lunes, 22 de febrero de 2010

DEFENDER LO IMPOSIBLE


Defender lo imposible, una práctica bien argentina

La política argentina se ha caracterizado desde sus inicios por la capacidad de sus dirigentes para defender lo indefendible y armar fundamentos casi inexplicables sobre sus actos. Por qué la clase política se empeña en seguir con estas prácticas y los ejemplos que hacen que la población crea cada vez menos en sus políticos

Desde sus comienzos como República, la clase dirigente argentina se ha empecinado en mantener acciones que lo único que han hecho es alejarla de una sociedad harta de politiquería barata y deseosa de hechos concretos que sirvan para el bienestar de toda la población.



Una de estas acciones que sirven para alejar cada día un poco más a la gente de la política, es sin duda la defensa casi demente que hacen muchos miembros de la clase dirigente nacional de hechos que son imposibles de defender, y hay sobrados ejemplos a lo largo de nuestra historia que sirven para graficar muy bien esta situación.



La clase política, en vez de avanzar con el correr de los años, se ha visto retroceder gravemente en muchos aspectos, y uno de ellos es enmarcarse en discusiones estériles que no conducen a nada, y otra muy clara es la defensa de hechos del pasado o del pasado que resultaron o resultan muy malos para la sociedad argentina, defendiendo muchas veces lo imposible.



Este empecinamiento en querer mirar para atrás para repetir discursos pasados de moda, no hace más que seguir alejando a la sociedad de la política, que ya no cree que pueda brindar algún tipo de soluciones a los problemas más graves y urgentes que vive la sociedad. Hay que mirar el pasado para no repetirlo en ninguna de sus partes en el futuro, y sobre todo para saber qué fue lo que pasó y no olvidar jamás.



Los ejemplos de estas acciones realizadas por los políticos son muchos y muy variados. Uno de los más patentes es la defensa que hizo el titular de la Federación de Tierra y Vivienda (FTV), Luis D´elía, de las políticas emanadas desde Irán, donde el líder piquetero el piquetero defendió su polémica visita a la Embajada de Irán hecha en 2006 para mostrar su apoyo a funcionarios de ese país involucrados en la causa AMIA.



Otra de estas muestras, es sin duda el apoyo de diversos dirigentes a la política acaecida durante la década del ’90, defendiendo la convertibilidad, el 1 a 1, y la política inflacionaria, sin caer en que eso mismo fueron los detonantes de la explosión social de nuestro país vivida en diciembre del 2001. Son muchos los hombres que aún hoy en día defienden esa política, entre ellos el jefe de gobierno porteño Mauricio Macri, el ex ministro Domingo Cavallo, el economista Carlos Melconián, entre otros personajes que no dicen nada sobre las consecuencias sociales que le trajo a la Argentina la práctica de las políticas neoliberales durante los ’90.



Pero sin duda uno de los ejemplos más notables de defender lo imposible, está dado por todos aquellos personajes que defienden el accionar genocida de las fuerzas armadas durante los años ’70, que dejó el lamentable saldo de 30.000 desaparecidos y centenas de miles de parias sociales a lo largo y ancho del país por las políticas económicas llevadas adelante por Alfredo Martínez de Hoz y los militares que tomaron el poder.



La imposibilidad de rever lo actuado durante los ’70 por los militares y sus colaboradores civiles, que los lleva a reivindicar sin piedad el genocidio cometido por quienes usurparon el poder en 1976, como son los casos más no tables los que llevan adelante Cecilia Pando, Antonio Domingo Bussi, Emilio Eduardo Massera, Luciano Benjamín Menéndez, entre otros, deja en claro la poca autocrítica de quienes implementaron un régimen de terror en nuestro país, demostrando que no se arrepintieron de sus actos, sino que los reivindican y defienden, a pesar de la casi unánime condena que despiertan los mismos tanto en nuestro país como en el extranjero.



También está la poca cintura política demostrada por el ex presidente Fernando de la Rúa , que se muestra empecinado en seguir defendiendo lo imposible de su gobierno, como por ejemplo lo actuado por las fuerzas de seguridad durante el 19 y 20 de diciembre del 2001, que dejó el lamentable saldo de 33 muertos en todo el país, y afir ma ante quien lo quiera escuchar que todo se debió a maniobras de personajes desestabilizadores que querían tirar abajo su gobierno, dejando de lado las pésimas consecuencias que le trajo al país su accionar al frente de la primera magistratura.



La defensa de los autores de hechos de corrupción efectuados por una inmensa cantidad de políticos en la Argentina , desde el comienzo de la dictadura a hoy en día, ha servido para el descrédito mayoritario que sufre la clase dirigente hoy en día, ya que la falta de justicia hacia los autores de estos actos, no hace más que tender un muro entre los pedidos de una sociedad deseosa de justicia para quienes han hundido al país en la miseria y los actos que cometen día tras día una clase dirigente que mira par a otro costado.



O también están los casos de los sucesos más recientes, como el acontecido por la diputada nacional kirchnerista y miembro del Consejo de la Magistratura , Diana Conti, quien en el programa televisivo de Alfredo Leuco por Canal 26, admitió sin sonrojarse "sí, soy stalinista, defiendo a Stalin y puede decirlo que lo firma Diana Conti".



Pero la defensa de uno de los personajes más terribles y sanguinarios del siglo XX, organizador de matanzas de pueblos enteros y acribillador del pueblo ruso, como es el caso de José Stalin, no viene sólo de parte de la polémica y controvertida diputada oficialista, sino también de muchos partidos de izquierda que se dicen y llaman a sí mismos democráticos, como son los casos del Partido Comunista (PC) y del Partido Comunista Revolucionario (PCR), pero que admiten sin ninguna clase de complejos ser defensores de uno de los grandes asesinos de la historia universal.



Todos hechos que hacen retroceder a la Argentina en vez de avanzar y que muestran a un país intolerante hacia aquel que piensa diferente y que cree que l a única verdad y realidad es la de uno mismo, y no detenerse jamás a pensar en un diálogo que pueda incluir llegar a un consenso que vierta en el mismo declaraciones diferentes para mejorar las acciones finales.



Los personajes nombrados anteriormente conocen muy bien como va a reaccionar la sociedad ante determinado tipo de declaraciones y las efectúan a sabiendas de las polémicas que generarán, para de esa manera tratar de introducir en la discusión pública un debate que de otra manera nunca existiría por ser el mismo por lo menos obsoleto y por representar ideologías que ya han quedado en el pasado por representar ideales autoritarios y vetustos.



Palabras como las dichas por estos personajes, no hacen más que mostrar un mal de los dirigentes argentinos, que es decir cualquier cosa sin pensar en las consecuencias que tendrán sus palabras en la sociedad. Esto es visible en una clase dirigente acostumbrada a cambiar constantemente de opinión y conocedora de la poca memoria que existe en la población, que muchas veces ni recuerda lo dicho por sus dirigentes, como por ejemplo lo ocurrido con Carlos Menem, que obtuvo su reelección cuando en su primer gobierno hizo todo lo contrario a lo que había prometido en la campaña electoral de 1989.



El cambio político también debe empezar por una clase dirigente capaz de mostr ar capacidad para no caer en ideas retrógradas que sirvan para descender en un pasado que no hay que volver a repetir, porque sino la Argentina seguirá sumergida en una crisis interminable que no hace más que continuar hundiendo al país, pero que por incapacidad de sus dirigentes no hace más que retroceder.


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