lunes, 29 de agosto de 2011
LUBERTINAJE
Prohibición de símbolos religiosos
El avance programado contra todos nuestros valores sigue su curso sin interrupciones. La izquierda tiene objetivos definidos, no plazos concretos para lograrlos, y así, poco a poco por medio de legisladores propios de las distintas corrientes marxistas, o de los que como mercenarios se pliegan por conveniencia personal, van minando nuestra tradicional manera de vivir y lo que es peor, logrando una progresiva aceptación de sus iniciativas, teñidas de justicia, sentido igualitario y lucha contra la discriminación, aspectos que como manjar almibarado utilizan para engañar a mucha gente.
Falsos derechos humanos para inculpar arbitrariamente a quienes consideran enemigos; despenalización de la droga; despenalización del aborto; permisividad para abortos no alcanzados y no permitidos por la legislación vigente; derechos de los homosexuales y aliento para sus organizaciones y manifestaciones públicas, son avances atentatorios contra nuestro sentir, nuestros valores y la salud social.
Dentro de un espectro tan variado, la cuestión religiosa no podría escapar este ataque ideológico.
Nuestro país es mayoritariamente católico y nuestra historia nace de la mano de figuras políticas, militares y religiosas, circunstancia de la mayor importancia, porque denota cómo la Religión Católica es parte trascendental y constitutiva de la nación. Al respecto, no habría que olvidar el papel que les cupo a sacerdotes en los primeros acontecimientos patrios.
La Primera Junta de 1810 estuvo compuesta por 9 integrantes. Uno de los seis vocales fue un sacerdote: Manuel Alberti.
En la Junta Grande , de los 18 miembros 3 fueron clérigos: Manuel Alberti, dean Gregorio Funes y Juan Ignacio Gorriti.
En 1816 al declararse la Independencia, 20 diputados eran sacerdotes, de quienes 12 firmaron el Acta de la Declaración:
Manuel Antonio Acevedo, Pedro José Miguel Aráoz, José Eusebio Colombres, Juan Ignacio de Castro Barros, Pedro León Gallo, Juan Andrés Pacheco de Melo, fray Cayetano Rodríguez, Antonio Sáenz, Mariano Sánchez de Loria, fray Justo Santa María de Oro, José Ignacio Thamés y Pedro Francisco Uriarte.
En la Ciudad de Buenos Aires, todos son recordados con su nombre en alguna calle.
La primera embestida fue la separación de la Iglesia del Estado. Tengo mi posición al respecto, pero no es mi intención determe ahora en esto.
Muchas otras escaramuzas se han sucedido, hasta que ahora hay un proyecto de ley dentro de la legislatura de Buenos Aires, que bien podría extenderse después al congreso nacional, para prohibir la instalación de símbolos e imágenes religiosas en los edificios públicos del estado porteño. De igual modo, los ya ubicados habría que retirarlos.
Los impulsores del proyecto son los diputados de la ciudad: María José Lubertino, de Encuentro Popular para la Victoria, y Rafael Gentili, de Proyecto Sur.
Los argumentos son previsibles. La laicicidad del estado y el principio de que los espacios públicos deben estar libres de muestras religiosas que se impongan a otras creencias.
Lubertino es una abogada de origen radical, siempre dentro de las ramas volcadas a la izquierda, tan ligada al partido, que se dice respecto a sus dos hijos que uno es fruto de una relación con el ex presidente Alfonsín y el otro, de un affaire con "Coti" Nosiglia.
No obstante, nada le impidió pasarse al kirchnerismo y obtener un nombramiento en el Instituto contra la discriminación (INADI). Después, logró ser elegida legisladora en la ciudad de Buenos Aires por el Encuentro Popular para la Victoria, un apéndice del kirchnerismo liderado por el marxista con bolsillos abultados de dólares, Carlos Heller.
De Rafael Gentili menos se sabe, al menos yo, solamente que pertenece a Proyecto Sur, un partido hipertrofiado en su momento, que más allá de un limitado auge inicial no dejó de ser engendro.
Más que a Gentili se conocen otros de sus integrantes, siempre interesante, porque aunque viejo, siempre rige eso de "Dime con quién andas y te diré quién eres".
"Pino" Solanas, un gran charlatán sin muchas ideas que basa su accionar en presentarse como probo defensor de los intereses nacionales y la ecología, cassette que no se cansa de pasar cada vez que habla. No puede disimular su tufillo izquierdoso.
Claudio Lozano, un inepto real con presuntuosas veleidades de economista.
Victoria Donda, hija de terroristas desaparecidos, se presenta como defensora de los derechos humanos, cargada de resentimiento y sed de venganza, con definida posición izquierdista.
Miguel Bonasso, ex terrorista, convertido en político.
Los aliados de Proyecto Sur son el Partido Socialista Auténtico, el Movimiento Socialista de los Trabajadores de Patricia Walsh y Vilma Ripoll, el Partido del Trabajo y del Pueblo y el Partido Comunista Revolucionario.
Estos son los grandes compañeros de ruta del modosito "Pino Solanas"
En fin, con esta gente cómo podría faltar un ataque a los valores católicos tradicionales de nuesto país. La Argentina nació católica y su vida como nación está ligada a la mayoría que profesa esta fe, siendo un hecho objetivo y cultural que no implica la limitación religiosa a quienes pertenecen a otros credos.
Así como la minoría extranjera verá flamear nuestra bandera, hablar nuestro idioma, celebrar nuestras fiestas, cantar nuestro himno, sin que ello signifique su menoscabo, por qué sería agraviante para otros credos que la mayoría católica esté representada con una imagen alegórica, que no sólo es religiosa sino esencia de nuestras raíces nacionales.
Que le dirían a un católico residente en Israel si pidiera clausurar el Muro de los Lamentos, porque es expresión definida del judaísmo en un medio público y común a todos los habitantes de Jerusalén
Lo que pasa es que con la máscara de supuestas inquietudes igualitarias y de un pretendido interés por erradicar situaciones discriminatorias, inexistentes en este caso, lo que se busca en realidad es atacar a nuestra religión, como parte decisiva de nuestros valores.
No lo perdamos de vista
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