lunes, 31 de agosto de 2009

LA GOTERA


LA GOTERA
EL KIRCHNERISMO Y SU INCESANTE APRIETE AL CAMPO


Como siempre los argentinos ponemos el balde para que la gotera no moje el piso o los muebles y nunca arreglamos el agujero en el techo. Pero estamos en una coyuntura en que los agujeros se están agrandando y encima se están produciendo nuevas goteras. El problema es que ya no tenemos plata para comprar más baldes y ni hablemos de arreglar el techo, que ya está tan deteriorado que sería imposible económica y financieramente su reparación. Y por supuesto que los que nos vendían los baldes están desesperados y los que nos podrían arreglar el techo miran para otro lado, pues saben que no pueden cobrar ni con plata ni con promesas de futuros negocios.
Pero para agravar la situación, el problema no es en el techo del galponcito donde guardamos los trastos sino en uno de los principales ambientes de nuestra vivienda.
El ambiente agropecuario-industrial ocupa prácticamente la mitad de nuestra economía. Por factores geográficos-climáticos —nuestra inmensa pampa húmeda— unidos a la capacidad de nuestros técnicos y profesionales y a la tenacidad de nuestra gente de campo ha hecho de este sector uno de los mas competitivos y dinámicos con los que cuenta nuestro país. Pero tenemos que advertir en este punto que es una actividad que se basa en el manejo de productos biológicos y estos tienen un ciclo inalterable que cumplir. Por eso mismo depende más que ningún otro del planeamiento estratégico y de políticas de Estado.
Un cultivo lleva como mínimo seis meses entre planeamiento de siembra y cosecha, además hay que pensar en la rotación de otras variedades para ciclos futuros para evitar la degradación del suelo —y esto lo sabe muy bien el agricultor al que acusan desde cómodos sillones de hacer monocultivos— y tener buenos rindes no sólo depende de un clima favorable sino de todo un paquete tecnológico previo y post-emergente del vegetal en cuestión.
Decidir "hacer" un novillo pesado es empezar hoy para comercializarlo dentro de 1000 días aproximadamente —9 meses de preñez y casi dos años para conseguir una buena terminación comercial del animal— y la alternativa de la lechería, una de las actividades mas sacrificadas y de mayor ocupación —a la vaca lechera hay que ordeñarla 2 veces por día los 365 días del año— demanda decisiones importantes de índole financiero. En estos momentos, armar un rodeo lechero de alta productividad genética requiere años de inversión. Es un lema muy común en el ambiente lechero decir que armar un buen tambo lleva años y desarmarlo lleva sólo un día con un martillo de remate. Y tambo que se cierra es muy difícil que se vuelva a abrir.
Por lo explicado, este sector necesita políticas de Estado y confianza en las autoridades pues todo su esfuerzo se basa en inversiones a mediano y largo plazo, y últimamente ven cambiar las reglas de juego día a día. Esta actividad no es un balancín que hace arandelas que con sólo apretar un pulsador comienza o detiene su producción.
La política de retenciones a la exportación es tan equivocada como si el dueño de una fábrica le descontara parte del sueldo a su gerente de ventas después de que, con mucho esfuerzo logró aumentar las mismas. Sabemos de la necesidades de caja de las autoridades actuales y que deberíamos hacer una profunda revisión al sistema impositivo que rige en nuestro país pero podríamos empezar a aplicar, como corresponde, el más democrático y distributivo impuesto que rige en el mundo: el impuesto a las ganancias. Bien controlado, aplicado a todas las actividades lucrativas y con rigurosas penas para los evasores, sería el menos distorsivo de todos, pues allí sí, que el que más gana, más paga.

Ricardo Alfredo Rey
tribuna

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