martes, 30 de agosto de 2011
TODOS ME DEFRAUDAN
Por Malú Kikuchi
Perdón, sigo referencial, pero no me repongo de los resultados de la gran encuesta nacional. Que Cristina ganaba, no estaba en duda. El tema está en los números, el 50,7% de la presidente, ¡es mucho! Demasiado. Los 12,17% y 12,16% de Alfonsín y de Duhalde, respectivamente, son muy poco. Demasiado poco.
El primer pensamiento, al salir a medias del estupor, es que el gobierno hizo fraude. Palabra horrorosa, desgraciadamente muy ligada a la historia argentina. La palabra es horrible, el hecho es peor.
El fraude (DRAE), es una acción contraria a la verdad y a la realidad, que perjudica a la persona contra quien se comete. Si se comete “contra” una persona, es siempre “a favor” de otra. Pensar que se hizo fraude a favor del gobierno que cuadruplicó las cifras del segundo y del tercer candidato, es una forma de explicar los resultados.
Entonces, con un poco más de tranquilidad, porque lo inexplicable desorienta mucho, una empieza a calcular. ¿Qué porcentaje de fraude tiene verosimilitud? ¿Dos, tres, cinco puntos? Más que eso, parece poco factible. En ese caso ganó con el 45% de los votos. Mucho.
Los amigos de siempre, los que más o menos piensan como una, hacen cuentas más exquisitas, si el padrón es de casi 29 millones y votó el 70,82%, entonces Cristina sacó un 35,92% real y no más. Suena lindo. ¿Será cierto?
Una rebobina y se dice, enfrentemos la realidad, que aunque no nos gusta es la única verdad (Perón dixit), y trata de digerir el sapo que tiene delante. Y de pronto, cuando una ya empieza a acomodarse a los números impensados e impensables hasta hace 2 semanas, la oposición salta al grito de ¡FRAUDE! Y volvemos a empezar.
Lo grita la CC, lo corrobora Unión Popular, se le suma la UCR, el juez electoral Manuel Blanco habla de errores enormes, los medios que no están al servicio del gobierno baten el parche de ¡fraude! a toda hora. Una siente cosquillas en la boca del estómago, y espera.
Sigo esperando. No sé si el gobierno nacional o los provinciales o algunos municipales hicieron o no fraude. Lo más probable es que si lo hayan hecho. Lamentable, una estafa a los votantes. Los han defraudado en su buena fe. Han deshonrado la democracia. No creo que nada de eso les importe demasiado: establecieron el “Cristina ya ganó”, eso les importa.
Pero si realmente el fraude existió, fue tan alevoso y visible, ¿qué esperan los opositores para denunciarlo ante el poder judicial y no sólo ante los medios? No le sirve a la oposición, no les sirve a los votantes, pero si le sirve al gobierno que tiene en este caso todo el derecho de acusar a los opositores de difamarlos sin pruebas. Aunque el que mienta sea el gobierno y los que dicen la verdad, una verdad que así no sirve, sea la oposición.
Y acá estoy, defraudada por los unos y por los otros. Unos me mienten descaradamente, los otros no saben encontrar la forma eficiente de defender mi voto. Me siento privada de mi derecho, frustrada, trampeada, decepcionada, desilusionada, estafada en mi buena fe, burlada, timada, engañada. Defraudada.
Todos me defraudan. El gobierno porque en poca o mucha medida ha cometido fraude en estas curiosas elecciones que no son tales, pero hacen como que lo son y abonan el terreno para el 23 de octubre. Y los opositores, a algunos de los cuales voté, porque cacarean, hacen ruido, pero no hacen lo que deben: denunciar el fraude ante quien corresponde. Los unos abusan, los otros no saben o no pueden defender sus derechos, ni los míos.
Del gobierno no espero ni más ni menos que lo que he visto, oído, sabido, sentido y sufrido en estos larguísimos 8 años (que parece que serán 12), sólo defraudaciones; pero enfrente de este gobierno, ¿qué? Egos, divisiones, límites, un prolijo cuidado de la quintita propia, y algunos pocos proyectos, que por supuesto nunca llegan a buen término. Porque si son realmente buenos, la presidente se los apropia y los saca por decretos de necesidad y urgencia. ¡Por favor, alguien con imaginación, con ideas, con patriotismo, con visión de futuro, con políticas de estado! ¿Dónde están esos políticos? Si hay que importarlos, porque acá no hay, Moreno lo va a prohibir. Y así seguiremos por los siglos de los siglos, amén.
Ahora, de apuro, sin tener demasiadas chances, diputados de la oposición, CC, UP, UCR, trabajan contra reloj para poder sacar una ley de boleta única, controlada por la comisión nacional electoral. Sólo habría que cambiar el artículo 62 del código nacional electoral, y entonces todo el país, además de Córdoba y Santa Fe, se manejarían con la misma boleta, mucho más difícil de manipular. Por lo menos no podrían hacer trampa escondiendo las boletas de otros partidos, ya que todos formarían parte de la misma.
Usted se preguntará por qué a último momento y no antes, ya no importa, ojalá lo consigan. No porque la boleta única vaya a cambiar sustancialmente el resultado de las próximas elecciones, sino para alejar el fantasma del fraude y tener la certeza de la verosimilitud de los resultados.
Daniel Coleman, en su extraordinario libro “La inteligencia emocional”, sostiene que el optimismo, al igual que la esperanza, significa tener la expectativa que en general, las cosas saldrán bien a pesar de los contratiempos y las frustraciones. Quiero, necesito creer que Coleman tiene razón. Y que la premisa es válida aún en la Argentina K. Los milagros existen. Pero son escasos y hay que merecerlos.
Nada es para siempre (exceptuando a Fidel), y si alguna vez fuimos, volveremos a ser. De nosotros depende, aunque por el momento pareciera que es poco lo que podemos hacer y que no hay demasiadas ganas, ni empuje suficiente, como para hacerlo. No veo la salida, pero debe existir en su más profundo significado: salida, del latín “exitus”. Éxito. ¿Cuándo?
Mientras, sigo defraudada por todos. Me cuestiono si lo que hago le sirve a alguien para algo, o sólo me dirijo a los que piensan como yo. Preguntárselo, ya es una frustración. Hasta yo me defraudo.
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