miércoles, 4 de abril de 2012
TODO POLÍTICO
A esta altura, nadie ignora que la razón por la cual el gobierno nacional insiste en que las autoridades de la ciudad supuestamente autónoma de Buenos Aires se hagan cargo del subte, de la seguridad y de muchas cosas más no se debe a una hasta hace poco desconocida vocación federalista sino al deseo de obligarlas a pagar una parte sustancial de los "costos políticos" del ajuste que, pase lo que pasare, se profundizará en los meses próximos. Aunque a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner le gustaría abandonar la "sintonía fina" que puso en marcha luego de las elecciones presidenciales de octubre pasado pero que optó por frenar al informarle las encuestas de opinión de que su índice de aprobación estaba bajando a una velocidad alarmante, tendrá que reanudarla pronto porque la alternativa consistiría en correr el riesgo de verse frente a un estallido inflacionario, de ahí la decisión de "tirarle a la cabeza" a Macri el subte y los colectivos.
Huelga decir que la mayoría sabe muy bien lo que tienen en mente la presidenta y sus colaboradores, pero así y todo parecería que la estrategia que eligieron está funcionando, ya que la popularidad del jefe del gobierno porteño, Mauricio Macri, ha bajado últimamente, si bien no tanto como la de Cristina. Es que Macri se encuentra en una situación bastante incómoda. Quiere que la Ciudad disfrute de la misma autonomía que las provincias y por lo tanto está a favor del traspaso de los servicios, entre ellos los de transporte y de seguridad, que siguen en manos del gobierno nacional, pero entiende que a menos que reciba los recursos correspondientes le sería casi imposible manejarlos, lo que brindaría a los kirchneristas una oportunidad irresistible para criticar su gestión con su vehemencia habitual.
Los porteños, pues, son rehenes de un conflicto brutal entre un gobierno nacional dispuesto a castigarlos por haber cometido el error de preferir a Macri por sobre el candidato oficialista por un lado y el gobierno metropolitano por el otro. De haber sido distinto el resultado de las elecciones del año pasado, Cristina estaría esforzándose por minimizar las dificultades del intendente porteño –el que, por su parte, no manifestaría tanto interés en la autonomía–, aun cuando las circunstancias la obligaran a reducir el gasto público, recortando los subsidios que beneficiaban a muchos en la zona más rica del país. Sin embargo, por ser cuestión de Macri, un dirigente que podría erigirse en un rival político de cuidado en los años próximos, la presidenta y sus simpatizantes no han vacilado en procurar perjudicarlos por los medios que fueran, ordenando a la Policía Federal dejar de custodiar edificios públicos y hospitales, además de amagar con retirarla de las estaciones del subte, a sabiendas de que las consecuencias de tales maniobras podrían ser nefastas.
Lo lógico sería que Cristina y Macri, secundados por sus colaboradores respectivos, celebraran una serie de reuniones para decidir cómo resolver los muchos problemas planteados por el traspaso de los servicios públicos, pero parecería que es nula la posibilidad de que actúen así. Pues bien: el que políticos profesionales como la presidenta y el jefe porteño a menudo caigan en la tentación de privilegiar sus propios intereses puede entenderse, pero no les conviene pasar por alto los de la ciudadanía en su conjunto. El embrollo que se ha producido en torno a la relación del gobierno kirchnerista con la capital federal no ayuda a Macri, pero la presidenta parece destinada a perder mucho más por ser tan evidente su voluntad de perjudicar a cualquier mandatario local que se niegue a rendirle homenaje. Al fin y al cabo, Macri no es el único blanco de intrigas oficialistas. También lo es el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli, que cuenta con el apoyo acaso discreto pero así y todo real de intendentes del conurbano reacios a permitirse manosear por "los militantes" de La Cámpora. Aunque a diferencia de Macri por ahora Scioli no soñaría con acusar a Cristina de ser "la presidenta que más ha atropellado el federalismo en la historia de la democracia", compartirá los sentimientos de su vecino y esperará estar entre los más beneficiados por una eventual reacción en contra de la prepotencia y arbitrariedad del gobierno nacional.
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