miércoles, 25 de abril de 2012
ENCARNANDO
Encarnando de nuevo…
Por Ricardo Lafferriere
La tarea usual de los pescadores luego de enganchar una pieza valiosa, es tomar el anzuelo, y cuidadosamente volver a “encarnarlo” (es decir, ponerle una nueva carnada) a fin de lanzar nuevamente la línea al agua.
"El discurso [de Kicillof] fue absolutamente pro mercado. Todos quedaron muy bien sorprendidos", informa La Nación, citando fuentes de las reuniones mantenidas por el Vice Interventor de YPF S.A. con banqueros, citados a la sede de la petrolera, para requerirles apoyo financiero para la empresa. Evidentemente, supo dibujar nuevos negocios posibles que sus interlocutores no querrían desaprovechar.
Apropiado el sabroso bocado de una empresa privada con buenos excedentes para seguir financiando dislates, ante el agotamiento de las cajas manoteadas con anterioridad, el propósito oficialista ahora es volver a tentar a quienes pueden generar nuevas cajas, que tendrán el mismo destino que la rentabilidad de los productores agropecuarios apropiada con las retenciones, los ahorros previsionales privados, las reservas del BCRA, las reservas de sistemas jubilatorios independientes, el deterioro de la infraestructura pública y cuanta caja haya habido a mano.
Hace algunos años, en un libro titulado “Bicentenario, modernidad y posmodernidad. La Argentina en su tercer siglo”, el autor sostuvo, al comparar el liberalismo y socialismo con el populismo, que los primeros son socios en la modernidad, impregnándose recíprocamente y comprendiendo ambos que la riqueza, para ser distribuida, debe ser generada. Ambas visiones ideológicas tienen compromiso con el crecimiento, y en consecuencia también con la inversión y el trabajo. Conviven en el estado de derecho, y renegocian permanentemente sus conflictos en el marco legal que los ciudadanos han establecido a través de la Constitución y las leyes, para buscar una convivencia virtuosa.
El populismo es esencialmente rapaz. No asume compromiso alguno con la inversión, la producción o el trabajo. No le interesa crear riqueza, sino apropiarse de la que crean otros. No es moderno, es pre-moderno. Mientras la ética del liberalismo es garantizar la inversión y el riesgo, y la del socialismo asegurar justicia para el trabajador –es decir, giran ambos alrededor de la producción y el trabajo-, el populismo no se basa en otro fundamento que el relativismo moral, para el que cualquier medida es válida si ayuda a mantener el manejo del poder prebendario y la subordinación de las personas. La ley, para el populismo, es nada más que una molestia al ejercicio del poder.
El liberalismo, el radicalismo y el peronismo originarios, aún con sus visiones diferentes en los aspectos distributivos, asumían su responsabilidad en el crecimiento, el horizonte estratégico, la visión de futuro. Los tres hicieron el país ocupando el territorio, cubriéndolo de vías férreas, de hilos telegráficos, de escuelas, de caminos, de desarrollo petrolero, de industria pesada, de fábricas y universidades.
El populismo vivió en los tres, pero siempre como fenómeno marginal. Sería inimaginable un Pellegrini o un Yrigoyen -o incluso un Perón- solazándose del crecimiento de las villas miserias, o cambiando el trabajo estable por planes clientelares. Pero debe reconocerse que la semilla populista logró germinar en el peronismo con más vitalidad que en ningún otro espacio, al punto de apropiarse de esa fuerza. Hoy es más valioso para el esqueleto político oficialista ese esquema clientelar que los propios gremios, otrora su “columna vertebral”.
Lo que están haciendo con la expropiación de YPF S.A., además de expresar una verdadera lucha de mafiosos a la que no fueron ajenas las conducciones de REPSOL distribuyéndose con el kirchnerismo y sus socios durante diez años la renta petrolera al punto de dejarnos en la situación actual, no ha tenido escrúpulos en avanzar sobre todo el plexo normativo constitucional.
El jolgorio nacionalista hace olvidar que la gloriosa Yacimientos Petrolíferos Fiscales de Yrigoyen, Alvear y Mosconi ya no existe. La sigla comercial YPF S.A., que ahora gerencian nada menos que quienes destrozaron la vieja empresa, no es más que la cáscara vacía que rentabiliza una historia épica, cuya génesis moderna no incluye ninguna gesta. Su etapa estatal recomienza ahora con un robo, que hubiera indignado al propio Mosconi. Es curioso que ni siquiera sus propios trabajadores hayan expresado su apoyo a la medida.
Simplemente, manotearon otra caja. “Terminará como Aerolíneas”, dijo el nuevo genio en su exposición en el Senado, el mismo que ahora exhibe, encarnando de nuevo, un espíritu pro-mercado –luego de sostener que “seguridad jurídica y clima de negocios son conceptos horribles”-. Aerolíneas recibe dos millones de dólares por día, restados a los maestros, policías, jubilados, empleados e inversiones.
Esa Caja se acabará, como las otras. Se inventará otro relato, que tanto pícaros como ingenuos repetirán a bombo batiente. Cuando de nuevo piquen, de nuevo reencarnarán.
Lástima ser cómplices…
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