miércoles, 26 de agosto de 2009

TODOS PRESIDENCIABLES: EL PAÍS UNA JODA


Massot / Monteverde & Asoc. - 25-Ago-09

El análisis político y económico de los doctores Vicente Massot y Agustín Monteverde

Presidenciables a diestra y siniestra

No parece previsible que Néstor Kirchner atempere la belicosidad, habitual en él, respecto de sus principales enemigos internos. Por lo tanto, en los próximos días o, quizá, horas, Cristina Fernández seguramente vetará la ley que exime del pago de retenciones a productores de 37 municipios de la provincia de Buenos Aires y, paralelamente, enviará al Congreso la nueva ley de medios que el oficialismo ha forjado pensando en ponerle un palo en la rueda al grupo Clarín. El campo —genéricamente considerado— y el mencionado matutino son los blancos emblemáticos contra los cuales el santacruceño ha decidido embestir desde ahora y hasta marzo del año próximo, cuando pierda de manera efectiva las mayorías parlamentarias que todavía conserva.

Los dos “demonios” mencionados no son nuevos. Con el ruralismo el kirchnerismo se ha enredado en una pelea desde mediados del 2008 que amenaza no tener un final feliz. Con Clarín, en cambio, las hostilidades se produjeron luego de cuatro años en donde las relaciones del entonces todopoderoso presidente de la República y la mayor empresa de medios del subcontinente fueron óptimas.

Ahora bien, uno y otro son huesos duros de roer. El campo no necesita aportar demasiadas pruebas para demostrar su determinación y poder de fuego a la hora de disputarle supremacías a Kirchner. Como factor de poder le infligió al santacruceño una derrota estratégica de la que nunca se recuperó totalmente. En cuanto al diario de la señora de Noble y de Héctor Magnetto, convendría no subestimarlo: el teniente general Jorge Rafael Videla —dueño de la vida y de la muerte a mediados de los años setenta— hoy está detenido a perpetuidad en Campo de Mayo; Raúl Alfonsín, tras un largo ocaso luego de su paso por la presidencia, murió lejos del poder hace poco tiempo; Carlos Menem, que señoreó como ningún otro en la década del noventa, hoy es, políticamente hablando, apenas una sombra de lo que fue; Fernando de la Rúa puede ir preso en cualquier momento, mientras Eduardo Duhalde chapalea en las procelosas aguas de la política como cualquier hijo de vecino y no como el dueño de la provincia de Buenos Aires. Clarín, treinta años después de haber recibido del gobierno militar parte de Papel Prensa, y de haber engordado su patrimonio económico sin prisa y sin pausa, sigue siendo uno de los grupos de presión más poderosos de la Argentina.

Como Videla, Alfonsín, Menem, De la Rúa y Duhalde, los Kirchner pasarán a ser piezas de museo en el curso de los próximos dos años, a lo sumo. ¿Alguien cree que Clarín seguirá el mismo camino de los ex–hombres fuertes de nuestro país? Haría bien el santacruceño en sacar sus conclusiones al respecto. Darle pelea al multimedio en el Congreso y pensar en elevar a 45 % las retenciones a la soja (hoy se encuentran en el 35 %), a cambio de una insignificante reducción en las del maíz, significaría poner al país en pie de guerra. Lo primero parece confirmado. Lo segundo, según trascendidos de buena fuente, habría sido tratado por Néstor Kirchner y algunos de sus colaboradores el último fin de semana. Imaginar que el campo se quedará cruzado de brazos frente al veto antes mencionado, es no conocerlo. Si a ello se agregase un alza en las retenciones, la disputa del año pasado se parecería a la de un jardín de infantes comparada con la que estallaría ahora.

En medio de un panorama enrarecido por la confrontación y el odio entre los principales actores políticos y por la incredulidad y el hartazgo de la ciudadanía, la “tentación presidencial” está a la orden del día. Si siguieran sumándose candidatos —y hay razones de peso para pensar que, de momento, no son todos los que están— el listado de los presidenciables nativos podría, andando el año, desbordar cualquier pronóstico. Por de pronto figuran referentes de todos los partidos, sin excepción. Junto a los verborrágicos que, voz en cuello, gritan a los cuatro vientos sus aspiraciones de entrar a Balcarce 50 con banda y bastón, se hallan los emboscados, cuya meta es el sillón de Rivadavia aunque su estrategia más preciada sea la de hacerse los distraídos. Los hay de izquierda y de derecha, provenientes del peronismo como del radicalismo, legisladores y gobernadores, ex–presidentes y hasta un vice en ejercicio. Como sería un esfuerzo intelectual inútil pasar revista a la totalidad de los candidatos, hagamos un rápido análisis de quienes, a estas alturas, corren con alguna ventaja respecto del resto.

Primero, en términos de imagen positiva e intención de voto, se destaca Julio Cobos que desde su famosa irrupción en escena aquella madrugada de julio del año pasado, no abandonó más el estrellato. Por las razones que fuera, su figura prendió en el público que lo trasformó, de la noche a la mañana, en objeto de predilección. Si alguien considerase que le faltan méritos para estar donde está y para, eventualmente, hacerse cargo de los destinos del país en algún momento, habría que recordarle algo generalmente pasado por alto a la hora de criticarlo: que a partir de su famoso voto contrario al kirchnerismo no ha cometido un solo error político capaz de empañar su prestigio. No es poca cosa si se tiene presente que ha debido realizar un fino equilibrio entre su cargo y su condición de crítico del gobierno al cual pertenece.

Suponer que, a los efectos de ganar más espacio, abandonará pronto la vicepresidencia, es no entender que dejar esa vidriera vacía sería como suicidarse sin ningún sentido. El mendocino sabe, como Carlos Reutemann, Mauricio Macri y Francisco de Narváez, que los congresos partidarios, las convenciones, los comités y, en general, los ritos a los cuales se consagran con unción ciertos políticos, van a contramano de una sociedad harta de la partidocracia. Por lo tanto, Cobos esperará con paciencia oriental que los radicales —sin candidatos presidenciales de peso— se dejen de dar vueltas, le levanten la suspensión que pesa cobre él y lo reconozcan como el único en condiciones de encabezar una coalición con posibilidades de ganar en el 2011.

A Lilita Carrió, siempre anotada en la carrera, el cuyano le quita el sueño desde el 2008. Cuando su figura, inteligente y confrontativa, parecía no tener rival en lo que podría denominarse, a falta de mejor término, el panradicalismo, hete aquí que apareció Cobos y le hizo sombra. La Casandra argentina no bajará los brazos ni se dará por vencida. Es difícil imaginarla, aunque todavía falte mucho tiempo para que se substancien las elecciones del 2011, arriando su iracundia anticobista y aceptando formar parte de una fórmula presidencial junto a quien ella acaba de decir que “no lo votaría nunca”.

La Carrió, ahora a la cabeza de una nueva agrupación, seguramente será de la partida y su presencia no puede resultar sino un motivo de preocupación para sus viejos correligionarios de la UCR. Es que si la conciliación entre ellos resultase imposible y la vehemente señora fuese sola a los comicios, sus votos deberán restársele a los que, con seguridad, recibiría Cobos si se lograse formar un frente unido de socialistas, cobistas, radicales y simpatizantes de la Coalición Cívica.

En la vereda justicialista han anunciado su vocación presidencialista, por decirlo de alguna manera, Mario Das Neves y Felipe Solá, de manera clara. Néstor Kirchner, por su lado, lo comenta en rueda de amigos; Eduardo Duhalde, aunque lo descarta públicamente, en el fondo íntimo de su corazón no le hace ascos a la idea y Carlos Reutemann —también decidido— cavila como Hamlet respecto de cómo, cuándo y con quién lanzarse al ruedo.

Al gobernador de Chubut es menester descartarlo, sin que ello desmerezca los méritos que, presuntamente, tenga para aspirar a cargo de tanta enjundia. Es que, fuera de la política y de la provincia que gobierna, es un ilustre desconocido, y aun cuando deseara hacerse conocer, difícilmente lo lograría en dos años. Lo mismo vale para los demás gobernadores triunfantes el 28 de junio: Gioja, Urtubey, Capitanich y Alperovich.

En cuanto a Felipe Solá y a Daniel Scioli, sus chances de jugar en la liga mayor con posibilidades de triunfar son directamente proporcionales a la eventual defección del senador santafesino. Si Reutemann decidiese bajarse de la carrera o recusase las internas obligatorias, en el supuesto de que el gobierno así lo estableciera, aquéllos, ante la orfandad de candidatos, serían una opción a tener en cuenta. Tampoco debería descartarse que, si Reutemann terminará encabezando la fórmula panperonista, Solá fuese el candidato a vice en su condición de hombre de la provincia que concentra el 38 % del padrón electoral del país.

Dentro del mundo justicialista pero no circunscripto específicamente al mismo, quien le saca kilómetros de ventajas a los demás competidores es el mencionado político de Santa Fe.

Sucede con Reutemann que su carácter reconcentrado y su estilo críptico engañan y sacan de las casillas a sus conmilitones tanto como a sus enemigos. Eduardo Duhalde y ahora Gerardo Morales lo han atosigado con pedidos de que se decida de una buena vez y asuma el rol de capitanía dentro del peronismo al que se hizo acreedor luego de su victoria del pasado 28 de junio. Claro que los tiempos del “Lole” no son no los de Duhalde ni los de Morales ni lo del así denominado peronismo disidente. Cuanto más le insistan, más se encerrara en sí mismo. No porque sea un indeciso sino porque maneja sus tiempos y decisiones con arreglo a unos criterios y a una lógica poco convencional.

Reutemann intuye que, fuera de su figura, el PJ no tiene a nadie que hoy pueda hacerle frente a Julio Cobos, por un lado, y a Mauricio Macri, por el otro. A su vez, no tiene responsabilidades de gobierno y, por lo tanto, en los próximos años su desgaste, si sabe moverse, será insignificante comparado con el de aquellos que ostentan cargos ejecutivos a nivel nacional y provincial. De aquí que haya decidido esperar.

Por segunda vez desde que se inició en la política, sus aspiraciones son claras. En 1999, inmediatamente después de su triunfo en Santa Fe, un Eduardo Duhalde convencido de que no le podía ganar a Fernando de la Rúa, le ofreció la candidatura al ex piloto de formula 1. Contra lo que se dice, Reutemann estuvo dispuesto a tomar la posta pero en esa oportunidad el que dio vueltas y más vueltas en la conversación que los dos mantuvieron a solas en Olivos, fue Carlos Menem. Recién cuando se percató de que el entonces presidente no terminaba de darle el visto bueno, el santafesino se hizo a un costado. Ahora, en cambio, no depende de nadie y si bien coincide con Duhalde en que, de seguir esto así, Cobos lleva las de ganar, no sería extraño que entre enero y marzo del año próximo diga cuanto casi todo el peronismo y un conjunto no menor de independientes desea escuchar.

Es cierto que el extraño episodio que protagonizó la senadora Roxana Latorre y su exabrupto radial del día lunes no le han ayudado. Si fuese Aníbal Fernández o tuviese un estilo confrontativo similar al de Néstor Kirchner, lo que dijo a nadie le hubiera sorprendido. Pero su imagen está en las antípodas de la de los maleducados y sectarios, con lo cual debería cuidarse de no ceder a la intemperancia. Como quiera que sea, el episodio, mediático y escandaloso al mismo tiempo, en unos días más habrá pasado al olvido. Reutemann, sobre todo teniendo presente las declaraciones efectuadas con posterioridad a su arranque temperamental, no se bajó de su candidatura. En todo caso, le hizo saber al santacruceño que no aceptará las reglas de juego que le traten de imponer desde el PJ controlado por Kirchner.

¿Qué decir de Macri? Ganas no le faltan e imagen e intención de voto tampoco. La demostración más cabal de que apunta a la Rosada son los contactos que mantiene con la disidencia peronista y las encuestas que acaba de encargar para hacerse una idea precisa de dónde está posicionado respecto, básicamente, de Julio Cobos y de Carlos Reutemann. Si bien hay quienes en su entorno lo apuran a pronunciarse públicamente, el jefe de gobierno de la Capital Federal no termina de decidirse sobre el particular.

Macri imagina dos escenarios. En el primero compitiendo con el santafesino en la vuelta inicial para determinar cuál de los dos enfrentaría a Cobos en la parada decisiva. En el segundo, con un Reutemann fuera de carrera por voluntad propia, se ve encabezando una gran coalición Properonista. Sea lo uno o lo otro o ninguno, lo cierto es que hay un vasto sector del voto independiente, sin el cual sería imposible ganar una elección presidencial, que, en el caso de competir, el de Santa Fe y el de Capital Federal se disputarían a muerte.

Por fin cabe incluir en esta lista a Néstor Kirchner, que ya fue mencionado, y a Francisco de Narváez. El santacruceño, luego del 28 de junio y a caballo de las victorias tácticas que ha obtenido en el Congreso y frente a Clarín, avanza con la idea de presentarse dentro de dos años para continuar la obra emprendida en el 2003. Después de todo su proyecto hegemónico —hoy clausurado— apuntaba a monopolizar el poder durante cuatro periodos presidenciales consecutivos. Abroquelado en el gobierno y con el dominio de una caja que, menguada y todo, sigue siendo un instrumento de domesticación y dominio de primer nivel, aspira a ganar tiempo, dejar que sus adversarios se desflequen entre sí —Cobos vs. Carrio; Reutemann vs. Duhalde; Latorre vs. Reutemann; Solá vs. Macri— para consolidar la gobernabilidad y esperar que mejoren los tiempos. Su mayor ventaja es que dentro del justicialismo por ahora no hay un jefe. Si apareciese en escena y capitalizase a su favor los apoyos que hasta ayer tenía el santacruceño, sus chances en el 2011 pasarían a ser remotas. Hoy, la intención de voto de Kirchner ronda el 5 % y sólo un milagro podría devolverle los índices de aceptación que tuvo en su momento. En resumen, mientras Reutemann no termine de anunciar su candidatura, los sueños kirchneristas —aunque exagerados— podrán seguir tejiéndose. Con el santafesino preparado para competir, el santacruceño solo concitaría el apoyo de las asociaciones defensoras de los derechos humanos, algunas organizaciones piqueteras y una parte de la intelectualidad progresista. Poco desde el punto de vista electoral.

Por último está de Narváez. El domingo pasado, en un reportaje que le hizo La Nación, dejó dos cosas en claro: que si bien, en este momento, su objetivo resulta la gobernación bonaerense, podría ser presidente. Expresado en forma distinta: si bien su meta está en La Plata, no descarta la Casa Rosada en el caso de que otros defeccionasen. Por lo tanto, habrá que anotarlo en el listado en forma provisoria.

Los presidenciables, como es fácil apreciar, sobran. Falta, en cambio, capacidad para hacer frente a la crisis que se acelera sin solución de continuidad.

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