adj. Dícese del que habla cuando uno quiere que escuche.
Academia, s. Escuela antigua donde se enseñaba moral y filosofía. Escuela
moderna donde se enseña el fútbol.
Accidente, s. Acontecimiento inevitable debido a la acción de leyes naturales
inmutables.
Acéfalo, adj. Lo que se encuentra en la sorprendente condición de aquel cruzado
que, distraído, tironeó de un mechón de sus cabellos, varias horas después de
que una cimitarra sarracena, sin que él lo advirtiera, le rebanara el cuello, según
cuenta Joinville.
Acorde, s. Armonía.
Acordeón, s. Instrumento en armonía con los sentimientos de un asesino.
Acreedor, s. Miembro de una tribu de salvajes que viven más allá del estrecho de
las Finanzas; son muy temidos por sus devastadoras incursiones.
Acusar, v.t. Afirmar la culpa o indignidad de otro; generalmente, para justificarnos
por haberle causado algún daño.
Adagio, s. Sabiduría deshuesada para dentaduras débiles.
Adherente, s. Secuaz que todavía no ha obtenido lo que espera.
Adivinación, s. Arte de desentrañar lo oculto. Hay tantas clases de adivinación
como variedades fructíferas del pelma florido y del bobo precoz.
Administración, s. En política, ingeniosa abstracción destinada a recibir las
bofetadas o puntapiés que merecen el primer ministro o el presidente. Hombre de
paja a prueba de huevos podridos y rechiflas.
+Admiración, s. Reconocimiento cortés de la semejanza entre otro y uno mismo.
Admitir, v. t. Confesar. Admitir los defectos ajenos es el deber más alto que nos
impone el amor de la verdad.
Admonición, s. Reproche suave o advertencia amistosa que suele acompañarse
blandiendo un hacha de carnicero.
Adoración, s. Testimonio que da el Homo Creator de la sólida construcción y
elegante acabado del Deus Creatus. Forma popular de la abyección que contiene
un elemento de orgullo.
Adorar, v t. Venerar de modo expectante.
Aflicción, s. Proceso de aclimatación que prepara el alma para otro mundo más
duro.
Aforismo, s. Sabiduría predigerida.
Africano, s. Negro que vota por nuestro partido.
Agitador, s. Estadista que sacude los frutales del vecino... para desalojar a los
gusanos.
Agua de arroz, s. Bebida mística usada secretamente por nuestros novelistas y
poetas más populares para regularizar la imaginación y narcotizar la conciencia.
Se la considera rica en obtusita y letargina y debe ser preparada en una noche de
niebla por una bruja gorda de la Ciénaga Lúgubre.
+Aire, s. Sustancia nutritiva con que la generosa Providencia engorda a los
pobres.
Alá, s. El Supremo Ser Mahometano por oposición al Supremo Ser Cristiano,
Judío, etc.
Alba, s. Momento en que los hombres razonables se van a la cama. Algunos
ancianos prefieren levantarse a esa hora, darse una ducha fría, realizar una larga
caminata con el estómago vacío y mortificar su carne de otros modos parecidos.
Después orgullosamente atribuyen a esas prácticas su robusta salud y su
longevidad; cuando lo cierto es que son viejos y vigorosos no a causa de sus
costumbres sino a pesar de ellas. Si las personas robustas son las únicas que
siguen esta norma es porque las demás murieron al ensayarla.
+Alianza, s. En política internacional la unión de dos ladrones cada uno de los
cuales ha metido tanto la mano en el bolsillo del otro que no pueden separarse
para robar a un tercero.
Alma, s. Entidad espiritual que ha provocado recias controversias. Platón sostenía
que las almas que en una existencia previa (anterior a Atenas) habían vislumbrado
mejor la verdad eterna, encarnaban en filósofos. Platón era filósofo. Las almas que
no habían contemplado esa verdad animaban los cuerpos de usurpadores y
déspotas. Dionisio I, que amenazaba con decapitar al sesudo filósofo, era un
usurpador y un déspota. Platón, por cierto, no fue el primero en construir un
sistema filosófico que pudiera citarse contra sus enemigos; tampoco fue el último.
"En lo que atañe a la naturaleza del alma" dice el renombrado autor de
Diversiones Sanctorum, "nada ha sido tan debatido como el lugar que ocupa en el
cuerpo. Mi propia opinión es que el alma asienta en el abdomen, y esto nos
permite discernir e interpretar una verdad hasta ahora ininteligible, a saber: que el
glotón es el más devoto de los hombres. De él dicen las Escrituras que «hace un
dios de su estómago». ¿Cómo entonces no habría de ser piadoso, si la Divinidad
lo acompaña siempre para corroborar su fe? ¿Quién podría conocer tan bien como
él el poder y la majestad a que sirve de santuario? Verdadera y sobriamente el
alma y el estómago son una Divina Entidad; y tal fue la creencia de Promasius,
quien, no obstante, erró al negarle inmortalidad. Había observado que su
sustancia visible y material se corrompía con el resto del cuerpo después de la
muerte, pero de su esencia inmaterial no sabía nada. Esta es lo que llamamos el
Apetito, que sobrevive al naufragio y el hedor de la mortalidad, para ser
recompensado o castigado en otro mundo, según lo haya exigido en éste. El
Apetito que groseramente ha reclamado los insalubres alimentos del mercado
popular y del refectorio público, será arrojado al hambre eterno, mientras aquel
que firme, pero cortésmente, insistió en comer caviar, tortuga, anchoas, paté de foi
gras y otros comestibles cristianos, clavará su diente espiritual en las almas de
esos manjares, por siempre jamás, y saciará su divina sed en las partes
inmortales de los vinos más raros y exquisitos que se hayan escanciado aquí
abajo. Tal es mi fe religiosa, aunque lamento confesar que ni Su Santidad el Papa,
ni su Eminencia el Arzobispo de Canterbury (a quienes imparcial y profundamente
reverencio) me permiten propagarla".
Almirante, s. Parte de un buque de guerra que se encarga de hablar, mientras el
mascarón de proa se encarga de pensar.
Altar, s. Sitio donde antiguamente el sacerdote arrancaba, con fines adivinatorios,
el intestino de la víctima sacrificial y cocinaba su carne para los dioses. En la
actualidad, el término se usa raramente, salvo para aludir al sacrificio de su
tranquilidad y su libertad que realizan dos tontos de sexo opuesto.
Ambición, s. Deseo obsesivo de ser calumniado por los enemigos en vida, y
ridiculizado por los amigos después de la muerte.
Ambidextro, adj. Capaz de robar con igual habilidad un bolsillo derecho que uno
izquierdo.
+Amistad, s. Barco lo bastante grande como para llevar a dos con buen tiempo,
pero a uno solo en caso de tormenta.
Amnistía, s. Magnanimidad del Estado para con aquellos delincuentes a los que
costaría demasiado castigar.
Amor, s. Insania temporaria curable mediante el matrimonio, o alejando al
paciente de las influencias bajo las cuales ha contraído el mal. Esta enfermedad,
como las caries y muchas otras, sólo se expande entre las razas civilizadas que
viven en condiciones artificiales; las naciones bárbaras, que respiran el aire puro y
comen alimentos sencillos, son inmunes a su devastación. A veces es fatal,
aunque más frecuentemente para el médico que para el enfermo.
Ancianidad, s. Epoca de la vida en que transigimos con los vicios que aún
amamos, repudiando los que ya no tenemos la audacia de practicar.
Anécdota, s. Relato generalmente falso. La veracidad de las anécdotas que
siguen, sin embargo, no ha sido exitosamente objetada: Una noche el señor
Rudolph Block, de Nueva York, se encontró sentado en una cena junto al
distinguido crítico Percival Pollard. Señor Pollard --dijo--, mi libro Biografía de una
Vaca Muerta, se ha publicado anónimamente, pero usted no puede ignorar quién
es el autor. Sin embargo, al comentarlo, dice usted que es la obra del Idiota del
Siglo. ¿Le parece una crítica justa?
--Lo siento mucho, señor --respondió amablemente el critico--, pero no pensé que
usted deseara realmente conservar el anonimato.
El señor W.C. Morrow, que solía vivir en San José, California, acostumbraba
escribir cuentos de fantasmas que daban al lector la sensación de que un tropel de
lagartijas, recién salidas del hielo, le corrían por la espalda y se le escondían entre
los cabellos. En esa época, se creía que merodeaba por San José el alma en
pena de un famoso bandido llamado Vásquez, a quien ahorcaron allí. El pueblo no
estaba muy bien iluminado y de noche la gente salía lo menos posible de su casa.
Una noche particularmente oscura, dos caballeros caminaban por el sitio más
solitario dentro del ejido, hablando en voz baja para darse coraje, cuando se
tropezaron con el señor J.J. Owen, conocido periodista:--¡ Caramba Owen! --dijo
uno--. ¿Qué le trae por aquí en una noche como ésta? ¿No me dijo que este era
uno de los sitios preferidos por el ánima de Vásquez? ¿No tiene miedo de estar
afuera?
--Mi querido amigo --respondió el periodista con voz lúgubre-- tengo miedo de
estar adentro. Llevo en el bolsillo una de las novelas de Will Morrow y no me
atrevo a acercarme donde haya luz suficiente para leerla.
El general H.H. Wolherspoon, director de la Escuela de Guerra del Ejército, tiene
como mascota un babuino, animal de extraordinaria inteligencia aunque nada
hermoso. Al volver una noche a su casa el general descubrió con sorpresa y dolor
que Adán (así se llamaba el mono, pues el general era darwinista) lo aguardaba
sentado ostentando su mejor chaquetilla de gala.
--¡Maldito antepasado! --tronó el gran estratega-- ¿Qué haces levantado después
del toque de queda? ¡Y con mi uniforme! Adán se incorporó con una mirada de
reproche, se puso en cuatro patas, atravesó el cuarto en dirección a una mesa y
volvió con una tarjeta de visita: el general Barry había estado allí y a juzgar por
una botella de champán vacía y varias colillas de cigarros, había sido
amablemente atendido mientras esperaba. El general presentó excusas a su fiel
progenitor y se fue a dormir. Al día siguiente se encontró con el general Barry,
quien le dijo:--Oye viejo, anoche al separarme de ti olvide preguntarte por esos
excelentes cigarros. ¿Dónde los consigues? El general Wotherspoon sin dignarse
responder se marchó.
--Perdona por favor --gritó Barry corriendo tras él--Bromeaba por supuesto. Anda,
si no había pasado quince minutos en tu casa y ya me di cuenta que no eras tú.
Anormal, adj. Que no responde a la norma. En cuestiones de pensamiento y
conducta ser independiente es ser anormal y ser anormal es ser detestado. En
consecuencia, el autor aconseja parecerse más al Hombre Medio que a uno
mismo. Quien lo consiga obtendrá la paz, la perspectiva de la muerte y la
esperanza del Infierno.
Antiamericano, adj. Perverso, intolerable, pagano.
Antipatía, s. Sentimiento que nos inspira el amigo de un amigo.
Año, s. Período de trescientos sesenta y cinco desengaños.
Apelar, v. i. En lenguaje forense, volver a poner los dados en el cubilete para un
nuevo tiro.
Apetito, s. Instinto previsor implantado por la Providencia como solución al
problema laboral.
Aplauso, s. El eco de una tontería. Monedas con que el populacho recompensa a
quienes lo hacen reír y lo devoran.
Apóstata, s. Sanguijuela que tras penetrar en el caparazón de una tortuga y
descubrir que hace mucho que está muerta, juzga oportuno adherirse a una nueva
tortuga.
Arado, s. Implemento que pide a gritos manos acostumbradas a la pluma.
Árbol, s. Vegetal alto, creado por la naturaleza para servir de aparato punitivo,
aunque por deficiente aplicación de la justicia la mayoría de los árboles sólo
exhiben frutos despreciables, o ninguno. Cuando está cargado de su fruta natural,
el árbol es un benéfico agente de la civilización y un importante factor de
moralidad pública. En el severo Oeste y en el sensitivo Sur de Estados Unidos, su
fruta (blanca y negra respectivamente) satisface el gusto público, aunque no se
coma, y contribuye al bienestar general, aunque no se exporte. La legítima
relación entre árbol y justicia no fue descubierta por el juez Lynch (quien, a decir
verdad, no lo consideraba preferible al farol o la viga del puente), como lo prueba
este pasaje de Morryster, quien vivió dos siglos antes: Encontrándome en ese
país, fui llevado a ver el árbol Ghogo, del que mucho oyera hablar; pero como yo
dijese que no observaba en él nada notable, el jefe de la aldea en que crecía me
respondió de este modo:--En este momento el árbol no da fruta, pero cuando esté
en sazón, veréis colgar de sus ramas a todos los que han ofendido a Su Majestad
el Rey. Asimismo me explicaron que la palabra "Ghogo" significaba en su lengua
lo mismo que "bandido" en la nuestra. (Viaje por Oriente.)
Ardor, s. Cualidad que distingue al amor inexperto.
Arena, s. En política, ratonera imaginaria donde el estadista lucha con su pasado.
+Aristocracia, s. Gobierno de los mejores. (En este sentido la palabra es
obsoleta, lo mismo que esa clase de gobierno). Gentes que usan sombreros de
copa y camisas limpias, culpables de educación y sospechosos de cuenta
bancaria.
Armadura, s. Vestimenta que usa un hombre cuyo sastre es un herrero.
Arquitecto, s. El que traza los planos de nuestra casa y planea el destrozo de
nuestras finanzas.
Arrepentimiento, s. Fiel servidor y secuaz del Castigo. Suele traducirse en una
actitud de enmienda que no es incompatible con la continuidad del pecado.
Arruinar, v. t. Destruir. Específicamente, destruir la creencia de una doncella en la
virtud de las doncellas.
Arsénico, s. Especie de cosmético a que son afectas las mujeres y que, a su vez,
las afecta grandemente.
Arzobispo, s. Dignatario eclesiástico un punto más santo que un obispo.
Asilo, s. Todo lo que asegura protección a alguien en peligro: Moisés y Josué
establecieron seis ciudades de asilo --Beze, Golan, Ramoth, Kadesh, Schekem y
Hebrón-- donde el homicida involuntario podía refugiarse al ser perseguido por los
familiares de la víctima. Este 18 admirable recurso proveía al matador de un
saludable ejercicio, sin privar a los deudos de los placeres de la caza; así, el alma
del muerto era debidamente honrada con prácticas similares a los juegos fúnebres
de la primitiva Grecia.
Asno, s. Cantante público de buena voz y mal oído. En Virginia City, Nevada, le
llaman el Canario de Washoe; en Dakota, el Senador; y en todas partes, el Burro.
Este animal ha sido amplia y diversamente celebrado en la literatura, el arte y la
religión de todas las épocas y pueblos; nadie inflama la imaginación humana como
este noble vertebrado. En realidad, algunos (Ramasilus, lib II, de Clem., y C.
Stantatus de Temperamente) sospechan si no es un dios; y como tal sabemos que
fue adorado por los etruscos y, si hemos de creer a Macrobius, también por los
eupasios. De los únicos dos animales admitidos en el Paraíso Mahometano junto
con las almas de los hombres, uno es la burra de Balaam, otro el perro de los
Siete Durmientes. Esta es una distinción muy grande. Con lo que se ha escrito
sobre esta bestia, podría compilarse una biblioteca de gran esplendor y magnitud,
que rivalizara con la del culto shakespeariano y la literatura bíblica. En términos
generales puede decirse que toda la literatura es más o menos asnina.
Astucia, s. Cualidad que distingue a un animal o persona débil de otro fuerte.
Acarrea a su poseedor gran satisfacción intelectual, y gran adversidad material.
Un proverbio italiano dice: "EI peletero consigue más pieles de zorro que de
burro".
Audacia, s. Una de las cualidades más evidentes del hombre que no corre peligro.
Ausente, adj. Singularmente expuesto a la mordedura de la calumnia;
vilipendiado; irremediablemente equivocado; sustituido en la consideración y el
afecto de los demás.
Ausentista, adj. Dícese del propietario lo bastante precavido para alejarse del
territorio de sus exacciones.
Australia, s. País situado en los Mares del Sur, cuyo desarrollo industrial y
comercial, se ha visto increíblemente demorado por una funesta disputa entre
geógrafos sobre si es un continente o una isla.
Autoestima, s. Evaluación errónea.
Autoevidente, s. Evidente para uno mismo y para nadie mas.
Averno, s. Lago por el cual los antiguos entraban en las regiones infernales. El
erudito Marcus Ansello Scrutator sostiene que de ahí deriva el rito cristiano del
bautismo por inmersión. Lactancio, sin embargo, ha demostrado que esto es un
error.
Avestruz, s. Ave de gran tamaño, a quien la naturaleza (sin duda en castigo de
sus pecados) negó ese dedo posterior en el que tantos naturalistas piadosos han
visto una prueba manifiesta de un planeamiento divino. La ausencia de alas que
funcionen no es un defecto, porque, como se ha señalado ingeniosamente, el
avestruz no vuela.
+Ayer, s. Infancia de la juventud, juventud de la madurez, el pasado entero de la
ancianidad.
B
Baal, s. Antigua deidad muy venerada bajo distintos nombres. Como Baal era
popular entre los fenicios; como Belus o Bel tuvo el honor de ser servido por el
sacerdote Berosus, quien escribió la célebre crónica del Diluvio; como Babel,
contó con una torre parcialmente erigida a su gloria, en la Llanura de Shinar. De
Babel deriva la expresión "blablá". Cualquiera sea el nombre con que se lo adora,
Baal es el dios Sol. Como Belzebú, es el dios de las moscas, que son
engendradas por los rayos solares en el agua estancada.
Baco, s. Cómoda deidad inventada por los antiguos como excusa para
emborracharse.
+Bailar, v. i. Saltar a compás de una música alegre, preferiblemente abrazando a
la esposa o la hija del vecino. Hay muchas clases de bailes, pero todos los que
requieren la participación de ambos sexos tienen dos cosas en común: son
notoriamente inocentes y gustan mucho a los libertinos.
Baño, s. Especie de ceremonia mística que ha sustituido al culto religioso. Se
ignora su eficacia espiritual.
Barba, s. El pelo que suelen cortarse los que justificadamente abominan de la
absurda costumbre china de afeitarse la cabeza.
Barómetro, s. Ingenioso instrumento que nos indica qué clase de tiempo
tenemos.
Basilisco, s. Cocatriz. Especie de serpiente empollada en el huevo de un gallo. El
basilisco tenía un mal ojo y su mirada era letal. Muchos infieles niegan la
existencia de este ser, pero Semprello Aurator vio y tuvo en sus manos uno que
había sido cegado por un rayo por haber fatalmente contemplado a una dama de
alcurnia a quien Júpiter amaba. Más tarde Juno devolvió la vista al reptil y lo
escondió en una cueva. Nada está tan bien atestiguado por los antiguos como la
existencia del basilisco, pero los gallos han dejado de poner.
Bastonada, s. Arte de caminar sobre madera sin esfuerzo. (Recuérdese que
bastonada es una especie de tormento que consiste en golpear con un bastón las
plantas de los pies.)
Batalla, s. Método de desatar con los dientes un nudo político que no pudo
desatarse con la lengua.
Bautismo, s. Rito sagrado de tal eficacia que aquel que entra en el cielo sin
haberlo recibido, será desdichado por toda la eternidad. Se realiza con agua, de
dos modos: por inmersión o zambullida, y por aspersión o salpicadura. Si la
inmersión es mejor que la aspersión, es algo que los inmergidos y los asperjados
deben resolver consultando la Biblia y comparando sus respectivos resfríos.
+Bebé, s. Ser deforme, sin edad, sexo ni condición definidos, notable
principalmente por la violencia de las simpatías y antipatías que provoca en los
demás, y desprovisto él mismo de sentimientos o emociones. Ha habido bebés
famosos, por ejemplo, el pequeño Moisés, cuya aventura entre los juncos
indudablemente inspiró a los hierofantes egipcios de siete siglos antes su tonta
fábula del niño Osiris, salvado de las aguas sobre una flotante hoja de loto.
+Beber, v. t. e. i. Echar un trago, ponerse en curda, chupar, empinar el codo,
mamarse, embriagarse. El individuo que se da a la bebida es mal visto, pero las
naciones bebedoras ocupan la vanguardia de la civilización y el poder.
Enfrentados con los cristianos, que beben mucho, los abstemios mahometanos se
derrumban como el pasto frente a la guadaña. En la India cien mil británicos
comedores de carne y chupadores de brandy con soda subyugan a doscientos
cincuenta millones de abstemios vegetarianos de la misma raza aria. ¡Y con
cuánta gallardía el norteamericano bebedor de whisky desalojó al moderado
español de sus posesiones! Desde la época en que los piratas nórdicos asolaron
las costas de Europa occidental y durmieron, borrachos, en cada puerto
conquistado, ha sido lo mismo: en todas partes las naciones que toman
demasiado pelean bien, aunque no las acompañe la justicia.
Belladona, s. En italiano, hermosa mujer; en inglés, veneno mortal. Notable
ejemplo de la identidad esencial de ambos idiomas.
Belleza, s. Don femenino que seduce a un amante y aterra a un marido.
Benefactor, s. Dícese del que compra grandes cantidades de ingratitud, sin
modificar la cotización de este artículo, que sigue al alcance de todos.
Beso, s. Palabra inventada por los poetas para que rime con "embeleso".Se
supone que designa, de un modo general, una especie de rito o ceremonia que
expresa un buen entendimiento, pero este lexicógrafo desconoce la forma en que
se realiza.
Bestia, s. Miembro de la dinastía reinante en las letras y la vida. La tribu de los
Bestias llegó con Adán, y como era numerosa y fuerte, infestó el mundo habitable.
El secreto de su poder es su insensibilidad a los golpes; basta hacerles cosquillas
con un garrote para que se rían con una perogrullada. Originariamente los Bestias
procedían de Beocia, de donde los desalojó el hambre, pues su estupidez
esterilizó las cosechas. Durante algunos siglos infestaron Filistea, y por eso a
muchos de ellos se les llama filisteos hasta hoy. En la época turbulenta de las
Cruzadas salieron de allí y se extendieron gradualmente por Europa, ocupando
casi todos los altos puestos de la política, el arte, la literatura, la ciencia y la
teología. Desde que un pelotón de Bestias llegó a Norteamérica en el Mayflower,
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