jueves, 5 de julio de 2012
HASTA EN LA SOPA
HASTA EN LA SOPA
Por Agustín Laje (*)
Mientras en Cañuela acontecía una verdadera pueblada que clamaba por seguridad tras el doble crimen que acabó con la vida de los hermanos Massa, en la Casa Rosada todo era risas, aplausos y festejos. ¿Qué provocaba semejante algarabía en algunos, en tanto que otros, a pocos kilómetros de distancia, hacían público el dolor y el terror que a diario los azota? La respuesta es: unos insulsos muñecos de trapo con la cara de la presidente.
Dicha respuesta puede parecer poco verosímil y hasta tragicómica, pero no es más que el reflejo perfecto de las dos realidades que tienen lugar en la Argentina de hoy: una, en la que habita la clase gobernante, donde todo va de maravilla; la otra, en la que habita el grueso de la sociedad, donde la vida se hace cada vez más difícil, cuando se sale a la calle no se sabe si se vuelve, y prácticamente ya no queda margen para las risas.
Con todo el elenco setentista presente (vale decir, aquellos que han hecho de los derechos humanos un negocio) y los infaltables aplaudidores de oficio listos para ovacionar a su jefa, Cristina presentó al país entero el nuevo fetiche lanzado al mercado: unos muñecos de ella y su difunto marido hechos con tela rellena, que miden entre 25 y 35 centímetros, y que se encuentran a la venta en el Museo del Bicentenario y en Internet.
Además de Néstor y Cristina, también se comercializan los muñecos del Che Guevara, Fidel Castro, Evo Morales y Hugo Chávez, entre otros… todos buenos muchachos en definitiva que, por $65 (precio poco “nacional y popular” a decir verdad por un rústico pedazo de trapo), pueden estar en la mano de un niño o decorando un hogar.
Si bien el tema a simple vista parece ser de una frivolidad tal que no merecería ni una simple línea de reflexión en torno suyo, la cuestión deja de aparecer como inofensiva cuando la integramos en una visión general de los esfuerzos dedicados por el kirchnerismo a lo que cabría denominar como su “batalla cultural”.
El pensador marxista Antonio Gramsci se diferenció de Lenin aseverando que, antes que el poder político, lo importante era la conquista de la hegemonía, para lo que se hacía necesario una “agresión molecular” contra la sociedad civil que pasaba por la cultura y los medios de comunicación más que por los fusiles. La hegemonía se lograba, pues, cuando virtualmente ya nadie podía pensar por fuera del orden impuesto y, a la postre, el proyecto político dominante no tenía alternativa.
Siguiendo los conceptos de Gramsci, es evidente que lo que el kirchnerismo detenta de por momento es hegemonía a nivel político partidario. El débil papel (por no decir nulo) que tienen los partidos opositores, que no logran encarnar propuestas ideológicas sustancialmente diferentes a las del oficialismo, criticando siempre la forma y no el fondo de las cosas, son prueba de esto: no logran pensarse por fuera de las categorías políticas hegemónicas. Y tan así es, que la figura más fuerte de la oposición parece ser no un político, sino un periodista de investigación como Lanata.
Donde el kirchnerismo no ha conquistado la hegemonía y, al contrario, en este último tiempo ha recibido varias cachetadas, es en la sociedad civil, sector al que Gramsci consideraba fundamental y que se encontraba antes que la sociedad política en términos de prioridad.
Así pues, la “batalla cultural” de Cristina para “conquistar la sociedad civil” pasa por la idea de que el kirchnerismo debe estar presente en todo momento y todo lugar. Es una idea que, más que autoritaria, roza lo totalitario. En efecto, no se conforma con ocupar espacios políticos; debe lograr omnipresencia a lo largo y ancho de los espacios sociales en general, públicos y privados: en el deporte, a través de las propagandas políticas de “Fútbol para Todos”, “Automovilismo para Todos”, y de los barras bravas rentados que despliegan las banderas del kirchenrismo en las canchas; en la intelectualidad, a través del subvencionado “Carta Abierta”; en la música, instruyendo a diversos artistas para que le rindan pleitesía; en el periodismo, edificando su propio monopolio comunicacional; en el televisor familiar, interrumpiendo la programación con alevosa frecuencia para decirnos que nuestro país es casi un paraíso terrenal; en el divertimento de los niños, transmitiendo mensajes políticos a través de las caricaturas del canal Paka Paka; en la administración pública controlada por La Cámpora, haciendo correr peligro la continuidad laboral de los trabajadores que no aceptan militar en el kirchnerismo; y ahora hasta en los juguetes, promoviendo Cristina Kirchner misma la comercialización de una muñeca con su cara en pleno acto oficial.
Lo que intentan, en concreto, es que tengamos kirchnerismo hasta en la sopa, único camino que estiman viable para la construcción hegemónica total.
(*) Tiene 23 años y es autor del libro “Los mitos setentistas”.
www.agustinlaje.com.ar | agustin_laje@hotmail.com | @agustinlaje
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