sábado, 29 de agosto de 2009
ESTADO DE MALESTAR DIFUSO
Por Jorge Omar Alonso
Según titulara La Prensa, el 70% de los votantes contra el kirchnerismo se sienten desilusionados, porque pretendían algún cambio inmediato como consecuencia de la derrota.
De la misma manera se observa cierto desencanto con respecto a la actuación de la oposición. A sus dirigentes se los observa perdidos, confundidos, como sorprendidos por el renacer de las cenizas del kirchnerismo derrotado.
La furibunda iniciativa demostrada por el gobierno en el Parlamento, en donde logró hacerse de unas victorias puntualmente celebradas por la mayoría descolocaron a la oposición, enredada en sus disputas sin sentido.
Creían tal vez que Kirchner ya estaba a punto de cadáver político y no fue así.
Se equivocaron o no lo conocen.
Debieron ir por más. Debieron aniquilarlo, no dándole oportunidad para rehacerse como en realidad sucedió.
Con esa benevolencia propia de estúpidos, dejaron que el régimen se reconstituya y se comieron la farsa del diálogo. Además con el reiterado e incoherente discurso de la “gobernabilidad”, le dejaron al gobierno la iniciativa para ir por más.
Mientras tanto Lilita y Margarita se vuelven a pelear, el “Lole” siempre misterioso y críptico y los radicales “consensuando”. Toda la oposición es un flan.
Ante este panorama los votantes del 28 de junio, deben vivir este instante político con malestar e insatisfacción.
En estos casos puede darse el caso de la “desafección política” que el Profesor de Sociología en la Universidad Complutense Joaquín Arango, define como un estado de malestar difuso, mezcla de insatisfacción, distanciamiento, hastío y desconfianza respecto del funcionamiento del sistema político.
Estos síntomas se encuentran desde hace mucho tiempo en la sociedad argentina, como producto de las crisis políticas desde la reconstrucción de la democracia en los años ’80 hasta el presente.
Una y otra vez la ciudadanía se ha visto defraudada en su derrotero hacia el progreso, que desde las distintas estructuras partidarias se le prometía. Las consecuencias son el descrédito de la política juntamente con una baja creencia en el prestigio de los políticos y de los partidos.
Es ese aspecto fue dable observar la crisis por la que atraviesan aquellas agrupaciones en nuestro medio. Sus dirigentes son vistos como interesados únicamente en la conquista y conservación del poder.
El ciudadano medio argentino ha demostrado una creciente desideologización y una disminución de la adhesión partidaria, imputable a la pérdida de confianza en las instituciones políticas.
La desafección política se expresa a través de sentimientos de frustración de expectativas a lo que se agrega la actual precariedad e incertidumbre económica, la pobreza y la inquietud ante el futuro.
Hoy el ciudadano solo observa a un régimen que se aferra al poder irracionalmente, ignorando el veredicto de las urnas y a una penosa oposición aparentemente triunfante.-
CYA
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