martes, 25 de agosto de 2009

EL TEMOR DE AZAFATO


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El temor de Chávez

El gigante Chávez tiene los pies de barro. Su apoyo popular cada vez es menor y el fracaso de sus políticas contra la pobreza lo lleva a radicalizarse y apoyarse cada vez más en los elementos más extremistas de sus bases.

Por Ricardo Ruiz de la Serna

El clima entre Bogotá y Caracas se ha enrarecido aún más después de que el Gobierno del Presidente Álvaro Uribe cerrase con los Estados Unidos el pacto militar que permitirá el uso de ciertas bases militares al Ejército estadounidense, cuya ayuda es imprescindible para la derrota de las organizaciones narcoterroristas. Esta decisión ha sido mal recibida por el Gobierno de Hugo Chávez, cuyos presuntos contactos con las FARC se están estudiando gracias al material informático capturado a las FARC. El régimen de Hugo Chávez niega que las supuestas comunicaciones habidas entre funcionarios venezolanos y las FARC sean auténticas.

En realidad, la creciente influencia del narco en el país —que ha encontrado una ruta para el transporte de droga a través del territorio venezolano- es ya un secreto a voces e incluso la prensa se ha hecho eco de ella. Por ejemplo, a las FARC se les ha aprehendido cierto armamento cuya obtención es misteriosa: por ejemplo, el 26 de julio de este año, las autoridades colombianas revelaron que tres lanzacohetes antitanque de fabricación sueca que se habían vendido a Venezuela en 1988 estaban en poder de las FARC. ¿Cómo los consiguieron los terroristas? El Gobierno chavista niega las acusaciones y sostiene que el armamento fue robado.

Detrás de esto, está la lucha por el poder en la región entre el principal aliado de los Estados Unidos y el promotor del bloque bolivariano (¡pobre Bolívar!). Ninguno de los dos tiene todas las bazas consigo. El Palacio de Nariño cuenta con un poderoso aliado en Washington, pero está aislado en la zona; el de Miraflores ha articulado una alianza variopinta pero efectiva que va desde el indigenismo de Evo Morales y Rafael Correa hasta la teocracia iraní pasando por la dictadura caribeña de los hermanos Castro. Además de Bielorrusia, el gobierno chavista ha consolidado relaciones con Rusia y China, es decir, padrinos no le faltan. Paradójicamente, el régimen de Chávez ha ganado así fuerza diplomática en organizaciones internacionales como la Organización de Estados Americanos y las propias Naciones Unidas.

En realidad, la fuerza del régimen chavista ha quedado patente con la crisis hondureña, aún por resolver, y el apoyo que Zelaya ha recibido en contra de las propias disposiciones de la Constitución de Honduras. La estrategia del autogolpe ha funcionado en otras ocasiones y fue la reacción de los propios hondureños —no la comunidad internacional- quien impidió que finalmente triunfase en esta ocasión. Chávez ha salido en apoyo de la democracia en Honduras sin que nadie se la exigiese en Venezuela. Una jugada redonda.

Sin embargo, el gigante Chávez tiene los pies de barro. Su apoyo popular cada vez es menor y el fracaso de sus políticas contra la pobreza lo lleva a radicalizarse y apoyarse cada vez más en los elementos más extremistas de sus bases. La violencia contra la oposición —cuyas imágenes han recorrido el mundo en estos días- es una institución más de su régimen como la corrupción o la demagogia televisiva. Desde los ataques contra judíos al acoso contra los empresarios no adeptos al chavismo, el poder se hace más y más represor para mantenerse. Ahora bien, ningún Gobierno puede mantenerse indefinidamente sólo sobre la base de la represión y los apoyos sociales de Chávez están menguando.

Así, el régimen necesita buscar enemigos exteriores que le sirvan como justificación de sus desmanes y canalicen así las tensiones. En este caso, la cercanía de tropas estadounidenses lleva a Chávez a compararse con Noriega, el viejo hombre fuerte de Panamá a quien los marines desalojaron del poder para que terminase en prisión. Por lo pronto, Chávez ha amenazado con comprar algunos batallones de tanques rusos.

Es de esperar, pues, que habrá una escalada en la dureza y la agresividad de las manifestaciones de Chávez. Aunque el riesgo de un conflicto armado parece lejano, no siempre se sabe qué puede llegar a hacer un dictador para mantenerse en el poder, y éste tiene algunos amigos poderosos.

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