domingo, 8 de abril de 2012

MÁS PASADO

Cada vez, más pasado y menos futuro “En el gobierno, como en el cuerpo humano, las enfermedades más graves proceden de la cabeza” Plinio el Joven Como tantas veces en esta gestión presidencial iniciada en 2003, los cotidianos escándalos están haciendo que los verdaderos y graves problemas queden ocultos a la mirada de la ciudadanía en general. No voy a abundar sobre el affaire Ciccone, pues mucha tinta ha corrido ya sobre el tema que, sobre todo después de la pseudo conferencia de prensa de Guita-rrita Boudou, no para de crecer. Me limitaré a reiterar, al respecto, una pregunta que me formulé hace semanas: ¿resulta imaginable que en este régimen, en el que los funcionarios no contestan siquiera un saludo sin pedir permiso, el actual Vicepresidente haya inventado este negociado solo? En la respuesta que cada uno dé estará el pronóstico acerca de cuál será la actitud de doña Cristina cuando regrese de su merecido descanso en Calafate. Ahora bien; una cosa es que don Néstor (q.e.p.d.) haya autorizado el invento y otra, muy distinta, es haberlo confiado a este señor, que aparece como un imbécil, capaz de cualquier desaguisado. El tema es que, como la señora de Kirchner lo inventó, hoy deberá pagar la cuenta, sea dejándolo caer como un piano (un costo político enorme) o salvándolo del desastre (un costo aún mayor). Lamentablemente, este hecho -de inusitada gravedad institucional, debido a la irresponsable elección, a contrapelo de los deseos generales, de su compañero de fórmula por la señora Presidente- está ocultando otros aspectos de la realidad que, desde los cenáculos de La Cámpora se impondrán, a paso de vencedores, sobre el futuro de la República y de las libertades individuales. En la última nota me referí a la limitación a los jueces en el dictado de medidas cautelares que protejan a los ciudadanos de los abusos del poder. Ahora, parece existir un proyecto legislativo que intervendrá fuertemente en el tema de los alquileres, comerciales y habitacionales, terminando, en la práctica, con la propiedad privada en materia de inmuebles. Si esta versión se confirmara, volvería la Argentina a cometer otro error del primer peronismo, cuando congeló los precios de las locaciones urbanas y, naturalmente, afectó de manera casi terminal a la industria de la construcción de viviendas. Pero, de la mano de Patotín y de Kiciloff, este Gobierno parece no aprender de la historia, y estar dispuesto a sacrificar cualquier futuro a un presente cada vez más complicado. Hoy, con la bandera de un pseudo nacionalismo –emulando a Evo Morales, a Hugo Chávez y a Rafael Correa- y mientras agita las banderas de Malvinas, el cristi-kirchnerismo mágico avanza sobre la producción de petróleo y gas en la Argentina. No necesito explicar a mis sufridos lectores cuál es mi posición frente a YPF y a la familia Eskenazi, pues han tenido que soportar innumerables notas al respecto. Sin embargo, cabe recordar que la actividad hidro-carburífera depende de enormes inversiones, de las cuales Argentina carece y que seguirán brillando por su ausencia mientras no consiga transmitir al mundo entero que aquí ha comenzado a imperar la seguridad jurídica. Estamos hablando de montos que exceden, por mucho, las posibilidades de las cajas a las cuales los Kirchner se han acostumbrado a recurrir para solventar sus locuras populistas. Para recuperar las reservas de gas y de petróleo que la política llevada adelante por Kichner, doña Cristina y don De Vido han llevado adelante, no existen en el país dineros suficientes; según Alieto Guadagni, estamos hablando de trescientos cincuenta mil millones de dólares, es decir, dos tercios del total recaudado por el Gobierno desde 2003. Ahora, cuando el mundo entero observa con estupor a nuestro país, cada vez más aislado, no sólo se están quitando concesiones a YPF sino también a Petrobras y a empresas norteamericanas, chinas y chilenas. ¿Dónde, entonces, buscará la Argentina capitales dispuestos a invertir aquí? Con los precios actuales, con el barril por encima de los US$ 100, todos los jugadores del mercado global buscan dónde aplicar fondos. Eso incluye, por supuesto, a la plataforma continental de Brasil, donde se han producido los descubrimientos más importantes desde fines del siglo XX, y las exploraciones en las aguas de Malvinas. Sin embargo, huyen de la Argentina como de la peste. El “capitalismo de amigos”, ese que logró que casi todos los yacimientos de Santa Cruz fueran entregados a don Cristóbal López y a don Lázaro Báez, no sirve en un escenario que, día tras día, cambia de reglas y donde las empresas, las de verdad, se enteran por los diarios del día siguiente si sus negocios van bien o mal en el país. Así, nadie vendrá –en ninguna actividad, petrolera o no- a invertir un dólar en la Argentina. Y sin esas inversiones, imprescindibles ahora que el Estado se ha quedado sin recursos, es imposible el desarrollo. El mundo entero se ha globalizado, y las compañías internacionales fabrican una parte de sus productos terminados en cada país; aquí sucede lo mismo: el componente nacional en materia de automóviles, por ejemplo, rara vez supera el 30%. Entonces, al cerrar las fronteras a la importación y complicar enormemente las cadenas de producción de nuestros bienes industriales exportables, el Gobierno está llevando al país a un pasado que ya vivimos, y que aún no hemos dejado de pagar, inclusive en educación. Argentina, nos guste o no, tiene un mercado interno sumamente reducido. Somos cuarenta millones de habitantes, de los cuales consumen, realmente, diez o quince millones; el resto, los que reciben planes sociales o se desempeñan en el mercado informal, se limitan a gastar todo lo que ganan en alimentarse. Es ridículo, entonces, pretender que nuestro país tenga una industria capaz de desarrollar productos cada vez más sofisticados, que requieren una monstruosa inversión en investigación y desarrollo, para tan pocos consumidores. La única solución es integrarnos fuertemente al mundo, exportando calidad, diseño y precio, y competir con el resto de los países en los mercados más exigentes; en una nota (http://tinyurl.com/7a2jgdn) ya expuse mi teoría al respecto, por lo cual no me explayaré más aquí. Pero, ¿quién –argentino o extranjero- estará dispuesto a poner un peso en un país donde impera el absurdo y lo irracional, donde nada es como debiera, donde un solo funcionario decide qué empresa vive o muere? Durante muchos años, critiqué con rigor al empresariado argentino, por su vocación por la protección y las prebendas; dije, como muchos, que todos parecen tener un cadáver en el placard y que el temor a la Afip era el mejor igualador. Sin embargo, hoy la situación es distinta, ya que don Patotín, a su solo arbitrio, puede decidir quién importa y quién no, determinando el presente y el futuro de cada empresa. En fin; las próximas semanas dirán cuán rapaz será el Gobierno y cuán dispuesto a continuar depredando el futuro está. Muchos de sus pretendidos logros –la masiva jubilación de quienes no aportaron o la asignación pseudo universal por hijo, por ejemplo- dependerán, para perpetuarse, de los nuevos saqueos que, para realizar maniobras aún más populistas, perpetrará contra la Anses, el Bcra, el Pami y las escasas y menguadas cajas disponibles. La forma en que evolucione la actual crisis política que, por falta de fusibles, repercute directamente en la Presidente, también será un termómetro para medir la temperatura social. Doña Cristina agradece, sin dudas, la inexistencia de opositores que puedan convertirse en alternativas válidas para este nefasto presente, ya que nadie está planteando, con seriedad, caminos alternativos para el futuro. En estas Pascuas, obviamente, la casa no está en orden. Bs.As., 8 Abr 12 Enrique Guillermo Avogadro

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