sábado, 4 de julio de 2009

LA VERDAD LLEGA TARDE


Río Negro - 04-Jul-09 - Opinión

Editorial
La verdad llega tarde


Los resultados de las elecciones legislativas golpearon con dureza al gobierno de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, pero tal y como están las cosas su manejo de la epidemia de gripe A podría perjudicarlo todavía más. Ya no se trata sólo de la escasa eficacia de la reacción oficial frente a la llegada de una variante nueva de una enfermedad común sino también de la sospecha de que por motivos electoralistas ha mentido descaradamente a la población. Mientras que en vísperas de la jornada electoral el gobierno nos informó que se habían confirmado menos de 1.600 casos, pocos días después el flamante ministro de Salud, Juan Luis Manzur, reconoció que ya había aproximadamente 100.000. Si bien es factible que la diferencia se haya debido a lo que podrían calificarse de razones técnicas, puesto que hay que saber distinguir entre la gripe A y la influenza estacional que se difunde todos los años, muy pocos podrían creerlo. A juicio de casi todos, no habría duda alguna de que el gobierno engañó adrede a la ciudadanía por temor a perder votos. Ya se han presentado ante la Justicia denuncias en tal sentido en que se acusa a la presidenta y a su marido de atentar contra la salud pública por no haber postergado las elecciones. Aunque no prospere la causa así supuesta, el veredicto popular podría ser lapidario.

El país ya está acostumbrado a la manipulación de las estadísticas económicas, pero ni siquiera las mejoras más imaginativas ensayadas por el INDEC pueden compararse con la atribuida al Ministerio de Salud que, al demorar la declaración de una emergencia sanitaria, puso en peligro la vida de personas que de otro modo hubieran tomado precauciones o hubieran recibido a tiempo el tratamiento adecuado. Según se informa, antes de irse del gabinete la en aquel entonces ministra de Salud, Graciela Ocaña, pidió que se declarara una emergencia, pero otros miembros del gobierno se le opusieron por razones políticas. De ser así, tanto la presidenta como sus colaboradores inmediatos deben al país una explicación, pero sucede que a esta altura pocos se sentirán dispuestos a tomar sus palabras en serio.

Si bien todos los mandatarios del mundo se esfuerzan por llamar la atención a los méritos de su gestión y por minimizar la importancia de sus deficiencias, hay límites que están obligados a respetar. Exagerar es una cosa, mentir es otra muy distinta, pero se ha difundido la impresión de que el ex presidente Néstor Kirchner y su sucesora, la presidenta Cristina, no entienden la diferencia. Desgraciadamente para ellos, y también para el país, la pérdida de confianza que no puede sino ocasionar el intento aparente por parte del gobierno de ocultar del público las dimensiones verdaderas de la epidemia de gripe porcina, combinada con las repercusiones negativas de los resultados de las elecciones legislativas del mes pasado, significa que les será aún más difícil de lo que muchos previeron gobernar con cierta eficacia hasta diciembre del 2011 con la colaboración de aquellos opositores que están convencidos de que hay que dar prioridad a la estabilidad institucional.

La resistencia a declarar una emergencia sanitaria pocos días antes de las elecciones puede entenderse. A ningún gobierno podría hacerle gracia tener que afrontar una crisis inesperada si todos sus miembros se han habituado a subordinar virtualmente todo a la captación de votos. Por lo demás, parecería que no se les ocurrió a los Kirchner y a sus estrategas que una reacción vigorosa frente a la epidemia, aun cuando supusiera la postergación de elecciones a su juicio absolutamente clave, pudo haber servido para reconciliarse con una ciudadanía ya molesta por su propensión a encerrarse en un mundo privado en que las cuestiones ideológicas importaban mucho más que la mera realidad concreta. De todos modos, ya es tarde para que el gobierno repare los daños que, con el aval de los Kirchner o sin él, se ha infligido a sí mismo atrasando la difusión de las cifras presuntamente auténticas sobre la cantidad de afectados por la gripe A. Sólo le queda rezar para que la gente se conforme con el sinceramiento tardío, imputándolo a nada más grave que la confusión de un gobierno ya aturdido por un revés electoral doloroso.

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