jueves, 1 de octubre de 2009

DEFENDER LA REPÚBLICA


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Defender la republica
En los países de organización democracia la lucha presupone la competencia y en ella, la voluntad enérgica es condición de triunfo.

Por Ovidio H. Zánzero



Pero esta lucha, por vehemente o apasionada que sea, es además imprescindible recordar que, sí, como se repite a diario y en todos los ámbitos, la justicia es el derecho de los otros, pues, hay que otorgarla con generosidad -hay que darla sobre todo a los adversarios, desde el Gobierno, de donde quiera éste se ejerza-, “reservando la cruz de honor como insignia y premio para los partidarios y los amigos”, se debe así proceder, dado que el gran enemigo del derecho y de la razón es la fuerza arbitraria y porque donde ésta impera sin limitación, oprimiendo las conciencias, impidiendo la libre expansión del pensamiento y de las actividades individuales, y suprimiendo la igualdad, la libertad y su control por la prensa; para crear en su lugar privilegios injustos entre los hijos de la misma patria.

Es allí, donde comienzan las revoluciones internas, arde en los espíritus la llama devoradora de los odios, y se revuelve en las oscuras sombras del caos, un país que se ofrece indefenso, como presa fácil para el afán de conquista del ideario apátrida y/o foráneo, como campo de experimentación para los ensayos peligrosos de la anarquía.

Defender a la República, de unos y otros peligros asegurando la digna y fecunda serenidad de su vida, dentro del curso normal de su evolución progresiva sobre la base de la autoridad ejercida sin exceso y de la libertad practicada sin desenfreno, y al amparo de sus instituciones democráticas. He ahí, lo que en estos momentos, mejor y más imperativamente que en otras horas, puede constituir un ideal, es decir, un emblema alto y prestigioso tras el cual se marche altivamente a librar batalla por la integridad e independencia de una patria que merezca ser vivida.

La República necesita ser defendida, de los peligros y de los extremismos, en los diversos escenarios de su vida, para que continúe siendo el hogar tranquilo; pletórico de estímulos y garantías; de promesas y de sanciones que la Constitución ha querido organizar; ofreciéndolo generosamente a la humanidad, con el fin de que en su seno, realicen los unos su sueño, conquisten los otros su felicidad, alcancen los de aquí la riqueza material y todos en conjunto rindan culto a la belleza moral, trabajemos solidariamente por la libertad y la justicia, con mayor fraternidad social y el más alto esplendor de su grandeza.

En los países de organización democracia la lucha presupone la competencia y en ella, la voluntad enérgica es condición de triunfo. A los adversarios y aún a los rivales que intentan cerrar el camino no se los vence, se los convence, si no se tiene y ejercita una energía superior a la suya. La democracia, como se ha dicho y se dice, sí tiene algo de indiscutiblemente bueno es que permite subir y llegar a la cumbre a todos los que la aspiran y tienen aptitudes suficientes para obtenerla. En ella el mérito está por encima de todo favoritismo, y quien no tiene el apoyo que abre las puertas tiene a su alcance, para lograrlo, el trabajo, la inteligencia, y la voluntad decidida.

La aspiración a concretar el logro señalado, es fuerza impulsiva y creadora, además es justa y noble, pues ello representa un placer indescriptible, siempre y cuando se respete la justicia y se triunfe en leal competencia. La emulación es fuerza que crea, suscitando más energías en el carácter y encendiendo con mayor brillo las luces de la inteligencia.
Ostentarlo no es acto de jactanciosa vanidad, porque es expresión de superioridad, democráticamente comprobada, que a nadie agravia y que a todos enseña y porque el honor que entraña conlleva aparejado consigo la carga de una responsabilidad.
Hay que ser siempre dignos de la cumbre alcanzada y del logro conseguido. Felices los pueblos que pueden mostrar a sus figuras más representativas por su inteligencia, su disciplina y la constatación de sus tributos éticos-morales, pues son estas, sus mejores garantías de sus días futuros y el anuncio provisor de la rica cosecha del mañana, con lo que aseguran a la vez, la consigna de un deber indeclinable, como lo es; el de seguir trabajando, para alcanzar en el servicio de la Nación las más altas y prestigiosas dignidades.-


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